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Opinión: “Es Mi Sentir...”

Carnaval para los muertos

Por Geral Aci

martes 09 de febrero de 2021, 01:33h

08FEB21 – MADRID.- Todo comenzó siendo yo un niño, tal vez siete u ocho años. En el barrio donde vivía con mi madre, mis hermanos y mi abuela, había fallecido un vecino, y las costumbres de entonces eran que todo el vecindario hombres y mujeres acompañaban a la viuda u otros familiares.

Y lo más brutal era que también se aceptaban niños. Mi abuela nos llevó hasta la capilla donde mantenían el cadáver del vecino, mi madre no pudo acompañarnos porque tenía que trabajar. Fue algo terrible, para mi asqueroso, sin sentido ni razón, recuerdo que un hombre sin que yo se lo pidiera me alzó en brazos y me hizo mirar por el cristal del ataúd el rostro del vecino que ya no existía. Vi una cara blanca, él no era muy blanco, con los ojos semi cerrados, la boca enseñando dientes amarillos y cariados, y las espesas cejas desordenadas, le habían puesto una camisa limpia y una corbata con el nudo mal hecho.

De vuelta a casa, almorzamos, por la tarde merendamos y cenamos por la noche y durante todo ese tiempo no puede quitarme de la cabeza ese dantesco y horrible rostro. Esa noche no pude dormir, me daba vueltas del rincón a la orilla y nada de nada, y para más desgracia no podía abrir los ojos, porque mi abuela había puesto una figura con un hombre colgado de una cruz, con manchas de sangre, espinas en la cabeza, ojos blancos, muy delgado y aparentemente sucio. Nunca supe la razón de poner esa figura de yeso junto a mi cama, y creo que aun me da escalofríos cuando lo recuerdo.

Y ese día, siguiendo con el funeral del vecino, los mayores fueron a la iglesia arrastrando el ataúd, aunque la verdad era que lo arrastraba un caballo, ya que lo habían subido a una carreta. Mi abuela estuvo presente ya que no se perdía ningún encuentro donde se murmuraba y se criticaba; volvió a casa por la tarde y ya al anochecer al llegar mi madre del trabajo le contó lo sucedido, yo estaba escuchando, pero simulando que dormía. Le dijo varios nombres que correspondían a vecinas y vecinos que habían acudido y desmenuzó la misa que le habían ofrecido no sé si a la viuda o al muerto.

Le decía: fíjate que cantaron los niños, sonó con fuerza el órgano, había mucha gente, el cura destacó la suerte del fallecido ya que ahora estaba en el cielo, aunque la viuda parece ser que no compartía mucho esas palabras, después rezamos veinte veces el padre nuestro y cuarenta la santa María, ¡no sabes lo que te has perdido! Fue algo muy bonito, inolvidable, precioso, la gente salía de la iglesia muy contenta. También te cuento que me sentí avergonzada porque entregue todo el dinero que tenía cuando pasaron con un plato grande para que los asistentes diéramos dinero, y me sentí así, porque no era mucho lo que llevaba, era para el pan de los niños, pero no importa que se acostaran sin comer, ya comerán mañana.

Y ahora me pregunto, ¿donde está la belleza o lo hermoso de una misa ante un hombre que ha fallecido? Todos los homenajes, misas, discursos, medallas y aplausos por un muerto son tristes, salvo que los inventores de estos adioses ganen algo y claro que ganan, el cura se hizo con una buena cantidad de dinero, además de lo que le cobró a la viuda. También ganan los que ponen medallas a los muertos; se dice que las medallas ocultan los crímenes cometidos.

¿No sería suficiente con una oración para justificar lo de la colecta?

Y toda esta cuestión me visitó en mi cabeza, porque hace una semana falleció la esposa de un amigo, me avisó otra persona allegada a ambos y me vi obligado a estar en el tanatorio, poner cara triste, vestir ropa limpia y oscura, y además después de saludar quedarme fuera de la sala donde estaba los familiares más cercanos y permanecer ahí de pie, serio, sin moverme y con las manos a la espalda.

Mi amigo que estaba tomando café me vio y con una leve sonrisa me estrechó la mano, me dio las gracias y me preguntó, ¿has visto lo hermosa que está? Yo no sabía a quién se refería y miré a las asistentes, pero mi amigo nuevamente me habló, ven quiero que la veas, me tomó del brazo y caminando como si nos dolieran los pies, con la cabeza gacha y en silencio, me llevó ante el cristal que enseñaba la cabeza de su esposa, por un segundo vino a mi memoria la historia del vecino fallecido cuando yo era niño, incluso pensé si esa noche podría dormir.

Diría que me obligó a mirar a su ex compañera, y tuve que mirarla, vi un rostro muy maquillado, las cejas ordenadas, los labios rojos, el cutis pintado de color carne, las pestañas parecían dobladas hacia arriba, con pendientes, y bajo la barbilla una prenda de seda blanca. La verdad no me pareció hermosa ni tampoco poco agraciada, más bien imaginé una de esas antiguas muñeca de loza.

