28JUL19.- Hoy termina un día muy especial.
Llegado un nuevo cumpleaños, tomé la decisión de alejarme de la ciudad y por lo tanto de mis obligaciones, yéndome por unos días a la playa.
Viña del Mar, hermosa como siempre, el lugar elegido.
Desde muy temprano, mi teléfono me confidenciaba que mis amigos y familiares se encargaban de recordarme que no estoy solo en este mundo.
Al almuerzo, un exquisito congrio mirando el mar junto a mi amada.
Y promediando la tarde la llamada de una prima para saludarme y de paso me cuenta que andan por coincidencia relativamente cerca y con otros primos.
Una hora más tarde, nos acomodábamos en una cafetería 8 bulliciosos sexagenarios ávidos de buenos momentos.
Fue una junta impensada, sorpresiva e inolvidable. Interprovincial e internacional. Confluíamos mágicamente proviniendo de distintos lugares. Una pareja de San Francisco de Mostazal, otra de Zapallar, otra de Florida (USA) y nosotros de Santiago. Y ahí estábamos, saboreando un eterno café en el crepúsculo viñamarino.
Había sido mi gran regalo de cumpleaños.
Fue un día casi perfecto.
Tan casi perfecto, que en la noche, al salir a cenar, en la mesa frente a nosotros, una muchacha... casi idéntica a mi desaparecida hija Mane.
Si hubiera sido ella... habría sido PERFECTO.