Diego Maradona alcanzó el Olimpo como el mejor futbolista de los años 80 y un carisma que lo transformaron en ícono popular de Argentina, pero se trastabilló como entrenador de la selección y dejó el mando con el sabor amargo de no tener la posibilidad de revancha.
Ejemplos sobran, pero nadie como él demostró que haber maravillado a millones de personas con su prodigiosa pierna izquierda no garantizaba igual éxito en el momento de dar instrucciones de traje y corbata desde el banquillo.
Maradona, de 49 años, sorprendió a propios y extraños cuando la selección liderada por Lionel Messi ganó los tres partidos de la primera ronda y octavos de final del Mundial Sudáfrica-2010, después de haber disputado una penosa eliminatoria sudamericana que presagiaba lo peor para la cita máxima.
La gente volvió a colocar a su ídolo en el Olimpo, ya como entrenador, mientras muchos medios de prensa críticos comenzaron lentamente a cambiar de postura para evitar el vendaval Maradona.
Pero llegó el aluvión de goles de Alemania en cuartos (4-0) y su selección argentina desnudó una débil planificación estratégica ante un rival fuerte a pesar de contar con figuras de la talla de los delanteros Messi, Gonzalo Higuaín y Carlos Tevez.
Polémico, controvertido y con la popularidad intacta, Maradona era un imán en Sudáfrica que atraía mucho más que Messi, el portugués Cristiano Ronaldo o el brasileño Kaká, tres de la mayores figuras actuales del fútbol mundial.
Sin embargo, esa personalidad y el desdén con los dirigentes le jugó en contra ante al poderoso presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona, también vicepresidente de la FIFA, tal vez el único que se anima a plantarse frente al ídolo.
Maradona murió con las botas puestas: capaz de jugársela hasta el final por sus amigos y colaboradores, rechazó enfáticamente la jugada que le tenía preparada el mandamás de la AFA para empujarlo al precipio como seleccionador. Grondona le vetó a siete colaboradores, varios de ellos de su máxima confianza, a sabiendas de que los códigos de Maradona le impedirían aceptar semejante imposición.
Así terminó su historia como entrenador albiceleste, pese a que su apellido llegó a cada rincón del mundo y se metió en el sentimiento de los hinchas y de los no hinchas, en un fenómeno que desbordó lo futbolístico, para encarnar un personaje al que gentes de toda raza, religión o condición social adoptaron como propio.
Genial, creativo, imprevisible, goleador y carismático, nació el 30 de octubre de 1960 en Villa Fiorito, un humilde suburbio de la periferia sur de Buenos Aires. En una de sus célebres frases ingeniosas, alguna vez recordó que "yo crecí en un barrio privado... privado de luz, privado de agua, privado de teléfono...".
Sinónimo de fútbol argentino, su carrera tuvo un cenit con la conquista del Mundial de México-1986, cuando tocó el cielo con actuaciones decisivas en todos los partidos. En aquel Mundial, construyó un 'monumento' al gol en la historia de los mundiales, el gol soñado, que fue el segundo ante Inglaterra (2-1), después de marcar otro con la 'Mano de Dios', casi tan recordado como la obra de arte que trazó después con su zurda.
Emblema y capitán indiscutido de la selección, Maradona fue convocado para la selección argentina cuando apenas tenía 16 años, en febrero de 1977, pero ya despuntaba como un fenómeno.
Representó a Argentina durante 17 años, desde 1977, en un inolvidable ciclo que incluyó el Mundial Sub-20 de Japón-1979 y el subcampeonato mayor en Italia-1990.
En su tierra, jugó para el Argentinos Juniors y el Boca, otro de sus amores, y después de un paso poco propicio por el español FC Barcelona, el mito surgió en toda dimensión al llevar a la gloria al modesto Nápoles italiano, entre 1984 y 1991, en el que obtuvo los 'scudettos' de 1986/1987 y 1989/1990 y la Copa UEFA de 1989, entre otros.
Después, en el declive de su carrera, integró el español Sevilla, y regresó al Boca, donde se retiró el octubre de 1997.
Tan brillante como polémico y contradictorio, Maradona también fue actor de escándalos, como cuando dio positivo en un examen de cocaína en Nápoles, en abril de 1991, y también positivo a la efedrina en el Mundial de Estados Unidos-1994, además de haber estado internado por consumo de drogas.
Apasionado y transgresor, personaje de película que aprovechó el cineasta bosnio-serbio Emir Kusturica, no dejó de combatir contra la FIFA con duras declaraciones e incomodar a dirigentes, líderes, presidentes de países y poderosos en general.