29JUL19.- Para el veranito lo mejor es estar en la playa. Ya soy mayorcita para ir con mis papás, pero un amigo de papá, don Ramón, tiene un apartamento en Fuengirola, en primera línea de playa, con una terraza que da a las terracitas de los restaurantes.
Don Ramón es ya sesentón, viudo, con sus hijos mayores.
Estoy sentada en la terraza con don Ramón. Se nota que le atraigo. Y en bañador más. ¿Cómo quitármelo de encima? Por delante pasa un joven cachas haciendo running.
─¿Quién es?
─Mi sobrino, Cristóbal.
Don Ramón no es tonto. Se aguanta, llama a su sobrino y me lo presenta.
Al momento estoy paseando en la playa con Cristóbal. Es de mi edad, moreno, atractivo, como me gustan, ¡y cachas!, lo tiene todo.
Nos sentamos en un buen chiringuito, me invita a almorzar. Pedimos unas buenas cervezas, paella, marisco y una ensalada de endivias.
Desde el apartamento, nos mira Ramón. Le digo a Cristóbal que no lo llame, y Cristóbal está de acuerdo. Que la endivia es muy mala. Mejor no probarla.
Manuel del Pino es licenciado en Filosofía y Letras (Univ. de Granada, 1994). Ha publicado artículos, ensayos (La sonrisa de la esfinge, XIV Premio de Ensayo Becerro de Bengoa, Dip. de Álava, 2002), novelas (Olivas negras, Ed. Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2012) y relatos en diversos periódicos y revistas digitales.