España

Marcos Ana, el poeta de la dignidad

Por Emilio Silva Barrera (http://www.emiliosilva.org)

Miércoles 22 de octubre de 2014
A veces el modo en el que conoces a una persona la define radiográficamente porque la forma en la que se desarrolla ese primer encuentro dice mucho de él. En este caso, la manera en la que conversé por primera vez con Marcos Ana, el Mandela español, el hombre que estuvo 23 años encerrado en las cárceles franquistas, define perfectamente la bondad, la ejemplaridad y la dignidad de un ser humano que concentra en su biografía y en su forma de ser todos los valores que se aglutinan en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Hace dos años Rubén Efrón, el padre de una amiga argentina vino de Buenos Aires para celebrar su cumpleaños con los amigos que tenía exiliados en España. Como sabía que le interesaban los libros sobre la historia de la dictadura franquista y de quienes lucharon contra ella decidí regalarle la autobiografía de Marcos Ana, Decidme cómo es un árbol.

Al llegar a la casa donde se celebraba la fiesta le entregué el libro envuelto en papel de regalo y mientras se lo daba le dije que eran las memorias de un poeta comunista que había estado 23 años en las cárceles franquistas y que, aunque probablemente no lo conocería, se llamaba Marcos Ana.

Al oír el nombre retiró los ojos del regalo que estaba desenvolviendo, me miró con cara de reproche y subiendo el tono de voz a la vez que hacía señas con la mano, porque quería que alguno de los presentes le oyera, me dijo casi gritando: ¿Qué si conozco a Marcos Ana, a Marcos Ana? Y en ese momento dos de los invitados se acercaron a él y entonces añadió: “Estos tres que ves aquí organizamos su visita a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en septiembre de 1963”.

Por la noche, en casa, le comenté la anécdota a un amigo de Marcos Ana y me dijo que se lo contara al poeta. Entonces le llamé por teléfono. No nos conocíamos personalmente pero inmediatamente me preguntó si esos argentinos estaban en Madrid y al día siguiente, por la mañana, estábamos todos sentados en el salón de su casa, repasando los recortes de los periódicos que guardaba, en los que se relataba la gira que el poeta antifranquista hizo por varios países latinoamericanos entre los que se encontraba Argentina, donde cuarenta y cinco años antes, los tres hombres que miraban al poeta pletóricos de emoción organizaron como estudiantes su visita a la universidad bonaerense.

En su poema Mi casa y mi corazón dice Marcos Ana: “Si salgo un día a la vida/ mi casa no tendrá llaves: siempre abierta, como el mar,/ el sol y el aire”. Aquel primer encuentro con el poeta era la demostración de una casa sin llaves, de un hombre sin puertas, de alguien que ha trascendido todas las rejas.

Fernando Macarro, hijo de Marcos y de Ana, nació en el seno de una familia humilde en un pueblo salmantino en 1920. Como militante de la Juventud Socialista Unificada se movilizó al frente tras el golpe de Estado del general Franco pero por ser menor de edad no fue movilizado al frente hasta el año 1938. Terminó la guerra en el puerto de Alicante junto a miles de hombres y mujeres que habían defendido la causa de la Segunda República. Allí fue detenido por primera vez iniciando un periplo de 23 años que le llevaron a diferentas cárceles y centros de detención.

Fue en la cárcel de Burgos, en ella permaneció detenido quince años, donde disfrutó del acceso a la cultura que no había tenido en su infancia y eso llenó su cabeza de conocimientos y su sensibilidad poética de herramientas. Allí comenzó a escribir sus primeros versos y consiguió que salieran clandestinamente de la prisión y se terminaran convirtiendo en un símbolo que fue saltando de país en país.

Cuando salió de la cárcel, a finales de 1961, se trasladó a Francia y desde allí comenzó a dar testimonio de su lucha y a denunciar las violaciones de derechos humanos de la dictadura. Su gira por América Latina fue multitudinaria. En Chile fue recibido por Pablo Neruda y en Argentina llevó a cabo un acto en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, la misma en la que estudió el Ché Guevara y donde estaban matriculados los tres jóvenes con los que yo acudí más de cuatro décadas después.

Regresó a España en 1976, con la amnistía, y desde entonces tuvo diversas responsabilidades en el Partido Comunista, administrando la legitimidad de un hombre que logró sobrevivir a dos condenas a muerte, a veintitrés años de prisión bajo una dictadura y a una obra poética que ha sido una referencia para militantes e intelectuales de izquierdas de numerosos países del mundo.

Pero la vida le reservaba otra sorpresa, algo que no podía convertirse en un verso suelto. Cuando en los últimos años nuestra sociedad comenzó a terminar con su patológica relación con el pasado, Marcos Ana resurgió como un referente ético de la memoria histórica democrática de nuestro país. La edición de sus memorias “Decidme cómo es un árbol” y los versos que escribió sobre los renglones de su vida llegaron a una nueva generación, que no conoció directamente la dictadura y que ha rastreado el pasado reciente a través de los ojos de este hombre sin puertas.

El impacto de sus memorias ha llevado incluso al director de cine Pedro Almodóvar a la adquisición de los derechos para llevarlas al cine, algo que volverá a llevar de gira por el mundo a Marcos Ana que en la actualidad, con sus 90 años cumplidos el pasado enero, tiene una agenda repleta de actos. Una actividad que se refleja por ejemplo en el hecho de que el día antes de su visita a Arenas de San Pedro, estará en Córdoba, en un encuentro internacional de poesía.

A pesar de todo esto nuestra sociedad tiene una gran deuda pendiente con él y con todos los hombres y mujeres que sufrieron persecución y condena por haber defendido la democracia. Marcos Ana es uno de sus representantes pero su biografía y su obra han tenido un gran impacto en algunos países latinoamericanos que no tiene en el nuestro.

Y como muestra un ejemplo. El día que fui con los tres argentinos a ver a Marcos recogí en su casa a uno de ellos. Esa noche había estado rastreando información en Internet y había encontrado el testimonio de un torturado por la dictadura argentina que resistió el dolor recitando de memoria el poema “El patio”, el mismo que Marcos Ana recitó en el Luna Park de Buenos Aires ante 15.000 personas que acudieron a escuchar al “Nelson Mandela español”. El mismo al que todavía le queda un tramo que recorrer para salir del apartheid que construyó el franquismo, para quienes no se adhirieron a su golpe de Estado, y convertirse en un referente nacional.