Opinión

El Síndrome de Stendhal

Opinión: ¿"Quién me entiende a mí"?

Por Concha Pelayo (*)

Jueves 30 de octubre de 2014

Ira, indignación, rabia contenida, perplejidad, desasosiego, impotencia. Podría seguir hasta la saciedad para definir lo que sienten la mayoría de los españoles en estos momentos. A día de hoy, cuando escribo estas líneas, en los últimos días de octubre de 2014, las noticias son tan escandalosas, bochornosas y obscenas que he comenzado a temer por mi equilibrio psíquico.



Y por lo que detecto, estoy segura de que, como yo misma, muchos españoles estarán sintiendo esa rabia e impotencia que va transformándose en sudores, mareos, incluso taquicardias, ante los bombardeos de noticias a las que estamos sometidos a cada momento. Créanme, es difícil aceptar todo esto sin que algo en nuestro interior se desequilibre. Y si a todo esto nos atenemos a los últimos informes de CÁRITAS que nos dicen que uno de cada cuatro españoles está en situación de exclusión social lo que representa el 25% de la población, la sensación es de vértigo.

Señores, señores corruptos, ustedes no pueden ya apuntar ni culpabilizar a todos aquellos a los que llaman antisistemas. Ustedes son los que se han cargado el sistema. Los millones de euros que ustedes han amasado se multiplican y reposan allende nuestras fronteras. ¿Qué mejores paraísos para dormir el sueño de los justos que los fiscales? Ustedes se han convertido en multimillonarios sin otro mérito que el de formar parte de esos grupos políticos u organizaciones e instituciones de gran altura que les han enseñado a acatar la miseria de los demás con la misma naturalidad que van engordando sus cuentas bancarias. Y todo ante la más absoluta indiferencia.

A ustedes habría que pedirles daños y perjuicios por llevar a los españoles, no sólo a la miseria sino a contraer enfermedades, porque son muchos a los que, con su actitud, ya los han condenado a muerte prematura. Y ustedes son culpables también de que las depresiones hayan alcanzado cotas inimaginables haciendo que las consultas de los psicólogos y psiquiatras estén a rebosar de niños, adolescentes, padres, abuelos… porque les han subido, a la fuerza, a un barco que hace aguas y que zozobra sin remedio.

He de reconocer que escribo presa de la indignación y con este estado de ánimo y para tranquilizarme he comenzado a indagar para ver si encuentro alguna definición que acierte a ponerle nombre a esta nueva patología. Vano intento. No he encontrado nada que me satisfaga. Pero he dado con el síndrome de Stendhal, cuyos síntomas podríamos compararlos con los que he referido y que rezan asi: “Se trata de una enfermedad psicosomática que se produce cuando algunas personas especialmente sensibles, observan un gran número de obras de arte de gran belleza en un lugar determinado y en un corto periodo de tiempo. Es como si sufrieran una sobredosis de belleza artística.

Los síntomas que se producen pueden ser de tipo físico, como: sudores, taquicardias, vértigo y mareos, o psíquicos, como pueden ser: sentimientos depresivos o de euforia, trastornos de la percepción y en algunos casos, alucinaciones. Las sensaciones, generalmente, se asemejan a las de un ataque de ansiedad.”

Al parecer, fue el propio Stendhal el que experimentó todos estos síntomas durante una visita que hizo a la ciudad de Florencia. Aunque las comparaciones son odiosas y los atracones de arte aunque nos produzcan todos esos síntomas nada tienen que ver con estos otros -para atracones los de estos advenedizos en sus visitas a los restaurantes de cinco tenedores- me sirven ahora para ilustrar lo que quiero decir y que el lector entenderá.

El síndrome de Stendhal, en su definición es muy largo y no voy a extenderme más. Pero lo cierto es que en un periodo de tiempo, relativamente corto, los españoles estamos observando un interminable número de casos de corrupción, tan sangrantes, que nos producen taquicardias. Nos han inoculado en las venas una sobredosis de corrupción tal que podemos morir de desesperación.

Habría que pedir responsabilidades, muy seriamente, a aquellos que todavía van a darles el voto a quienes nos han envenenado. Harán un daño irreparable a este barco, ya a la deriva.

Señores, váyanse ya, quítense de nuestra vista, devuelvan lo que nos han robado y salgan de este país para no volver jamás porque de lo contrario, les van a echar a patadas. Al tiempo.

(*) Concha Pelayo es escritora y crítica de arte. Es también miembro de la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET)