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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XIX)

Por Quino Moreno

sábado 07 de marzo de 2015, 02:40h
Yo, El Azafato (XIX)
Yo, El Azafato (XIX)

De cómo sobreviví a la entrevista con mis suegros…

El capítulo anterior terminó en que Margot y yo nos armamos de valor aprovechando un evento que había en su casa, para decirles a sus padres la nueva buena de que iban a ser abuelos. Os puedo asegurar que en mi azarosa vida en el mundillo aeronáutico, con varios sustos a cuestas, no me había sentido más nervioso como en aquellos momentos. Cuando Margot pulsó el timbre de la puerta, me dieron unas ganas de salir corriendo y dejarla sola ante el peligro y menos mal que no me respondieron ni las piernas en ese momento.

Y se abrió la puerta y nos encontramos rodeados de estrellas de altos mandos militares e incluso creo recordar, que se encontraba en aquella fiesta, hasta un ministro. Yo nunca he sido de piernas atléticas pero se me antoja que en aquellos momentos eran dos palillos de dientes que casi no me podían sujetar del temblor que tenía. La verdad que si no llega ser por la sangre fría de Margot, no se que hubiera pasado pero seguro, hubiera salido por patas.

Empezaron las presentaciones y la verdad que me fui reponiendo porque el trato fue de lo más cordial. Además, aquel día yo iba como un pincel y en aquella época yo tenía mis cositas; no es que fuera guapo, pero si resultón y sabia que no iba a desentonar. Este, el desentono llegó al filo de la madrugada cuando comenzaron a irse los invitados y nos sentamos frente por frente a los padres de Margot. Para limar asperezas nos presentamos como que ya hacía tiempo que llevábamos una relación formal. Desde el primer momento, la que hoy es mi suegra, me miraba como preguntándose el cómo su hija había sido capaz de emparejarse con un azafato. Estaba visto que no era el partido que estaban esperando para ella pero lo que es, es y teníamos que afrontarlo. Me vais a perdonar que me ponga cursi, pero es verdad que el amor lo puede todo y defendiendo ese amor, estábamos dispuestos a todo incluso a que nos echaran que fue más o menos, lo que pasó, cuando contamos lo del embarazo y lo que siguió, que fue lo peor. Lo del embarazo se llegó a una solución: habría boda de alto copete a pesar de mi condición pero cuando me envalentoné y dije que no era posible porque estaba separado y tenía dos hijos, a partir de ese momento sólo me acuerdo que nos vimos en la calle corriendo para que no pasaran las cosas a mayores.

Vivíamos en un piso que había comprado Margot en Canillejas, cerca del Aeropuerto, y enseguida nos adaptamos al barrio porque aún siendo humilde, era de los más familiar, y a causa de nuestro trabajo siempre comíamos en un bar justo enfrente de casa: en el Bar Segovia al que todavía de vez en cuando, he ido aunque ya no están sus antiguos dueños, Eugenio y Juli con quien tuvimos una gran amistad incluso hasta hoy en día, seguimos en contacto.

Allí vivimos unos cuantos años porque siempre ha sido como muy nuestro. Teníamos muy buenos amigos, y para algunos de ellos era muy novedoso sobre todo cuando nos veían de uniforme.

Un día hablando con Eugenio y el Papi que así llamábamos al director de noche del Hotel Barajas -ya que era el más mayor y tenía el pelo blanco- y que era buena gente aunque cuando se tomaba dos copas comenzaba a acordarse de que había estado en la división azul (se que esto va con Mayúsculas, pero me vais a permitir que lo escriba así, pues me da no se que magnificarlo) y nos pegaba una charla del frente ruso que lo teníamos que dejar solo: La verdad sea dicha, muchas veces le tirábamos de la lengua; era soltero pero dos veces al mes, se iba a la calle Serrano a que le dieran un masaje tailandés. Pues bien, como decía, hablando con ellos me contaron que había unos señores que iban por el barrio preguntando por Margot y por mí. Como os podéis imaginar, en ese barrio sólo teníamos amigos los cuales nos consideraban una pareja muy unida. Con el tiempo, Papi nos contó que eran detectives privados que nos había puesto el padre de Margot pero esto nunca se lo preguntamos. Se que los detectives se fueron aburridos ya que no podían rellenar un expediente que no fuera con todas las flores que nos echaban los amigos del barrio y perdón por la arrogancia.

Como siempre, todo los malos tragos se terminaron en cuanto Margot entró en el hospital para dar a la luz (me encanta esta frase), la familia entera compartió el alumbramiento de Quinito con inmensa felicidad empezando por mis suegros, que más tarde ejercían de abuelos cuando Margot y yo volábamos en líneas de muchos días sobre todo en verano, cuando se lo llevaban a Mallorca.

