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“La Cueva del Lobo...”

Terremoto en Los Angeles
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Terremoto en Los Angeles

Por Ignacio Vasallo
viernes 28 de agosto de 2020, 02:26h

28AGO20 – MADRID.- Los Ángeles es la única ciudad del mundo en la que por la noche junto a los camiones de la basura pasan las máquinas de borrar recuerdos -lo he plagiado pero no me acuerdo de a quien-. Allí no hay pasado. Solo existe el futuro.

Ya nadie se acuerda de que fue una ciudad española, y es natural puesto que el Gobernador Felipe de Neves la bautizó en 1781 con el nombre de “El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Rio de Porciúncula”, ni de que la heredaron los mexicanos y ahora es americana. Los emigrantes judíos europeos, que habían huido de los “progroms “la transformaron sustituyendo el petróleo por los sueños que se olvidan cada mañana.

Los Zukor, Mayer, Warner, vinieron a partir de 1911, a fundar los estudios: MGM , Paramount , Universal Columbia. Luego, apadrinados por Lubitsch, llegaron los Wilder y demás que escapaban de los nazis.

LA no es una ciudad para ir una semana y no volver. Te llevarías una falsa impresión de sitio difícil porque para empezar ni siquiera es una ciudad, sino un conjunto de pueblos en los que se hablan diferentes idiomas. Pasas de México a Armenia o de Irán a China sin solución de continuidad y al fin del dia tienes que escribir lo que has hecho antes de que pase la máquina.

Hay tal cantidad de gentes de origen diverso que si los sumas salen más de los tres millones de personas que tiene la ciudad o más de los veinte del gran LA.

Llegas al aeropuerto, alquilas un coche y ya no te bajas hasta que lo devuelves en el mismo sitio. Conducir es fácil: las largas avenidas y las autopistas te permiten desplazamientos de decenas de kilómetros cruzando la ciudad, casi siempre en dirección este-oeste.

Uno de los viajes más interesantes fue el que hice en el otoño del 87 para integrarme en la Comitiva de los Reyes que recorrían los lugares de mayor tradición hispana en el Oeste de Estados Unidos. Tras una estancia en Houston terminamos en LA donde nos esperaban unas interesantes jornadas.

Toda la comitiva, más algunos como Placido Domingo que se habían apuntado a la fiesta , nos alojamos en el hotel Century Plaza, un edificio de treinta pisos , el único rascacielos de la zona, en la bien llamada Avenida de las Estrellas, a un paso de Santa Monica Boulevard y a tiro de piedra de Rodeo Drive, en Beverly Hills , que se llama así solo para confundir porque es uno de los pocos lugares en los que se puede pasear y si se dispone de los recursos necesarios entrar y comprar en las tiendas de lujo, pero de lujo de verdad , ese de los relojes llenos de diamantes.

A las 7,42 de la mañana del uno de octubre, me encontraba en el lobby del hotel de charleta con los periodistas dispuesto a salir para mi “ running “matutino cuando el suelo empezó a bramar y alguien señaló que el metro era demasiado ruidoso. Como en LA no había metro dí la voz de alarma: es un terremoto, vamos a cubierto, y me lancé hacia el dintel de la puerta de entrada como mandan los cánones. Solo después me di cuenta de que las puertas eran de cristal, pero no se rompieron. Todo eso en los quince segundos que duró el principal, seguido de otros doce menores antes de las ocho. No le dí más importancia y salí a la calle a ver el resultado. Ya se sabe que en LA los terremotos también cumplen la función de acelerar el borrado de la memoria desorganizando todo lo exquisitamente organizado desde el dia anterior.

Efectivamente el destrozo había sido grande: pasos elevados en las autopistas urbanas derrumbados, coches engullidos por los socavones y seis muertos y doscientos heridos. Al regresar al hotel mi mujer me cuenta la aventura de bajar a pie los veintitrés pisos desde la planta en la que estábamos alojados y la experiencia de verlo en directo en televisión con el presentador agachándose debajo de la mesa para seguir transmitiendo.

Nunca supimos que hicieron con los Reyes y con Fernandez Ordoñez, que estaban alojados en la planta 30 del edificio.

Al dia siguiente estábamos invitados a casa de Alana Ladd, hija de Alan. Como todos los cuadros estaban torcidos nos comentó riendo que ya no se molestaba en ponerlos rectos.

Desde el hotel hay que mirar solo al oeste y ligeramente al norte. Arriba las Hollywood Hills y los Estudios Universal, antes el Teatro Chino con las famosas huellas y al oeste, camino de mar se empieza por Brentwood , barrio de ricos en el que se encuentra el obligatorio Museo Getty. La colección es sublime y como en tantos museos, hay obras procedentes del expolio.

Al final la mítica Santa Mónica con Pacific Palisades y Malibú donde están las mansiones sobre el mar y en las colinas, entre las que destaca el otro edificio de la Fundacion Getty que alberga las colecciones etruscas griegas y romanas. Y arriba Mulholand Drive , la serpenteante carretera costera protagonista de tantas películas.

Si llegaste por Santa Monica Boulevard tendrás que volver por Sunset Avenue y habrás completado el círculo con una fantástica colección de posibles experiencias que olvidarás por la noche.

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