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Grandes Voces Hispanoamericanas (VI)

Antonio Machín: Uno de los grandes del Bolero

Antonio Machín, un 'grande' del bolero
Antonio Machín, un "grande" del bolero
Por Juan Ignacio Vera (*)
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Cuando algún día se escriba la historia del bolero, ese género musical que ha sobrevivido a todas las modas y cambios en los gustos de varias generaciones, sin duda el nombre de Antonio Machín deberá escribirse con letras de oro.

Antonio Machín y sus célebres maracas...
Antonio Machín y sus célebres maracas...
Antonio Machín en una foto promocional
Antonio Machín en una foto promocional

Considerado como uno de los mejores exponentes de la canción popular cubana durante más de tres décadas, Antonio Machín debió sortear muchas dificultades antes de conocer el éxito y entre ellas, el hecho de ser de raza negra (su madre era una cubana de color) en un mundo donde aún no había llegado la hora de los grandes astros de color en el mundo del espectáculo.

Los primeros años

Antonio Lugo Machín nació en una pequeña localidad de Cuba. De padre gallego (José Lugo Padrón) y madre mulata (Leoncia Machín), fue uno de los 16 hijos de una modesta familia en la cual todos sus miembros debieron desde temprana edad, trabajar para ayudar al sustento de tan numeroso grupo y Antonio no fue la excepción ya que con apenas 7 años, ya hacía pequeños encargos y recados en el vecindario para ganar algún dinero y ayudar así, a la difícil situación económica familiar, aunque nunca abandonó la escuela.

Dotado de una buena voz, llamó la atención del párroco del lugar quien lo integró en el coro de la iglesia. El mismo párroco le propuso que cantara el Ave María de Schubert en una fiesta. Fue un éxito, y se hizo muy popular en su pueblo natal. Esas interpretaciones de piezas clásicas despertaron en el niño su afición más tarde por la ópera, que nunca llegó a desarrollar dada su condición de niño pobre en una Cuba de principios del siglo XX donde por aquella época, no había ninguna facilidad al alcance de un estudiante que además de pobre, era de color. Antonio Machín siempre proclamó su admiración por el gran cantante italiano Enrico Carusso,

En tal situación su única posibilidad era el cancionero popular y así, comienza a desarrollarse su vocación de cantante contra la opinión de su padre que estimaba a los músicos como gente poco seria y a la profesión de artista, como una opción sin futuro. Por suerte, Machín contaba con el apoyo discreto, aunque decidido, de su madre, mujer alegre que, convencida del talento musical de su hijo, no dejaba de animarle.

Antonio canta en serenatas y fiestas. Se escapa varias veces de casa y otras tantas se ve obligado a regresar hasta que, cumplidos los veintidós años decide, como muchos músicos cubanos de entonces, buscar en La Habana la oportunidad de darse a conocer.

El comienzo de su carrera

Los comienzos en La Habana fueron especialmente difíciles y para sobrevivir, debió trabajar en múltiples oficios tales como mozo de recados, cargador y albañil.

En esa época, conoce a un guitarrista llamado Miguel Zaballa, conocido trovador y artista de serenatas, Zaballa, admirado por la calidad vocal de Machín, le propone formar un dúo y cantan en distintos centros nocturnos y en la radio, donde lo escucha Don Aspiazu, quien con su orquesta amenizaba las noches del más famoso cabaret de la época: el Casino Nacional. Es así que Machín se convierte en el primer cantante negro en una orquesta de blancos, en un lugar donde asistía lo más selecto de la sociedad habanera y también adinerados visitantes extranjeros.

Nueva York

En 1930 se va con la orquesta de Aspiazu a Nueva York para actuar en el Palace Theater de esa ciudad, donde interpreta El manisero, la famosa obra de Moisés Simons, que en poco tiempo se convierte en un verdadero éxito en Estados Unidos. Llega a vender un millón de discos y graba más de 200 temas con la RCA.

En 1933 funda la Orquesta Machín, compuesta por cubanos residentes en Nueva York y luego crea el Cuarteto Machín en 1934, con Machín como cantante, con sus inseparables maracas. El éxito le sonreía, pero su espíritu aventurero le hace viajar a Europa.

Sus comienzos en Europa

Se dirige primero a Londres, donde su interpretación del Lamento esclavo de Eliseo Grenet es muy aplaudida y después se va a París, ciudad en la que triunfa con el espectáculo de Moisés Simons, La Noche de los Trópicos.

En París forma su propia orquesta y sigue cosechando éxitos, a los que se suman los que obtiene en Alemania, Suecia, Holanda, Italia y Rumania.

Estando en París comienza la Segunda Guerra Mundial y decide viajar a España, confiando en que todo pasaría pronto y en breve tiempo podría regresar.

España

En España donde en principio vino sólo para conocer la tierra de su padre y tomar unas vacaciones, pronto se le acabó el dinero y lo pasó francamente mal pero Machín era un hombre de mucho tesón, no le arredraban las dificultades y cantaba dondequiera que lo contrataban. Seguía siendo exigente con su trabajo, con los músicos, con su repertorio.

Atento a la obra de los nuevos compositores allá en su Cuba lejana, incorpora a su repertorio -que ya contaba con preciosas canciones de creadores como Isolina Carrillo (Dos Gardenias), Julio Brito (Mira qué eres linda) o Nilo Méndez (Aquellos ojos verdes)- temas de autores como Osvaldo Farrés (Madrecita; Toda una vida), Adolfo Guzmán (No puedo ser feliz) y Orlando de la Rosa (Anoche hablé con la luna).

Angelitos Negros

La fama en España la alcanza definitivamente en 1947 con una canción compuesta por el mexicano Manuel Álvarez ³Maciste sobre unos versos del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco. Con “Angelitos Negros”. Machín sentía muy dentro la injusticia de esa discriminación que, por fortuna en España. nunca sufrió.

En 1950 España comienza a progresar y el éxito continúa acompañando a Machín que se ha hecho muy querido en el país. En los años 60 –como se sabe-, llega la arrolladora irrupción de la música anglosajona pero curiosamente España, permanece un poco al margen de las nuevas tendencias musicales y Antonio Machín continúa manteniendo las preferencias del público incluso del más joven, que no deja de bailar al son de sus canciones más conocidas

Durante casi cuatro décadas, desde 1940 hasta 1977, -cuando fallece en Madrid-, Machín, el músico infatigable, el cubano trasplantado que continuó ofreciendo su arte inalterable como el primer día -siempre fue fiel al estilo que lo caracterizaba-, siguió triunfando a pesar de los años transcurridos y con una popularidad que hoy, a más de 30 años de su muerte, le mantienen vigente en el género de la canción popular.

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