Porque faltaban $30 para que se recordara que pacientes del sistema público de salud, esperen por años –y a veces mueren- aguardando por una hora para sus operaciones.
Porque faltaban $30 para que miles de padres volvieran a reclamar por haber tenido que hipotecar sus vidas para poder educar a sus hijos en universidades privadas.
Porque faltaban $30 para reconocer que los profesores no ven reflejada en sus remuneraciones la importancia de su función de ser formadores de los futuros ciudadanos.
Porque faltaban $30 para que los legisladores comprendieran que a muchos chilenos ya no solo -muchas veces- se les acaba anticipadamente el sueldo, sino que también se les acaba la esperanza y la paciencia.
Porque faltaban $30 para comparar las similitudes entre la delincuencia callejera y la delincuencia de la colusión de farmacias, pollos, papel higiénico, etc. No obstante la penalización vaya a depender del estrato social de los culpables; o clases de ética, o cárcel.
Porque faltaban $30 para comprobar que el respeto por el prójimo y por la propiedad privada o pública, ya no forma parte de la civilidad. Se enarbola la violencia como un cobro por tantas injusticias, pero todo ello perjudica a las justas demandas de las reivindicaciones sociales.
Porque faltaban $30 para comprender que nuestra agua no era nuestra, que nuestra luz no era nuestra, nuestras carreteras no eran nuestras,
nuestros ahorros no eran nuestros, nuestras vidas no eran nuestras…
Porque faltaban $30 para que la muerte, los destrozos y la violencia volvieran a nuestras calles. Porque faltaban $30 para que pudiéramos ser testigos nuevamente de la mal recordada película “Represión callejera, el regreso”.
Si (
No(
