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Haití aplaza por cuarta vez sus elecciones presidenciales, ¿y ahora qué?

Partidarios del movimiento PHTK protestaron en Puerto Príncipe y pidieron la dimisión del presidente interino, Jocelerme Privert.

Por Redacción Madrid

Jueves 28 de abril de 2016

28ABR-16.- El domingo pasado, los haitianos tenían que elegir a su presidente en la segunda vuelta. El país lleva seis meses sin nombrar al sucesor de Martelly y la crisis continúa.



Desde la primera vuelta presidencial en Haití, en octubre, han pasado seis meses y todavía no se sabe el nombre del próximo presidente. Los dos candidatos de la segunda vuelta tienen a sus huestes en las calles: Jovenel Moise, que obtuvo el 32% de la votación, y Jude Célestin, que ganó el 25%. Sin embargo, las constantes protestas por el aplazamiento de la segunda vuelta no han hecho mella en el Consejo Electoral de ese país, encargado de organizar las elecciones: del 27 de diciembre pasó al 17 de enero, del 17 para ocho días después, de entonces al 24 de abril, y este domingo pasado no había urnas ni inspectores ni huelleros. Haití tiene que conformarse con un presidente interino, Jocelerme Privert, hasta hace unos meses presidente del Senado, y con esperar que quizá en octubre se dé, por fin y de manera irrevocable, la segunda vuelta.

Privert anunció ayer que sólo en las dos últimas semanas de mayo se definiría un nuevo calendario electoral. La razón para su prórroga es una sola: el presidente encargado arguyó que una comisión independiente tiene la tarea de estudiar las demandas por fraude sobre la primera vuelta y que hasta que no exista un reporte no será posible comenzar la segunda vuelta. Privert terminará su gobierno interino el 7 de mayo; algunos lo acusan de querer quedarse en el puesto. Por Constitución, sin embargo, está obligado a organizar las elecciones, máxime cuando se trata de un proceso truncado desde el año pasado.

La oposición ha denunciado, desde un principio, que el Partido Haitiano Tet Kale (PHTK), donde milita Moise, fomentó el fraude en las votaciones de la primera vuelta. Hasta ahora ninguna prueba respalda su protesta. El presidente de la Comisión Electoral, Leopold Berlanger, dijo a la agencia EFE: “no vamos a comprometer el proceso. Vamos a seguir con las leyes y con nuestro mandato”. Berlanger declaró que es necesario alentar la confianza del electorado sobre el sistema para evitar una crisis peor. Tiene razón en el hecho de que ya existe una crisis: los haitianos están divididos entre aquellos que siguen la herencia política de Michel Martelly, el presidente hasta el pasado 7 de febrero, y aquellos que quieren una renovación con Célestin.

Éste último se ha mostrado en desacuerdo con las elecciones, hasta el punto de que se retiró de la contienda cuando se pretendía realizarla el 24 de enero. Por entonces, Haití estuvo a punto de votar una segunda vuelta con un solo candidato. El aplazamiento de las elecciones ha degenerado no sólo en una inestabilidad política, sino también en numerosas protestas sociales: este fin de semana salieron a protestar miembros del PHTK y también las calles se han convertido en escenarios de batalla: quienes han estado en Puerto Príncipe cuentan que, tras el tercer aplazamiento, las calles amanecieron clausuradas por barracas y llantas quemadas.

¿Cuáles son las consecuencias de una transición semejante? En este caso, el gobierno interino se preocupa por manejar la crisis política general, pero Haití tiene problemas urgentes en materia social que, desde antes y durante la presidencia de Martelly, han afectado en los votantes y sus familias. De acuerdo con Human Rights Watch, el acceso a agua potable y servicios básicos en Haití es muy bajo. Más de 100.000 personas viven aún en campos de refugiados tras el terremoto de 2010. El buró de análisis Crisis Group anotaba en 2013 —y su síntesis acusa cierta actualidad— que las instituciones foráneas interesadas en ayudar a Haití se veían frustradas “por la falta de liderazgo, gobierno y responsabilidad”. Menos de la cuarta parte de los votantes sufragó en la primera vuelta. La medida de mayoría resulta debatible.