Terceira, la Isla Festiva (I)

Desde Lajes en el norte, donde se ubica el aeropuerto, hasta la capital Angra do Heroísmo, en el sur, vemos verdes prados separados por muros construidos con piedra volcánica, donde comen o descansan muchas vacas, origen de una de sus mayores riquezas: las industrias láctea y cárnica.

La capital, cuyo nombre tan sonoro e impactante le fue otorgado por su defensa de la libertad contra el intento de absolutismo en la primera mitad del siglo XVIII, es una pequeña ciudad de 35.000 habitantes, muy cómoda y agradable de recorrer a pié. Declarada por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad, sus calles y edificios nos trasladan al siglo XVI. Aunque muy dañada por el terremoto de 1980, se ha reconstruido con gran fidelidad, tanto sus casas como las calles. El pavimento por donde circulan los vehículos (únicos elementos que rompen el encanto de hacernos creer que hemos retrocedido cinco siglos) no es de moderno asfalto sino de adoquines; y las aceras no son de losetas prefabricadas, sino de piedras que normalmente forman dibujos, siempre diferentes de una a otra calle. Un auténtico disfrute visual.

Todo ello se rompe en el interior de la catedral donde las obligadas estaciones del Vía Crucis, normalmente representadas por simples cruces o figuras claramente vinculadas con la Pasión de Cristo, se transforman en pinturas surrealistas que, es un juicio personal, no mueven al sentimiento religioso y en algunos casos provocan espanto. Pero por lo llamativo de las mismas creo que deben de verse y que cada uno saque sus propias conclusiones.

Muy diferentes son el resto de las iglesias. De entre ellas la del Carmen, y sobre todo la de la Misericordia, pintada en un llamativo color azul y que era la primera visión que tenían los marineros que arribaban a su puerto. Especialmente de los galeones españoles que hacían escala cuando volvían de América cargados de riquezas, objeto de la codicia de piratas de diversas nacionalidades, pero sobre todo ingleses. Para proteger la bahía, Felipe II, que unió los reinos de Portugal y España entre 1580 y 1640, mandó edificar el

Castillo de San Felipe, única construcción española de la isla y actualmente recinto militar, pero visitable.

Está situado en la unión de la ciudad de Angra do Heroísmo con el Monte do Brasil, un antiguo volcán extinguido que actualmente sirve de zona de esparcimiento y constituye una magnífica atalaya para admirar la parte sur de la isla. Como el Castillo de Sao Sebastiano, protector de la bahía por el lado este que hoy es Pousada, el equivalente a nuestros Paradores.

Terceira, llamada así por ser la tercera isla del archipiélago que se descubrió, es la más alegre y festiva de las nueve. Hay fiestas programadas como los carnavales o las Sanjoaninas en honor de San Juan, con toros en plaza o ensogados por las calles, y desfiles de los azoreños ataviados con sus brillantes y multicolores trajes típicos. Pero es tal la alegría de sus moradores que en ocasiones improvisan una fiesta por cualquier motivo. Por eso no se sorprenda si durante su estancia se ve envuelto de gentes que cantan y bailan. Únase a ellos con la seguridad de que será bien recibido y contágiese de su alegría. Le aseguró que siempre tendrá un recuerdo imborrable.

Como lo tendrá de su gastronomía. No deje de probar los diversos pescados de sus costas, preferiblemente grelhados (asados a la parrilla) y las lapas, un molusco monovalvo que vive adherido a las rocas batidas por el mar. Y si es carnívoro o prefiere un plato más contundente, la alcatra, normalmente de carne de vaca guisada en una espesa salsa con diversos ingredientes. Todo regado con un vino isleño, de los que puede conocer y probar en el Museo del Vino en Biscoitos al norte. Para terminar, Torta de Doña Amelia. Con esos platos le aseguró que quedará satisfecho su paladar y saciado su estómago.

Esta isla, de la que se ha dicho que es un portaviones anclado en medio del Atlántico tiene muchas más cosas que ofrecerle. Los Imperios en homenaje al Espíritu Santo y fenómenos geológicos que impresionan. De todo ello les hablaré en un próximo reportaje. Hasta pronto pues.