Cuando un amigo se va…

Algo más de 5 años lo tuvimos; recogido de la calle con aproximadamente 7 años de edad. Por largo tiempo había vivido en una caja, bajo un árbol, hasta cuando llegamos a habitar en ese sector. Nos cautivó, fue un encantamiento recíproco.

Le compramos una casa la que pusimos en la planta baja de nuestro edificio (previa votación acerca de su permanencia, la que se aprobó por un categórico 13 contra 5). Pero si bien es cierto se acostumbró a ella, su anterior  libertad le hacía durante el día salía a recorrer el vecindario, concitando nuestra preocupación por su integridad física; muchas veces volvió con dolorosas cicatrices de guerra. En una oportunidad lo encontré como a 10 cuadras de nuestro hogar junto a otros perros y al intentar subirlo al auto me miró con la misma expresión de aquel hijo que dice: “Déjame un rato más con mis amigos?  si yo después me voy solo”… (y tuve que dejarlo).

Fue un agradecido de la vida y un agradecido del cariño recibido.

No había vecino del barrio que no lo conociera y lo llamara por su nombre.

Llamó siempre la atención de muchos niños que crecieron junto a él.

Y aunque  por gran tiempo mascota del edificio, posteriormente habitó en nuestro departamento (4º piso), lo que no pareciera fácil para un perro de tamaño mediano a grande; sin embargo Rafael siempre se adaptó a todo, sin pedir nada a cambio. Ni siquiera un ladrido de descontento. Esperaba paciente sus horarios de bajada para cumplir con sus necesidades fisiológicas.

Después del terremoto, compañía inseparable de mi familia. Y para nosotros un integrante importantísimo de nuestro entorno. Siempre presente en las reuniones familiares (como lo acreditan las decenas de fotos en que fue capturado por el lente de nuestra cámara) y nunca un comportamiento que reprochar.

Incluso en sus últimos meses de vida, afectado por un tumor, (que si bien benigno, fue comprimiendo la vejiga e intestino, lejos del alcance quirúrgico) fue un excelente paciente; jamás un enojo ante las manipulaciones e inyecciones a que lo sometía su comprometida veterinaria.

Fue un señor perro.

En la foto adjunta, se aprecia en el rostro el dejo de un ser que algo tenía que enseñarnos acerca del mundo, denota la sensación de experiencias de vida innumerables, de enseñanzas múltiples y fundamentalmente de lealtad y fidelidad.

Gracias Rafael.

Así como nuestro mayor héroe nacional, has partido un 21 de Mayo.

Gracias siempre Rafael. Gracias totales buen perro.