La miré durante algunos segundos y me retiré, mi amigo sin soltarme el brazo me acompañó hasta salir de la sala, ya fuera nuevamente me preguntó ¿que te ha parecido? Ah que es guapa. Dicen mis amigos y la gente que la ha visto que es una belleza.

Yo al igual que cuando voy de visita a almorzar a casa de algún amigo y me preguntan ¿que te ha parecido la comida? Yo respondo de inmediato, ¡sabrosa, deliciosa, muy buena, no creo haber comido antes algo tan delicioso! Claro se corre el riesgo que tengas que repetir aunque no te haya gustado. Y yo le dije a mi amigo, si, esta muy bonita.

Por un momento guardó silencio y haciendo una mueca con la boca me dijo, la muerte de mi compañera me ha arruinado. De inmediato le pregunté el por qué. Y continuó, ¿sabes cuanto cobran por el ataúd?, pues una millonada, son unos ladrones, se aprovechan del dolor ajeno, además que las coronas se pagan aparte, tenerla aquí 24 hora en el tanatorio es una salvajada lo que cobran, es lo mismo que yo gano en seis meses. Ademas el traslado, dos coches que te cobran como si fueras a recorrer mil kilómetros y son apenas cuatro calles.

Si te cuento lo que he pagado por el maquillaje, bueno no he pagado, pedí un préstamo al banco y sabes lo ladrones y usureros que son, tengo para cuatro años endeudado. Menos mal que tengo una sepultura en tierra, ahí está mi madre y ahora estará mi compañera, quiero que la vea hermosa, que la esposa de su hijo fue la mujer más bonita que nunca conoció. Le compraré algunas plantas, especialmente rosas, que le gustan, lo dijo como si estuviera viva, y continuó, siempre que podía las compraba para adornar el comedor.

Yo quise decirle muchas cosas, decirle lo que opinaba sobre lo que estaba viviendo, pero lógicamente no era el momento, y no sé si algún día será el momento.

Creo que eso del tanatorio es una estafa, además no es necesario, según un libro que consulté, lo de tener un cadáver durante algunos días dentro de un cajón rodeado de familiares, amigos, vecinos, niños, niñas y ancianos, es porque antiguamente se dudaba de que efectivamente estuviera muerto, esto nació porque las religiones se inventaron unos milagros donde algunos muertos habrían los ojos y salían del cajón ante el estupor, o alegría de los asistentes, pero hoy con los adelantos especialmente médicos, y exámenes, radiografías, y tantos otros que demuestran si una persona vive o no vive, sin olvidar la autopsia, hacen imposible que alguien resucite, después de estos análisis.

Todo es esquilmar, no quiero decir robar, pero lo pienso. Hacer más millonaria a la iglesia, a los que controlan el tanatorio, a los que venden ataúdes, a los que administran el terreno del cementerio, si repito hacerlos millonarios gracias a los muertos, tiene un nombre que no lo escribo para no perjudicar al periódico.

Es una vergüenza, estuve de visita en Santiago de Chile y el cementerio está en medio de la ciudad, ocupa un terreno suficiente para edificar diez parques, veinte colegios, dos mil viviendas y queda espacio para sembrar o plantar árboles. Los cementerios envenenan la tierra, son fábricas de gusanos, ratas, virus, fetideces, y sobre todo abusos. Venden placas metálicas, mármol de baja calidad, cruces de madera, bronce, hierro, y hoja lata, todo depende de la cantidad de dinero que quieran derrochar los familiares. No se respeta un pariente o persona querida fallecida, maquillándolo y entregándolo a los gusanos, es mejor recordarlo con cariño y si es mucho el dolor mantener sus cenizas en una ánfora. Aunque es difícil saber de quien o qué esconde la ánfora en su interior. Todo esto aprovechando la ignorancia o el dolor ajeno.

Y dejo para lo último, lo que más me incitó a escribir esta cuestión, me junté con mi amigo a los tres días de haber sepultado a su compañera y lógicamente quería seguir hablando de lo mismo, y me pareció justo escucharle con respeto. Me dijo, sabes me imagino a mi madre mirando el rostro hermoso de mi mujer, creo que será para siempre la más bella del cementerio. Hoy he llevado lirios, rosas y geranios, los planté yo mismo, quedó muy bonita la sepultura, he hablado con unas personas que se preocupan de cuidar las plantas, les he dicho que no les falte el agua, con el calor se pueden secar.

Tomamos unos café, nos despedimos y yo me quedé pensando, si mi amigo supiera que dentro del ataúd hay un cadáver hinchado, mal oliente, podrido, y agusanado, que con el agua que regaran las plantas el ataúd más pronto también estará podrido, tal vez si lo imaginara, y lo pensara tranquilamente, su compañera mejor hubiera sido incinerada, entonces él, no estaría endeudado con el banco, ni tampoco con el maquillador, y viviría recordando a su bella mujer, tal como era.

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