Las pasé canutas para formalizar la relación con Margot incluso cuando vino el divorcio y aunque con mi ex esposa cívicamente compartíamos a José Antonio y María -que así se llaman mis hijos- y en ese aspecto no había problemas, excepto porque le dieron plaza de maestra en Villa del Prado, las palizas de coche para verlos eran tremendas, y referente al divorcio, pasaron años para que me lo concediera. Quiero pensar que fue por las prebendas que tenía en Iberia con los billetes o no se porqué, pero fue un caballo de batalla que se nos hizo muy desagradable. Después de mucha lucha y cuando ya Quino tenía casi ocho años, nos casamos con Margot y nuestra Luna de Miel, fue llevarlo a Orlando a Disney World. Anteriormente habíamos estado con José Antonio y María y ahora, le tocaba a él.

Referente a Iberia, volábamos con Nicolás y con un segundo al que Nicolás apodó el Moro por su condición de melillense y como sería, que cuando alguien nos preguntaba por Jorge -que así se llamaba- dudábamos en que si se trataba del mismo. Unas de las anécdotas que cuento mucho es la que ocurrió durante un vuelo a Londres y que a la vuelta, hacía una escala en Málaga; en el embarque entró un equipo de fútbol inglés, (me acuerdo del nombre pero prefiero omitirlo ya que es uno de los buenos, de la Premier), con sus jugadores y directivos completamente borrachos: Como futbolero que soy, no daba crédito de lo que estaba viendo pero el colmo, fue cuando empezaron a arrinconar a las compañeras de turista. En aquel momento me acordé de la sueca Rosa, que se hubiera puesto a dar tortazos como loca pero mis compañeras no eran Rosa. Los deportistas se subían en los asientos voceando que querían bebidas y cuando entré en cabina, tenía que tener la cara descompuesta, porque Nicolás me dijo “joder Quino ¿has “potao” los whiskies de anoche”? Le dije que no estaba la cosa para chanzas y le rogué que saliera para que viera lo que estaba pasando. No tardó ni medio minuto en llamar al Jefe de Escala para exigirle que bajara al equipo de fútbol. Aquello se llenó de gente nada más escuchar la decisión de Nicolás. Yo me cerré en banda apoyando sus argumentos ya que con ese pasaje en esas circunstancias, era peligrosísimo volar. El tema era muy peliagudo porque el equipo iba a participar en el Torneo Costa del Sol y tenían que viajar si o si pero por mucho que le suplicaron a Nicolás se cerró en banda y tuvieron que desalojar el avión. En ese momento pensé: con las putadas que ya nos hacían los Ingleses obligándonos a llenar formularios de aduana, declaración personal, un protocolo asqueroso y todo por causa del régimen de Franco, así que por ese lado, nosotros habíamos ganado el partido: España 1 Inglaterra 0. Después nos enteramos en Málaga que llegaron al día siguiente para participar en el Torneo.

En Madrid, y como Nicolás escribía en el diario Pueblo y yo ya hacía mis pinitos en radio en Radio Centro que era también del periódico, frecuentábamos la Discoteca Long Play en su parte de Pub. Allí nos reuníamos, con la cuadra de Emilio Romero, con excelentes periodistas, como Raúl del Pozo, José Mª García, Cándido, Yale, Alfonso Navalón, .Mari Carmen Izquierdo, Paco Galindo, Herminio Verdú y algunos más que ya no me acuerdo. Una noche coincidimos con un amigo de Cándido y que al día siguiente iba a Sevilla en el último vuelo de la tarde y la casualidad quiso que ese vuelo lo hiciéramos nosotros. La cuestión era que el hombre le tenía pánico a volar, pero le persuadimos que nunca iba a tener una oportunidad más clara para perder el miedo ya que nada menos, coincidiría con el Comandante y el Sobrecargo, es decir ahí es ná...

Y llegó el vuelo al día siguiente: Incluso, me fui a buscarlo al embarque para que se viniera al avión conmigo y cuando llegamos al avión Nicolás le dijo que iba a hacer el vuelo en cabina y que así, se le iba a quitar el miedo definitivamente: Y en el fondo y en la forma es verdad ya que es remedio de santo para perder esa aprensión a volar pero os aseguro que este no fue el caso. Durante el vuelo yo le serví un café y lo vi totalmente relajado, pero cuando llegó la hora del desembarque y salió de cabina, su cara se me antojaba la de un zombi que hubiera salido de su caja. Casi lo tuve que ayudar a bajar la escalera viendo las caras del Moro y de Nicolás y enseguida me di cuenta que le habían hecho una putada y que fue la siguiente: en pleno aterrizaje y estando a la vista la pista, Nicolás le pegó un grito al Moro acusándole de que no había sacado el tren de aterrizaje y en ese momento montaron un simulacro de pánico momento en que el tío casi se desmaya. No se como fue la cosa, pero os juro que ese tío no apareció más por Long Play y de todas formas, cuando veíamos a Cándido, nos escondíamos…

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