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Berlanga de Duero, tierra de frontera
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Berlanga de Duero, tierra de frontera

Por Jesús Caraballo –Miembro de FEPET

viernes 19 de mayo de 2017, 11:07h

19MAY17 – MADRID.- La localidad soriana atesora un rico patrimonio, en el que destacan la Colegiata, el castillo, el Palacio Ducal, la Plaza Mayor y la cercana Ermita de San Baudelio, “Capilla Sixtina” del arte mozárabe. Berlanga de Duero, al sur de la provincia de Soria, está situada en plena frontera, tierra de conquista largamente disputada entre los reinos cristianos y los invasores musulmanes. De ese pasado, la villa ha mantenido magníficamente conservado un rico patrimonio, que nos retrotrae al medievo y que le ha valido a la localidad la distinción como primer conjunto histórico artístico de la provincia.

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Es, además, cuna de Fray Tomás de Berlanga, sin duda, su hijo más ilustre, tercer obispo de Panamá, que ya hace cinco siglos imaginó un canal que uniera por el istmo el Océano Atlántico y el Pacífico, y descubridor de las Islas Galápagos (Ecuador).

El entramado de calles, sembrado de casas señoriales con sus escudos nobiliarios que acreditan su esplendoroso pasado, tienen un claro sabor medieval. La Calle Real permite ir guiando nuestra visita a los edificios históricos de la localidad Y dónde mejor que iniciar nuestra visita en la Plaza Mayor, uno de los mejores ejemplos de plaza castellana de la provincia de Soria, de planta cuadrangular y toda ella porticada, con pilares de madera sobre base de piedra.

La primera escala será en uno de los edificios más emblemáticos del municipio, la Colegiata de Santa María del Mercado –Monumento Nacional desde1931-. Fue construida en apenas cuatro años (1526 – 1530), por uno de los arquitectos más importantes de la época, Juan de Rasines. La obra fue encargo de los señores de Berlanga, María de Tovar e Íñigo Fernández de Velasco, quienes querían con este magnífico monumento que sobresale entre el resto del caserío resaltar a su linaje. El espíritu impulsor de la iniciativa era claramente renacentista.

También de esta época –estamos en el siglo XVI- es el Palacio Ducal, mandado construir por los marqueses de Berlanga y condestables de Castilla, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura palaciega renacentista. Fue residencia de nobles y reyes, hasta que en la Guerra de la Independencia, fue destruido por los franceses, manteniéndose sólo la fachada.

Justo detrás, sobre un cerro y retrotrayéndonos en el tiempo, se erige el castillo, rodeado por unas bien cuidadas murallas, de cuyos cinco accesos que tuvo en su tiempo, se conserva la Puerta Aguilera. De origen islámico, como fortaleza de tierra de frontera, alberga un castillo señorial (siglo XV), levantado en tiempos de Luís Tovar, y una fortaleza artillera, promovida por María de Tovar.

Enfrente del Palacio, se erige una estatua en memoria de Fray Tomás de Berlanga (1487 – 1551). Y es que en la cuna de este insigne religioso, maestro del famoso Bartolomé de las Casas, y entre cuyos méritos está el de ser introductor del plátano en América y del tomate y la patata en Europa, no puede dejar de visitarse su casa natal.

Por otro lado, la aljama o antiguo barrio judío de Berlanga de Duero es uno de los más importantes de la provincia y mantiene el trazado medieval de sus calles, si bien, no ha llegado hasta nuestros días la sinagoga que seguramente tenía.

Además del Rollo gótico que da la bienvenida a la población, justo al lado de la Ermita de la Soledad o Ermita del Humilladero (siglo XVI), merece la pena conocer el resto del patrimonio religioso de Berlanga de Duero: el Hospital de San Antonio y Ermita de la Virgen de las Torres, y el Convento de las MM. Concepcionistas.

Asimismo, es imprescindible la visita al Centro de Interpretación de San Baudelio, lo cual, no excusa, al término de nuestro periplo por Berlanga, acercarnos a la vecina población de Casillas de Berlanga, a ver el original, la Ermita de San Baudelio de Berlanga, una auténtica joya, considerada la “Capilla Sixtina” del arte mozárabe. La sencillez de su exterior esconde el hermoso tesoro de sus frescos, que pese al expolio que sufrió a principios del XX y que determinaron que parte de sus pinturas terminaran –como en tantas ocasiones-, en museos estadounidenses, ávidos de la Historia de que carecen, aún nos da idea de la belleza de la Ermita.

La visita no puede concluir sin dar buena cuenta de la contundente gastronomía castellana propia de la comarca, para reponer fuerzas, regada, cómo no, con buenos vinos de la Ribera del Duero.

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