Opinión

Ockham

Opinión: “Desde Mi Despacho…”

Por José Manuel López García (*)

Sábado 15 de noviembre de 2014

Este teólogo franciscano y filósofo del siglo XIV ha marcado el inicio de una nueva dirección, que se fija más en la realidad existencial, que en las elevadas abstracciones, características de la metafísica del siglo XIII. La actividad intelectual de Guillermo de Ockham abarca desde los tratados de teología y lógica, hasta la dedicación a cuestiones jurídicas y políticas en la última parte de su existencia hasta su muerte, por causa de la peste negra hacia 1349



Aunque acepta el dogma a través de la fe, considera que la razón es lo que nos define como seres pensantes y libres buscando la verdad. Los argumentos de autoridad no poseen ningún valor para Ockham. Se muestra hipercrítico en muchos temas, porque aplica su entendimiento y su capacidad crítica a la experiencia. Da un gran valor a lo experiencial en clara concordancia con el desarrollo de la ciencia experimental, que va tomando cuerpo durante el siglo XIV.

Ockham afirma una ontología de lo singular, lo que supone el logro de un acceso directo e intuitivo a la realidad. Escribe respecto a la aprehensión intuitiva de lo singular lo siguiente: «Ese mismo singular que es aprehendido sensiblemente, en primer lugar, por el sentido, ése mismo y bajo la misma razón es conocido intelectualmente de modo intuitivo por el entendimiento». No es necesario desmaterializar al singular para que sea posible su conocimiento real o efectivo, según consideraba la escuela tomista.

Frente a la tradición abstraccionista de Duns Scoto y Santo Tomás Ockham está convencido de que el conocimiento es de forma natural intuitivo. De todas formas, valora positivamente la abstracción, y ciertas modalidades de la misma.

Todo esto no implica que Guillermo de Ockham rechazase la metafísica, simplemente, le daba una orientación distinta a la ya existente. La denominada navaja de Ockham, o principio de simplicidad o economía, es la clara expresión de su intención de suprimir entidades y distinciones innecesarias, que complejizan el conocimiento de la realidad.

En su Lógica establece que, en realidad, existen dos categorías que son la sustancia y la cualidad las otras ocho que había expuesto Aristóteles son, a su juicio, intramentales y no extramentales.

En relación con las supuestas pruebas de la existencia de Dios reconoce que es necesario elaborar una teología racional. De todos modos, no niega que: «Dios existe ni es evidente por sí misma, ni puede probarse a partir de proposiciones evidentes, ni tampoco por experiencia». Aunque, es cierto que Dios quiere conservar a sus criaturas en su ser y, por tanto, su existencia es necesaria, porque de lo contrario habría que admitir un proceso al infinito o una regresión sin fin, incompatible desde un planteamiento lógico, con la existencia de una divinidad omnipotente. Siendo esta infinitud procesual irracional una de las plasmaciones esenciales de su teología racional.

La moral humana para este pensador franciscano se fundamenta en exigencias racionales unidas a un cierto voluntarismo. Es una ética racional la afirmada por Ockham.Ante la paradoja de que Dios nos mandase no amarlo al hacerlo estaríamos realizando su voluntad con lo que estaríamos realmente, amando a la divinidad al cumplir su deseo, sin caer en contradicción. Esto es lo que argumenta el propio Venerabilis inceptor. De este modo, se puede afirmar que no defiende un voluntarismo teológico en la moral.

En relación con el poder la filosofía política ockhamista es especialmente práctica, ya que pretende solucionar conflictos políticos concretos de su tiempo. Los poderes espiritual y temporal deben ser independientes, aunque es necesaria su colaboración armónica. Incluso indica que no reconoce la infalibilidad papal en las cuestiones religiosas. Este tipo de afirmaciones eran revolucionarias en su época. A su juicio, la legitimación de las autoridades políticas no deriva del reconocimiento del papado.

En lo referente a la teoría del conocimiento Ockham considera que es perfectamente posible la simplificación de los procesos cognoscitivos. Ya que es más que suficiente con basarse en el entendimiento y la cosa conocida, sin necesidad de distinguir entre dos entendimientos agente y paciente, etc.

(*) José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor