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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XVIII)

Por Quino Moreno

martes 24 de febrero de 2015, 19:25h
Yo, El Azafato (XVIII)
Yo, El Azafato (XVIII)

Más Experiencias De Vuelo…

Una de las experiencias más desagradables que he pasado en un vuelo fue en una ocasión en que llevábamos a bordo a un enfermo epiléptico y que no venía acompañado, aunque si portaba todos los requisitos médicos para realizar el viaje e incluso, el coordinador nos dio unas pastillas para que en caso le diera un ataque a bordo, se la metiéramos en la boca de la forma que fuere.

Y menos mal que estábamos advertidos porque pasando el carro de las bebidas, este pasajero pidió un vaso de agua creo recordar y cuando mi compañero fue a dárselo le cogió la mano y en ese momento, le vino un ataque y un dedo de mi compañero fue a parar entre sus dientes con tal fuerza, que por mucho que intentamos aflojar el mordisco era imposible. Ya sabéis lo escandalosa que es la sangre y el dedo de mi compañero, empezó a sangrar y el panorama se antojaba dantesco ya que a primera vista parecía que le estaba comiendo el dedo debido a la sangre que al pasajero le caía por las comisuras de los labios. En ese momento, que fue menos de medio minuto -aunque a mi me pareció una eternidad-, fui por las pastillas que me había dado el coordinador en tierra, y una vez con la pastilla en la mano, la pesadilla continuó ya que era imposible abrirle la boca pues la tenia cerrada con el dedo de mi compañero entre sus dientes. Entonces mi compañera con buen criterio, me trajo un cuchillo para que hiciera de palanca en su dentadura y esa, fue la solución.

Una vez que dejó un pequeño hueco entre los dientes, mi compañera le pudo introducir la pastilla e hizo su efecto inmediatamente o al menos eso me pareció a mí con toda la preocupación del momento. El hombre se relajó y entonces pudimos auxiliar a mi compañero ya que el pobre amén de tener el dedo desgarrado, tenía la cara blanca del susto pero le cambio rápidamente tras un chupito de whisky que le arreamos.

Como las cosas van de experiencias, otra fue ya volando con Nicolás cuando me llamó a cabina en plena aproximación y me dijo: “mira ver si está el tren de aterrizaje abajo”. Al principio creí que estaba de cachondeo, y le dije: “Joder Nico que la novata es la azafata y hasta ahí no voy a llegar” a lo que de inmediato replicó: “Vete a la fila 14 y levanta la moqueta” y ya no me tuvo que decir nada más puesto que me acordé que en esa fila, había una especie de ventanilla que por mediación de un sistema de lupa permitía ver si el tren de aterrizaje estaba fuera. Con la compañía del segundo y con el espanto de los pasajeros de esas filas que no sabían que hacían dos tíos en el suelo quitando la moqueta del avión, vimos que el tren estaba fuera aunque no se veía en su totalidad pero si algunas de las ruedas. Luego me enteré que en estos casos en los que el chivato de cabina no daba el tren de aterrizaje fuera era también obligatorio, pasar dos veces por encima de la Torre de control para su visualización. Una vez el problema resuelto y como estábamos en aproximación, en las voces de aterrizajes no dije nada pero sí en el desembarque. Los pasajeros que iban sentado cerca de donde levantamos la moqueta me frieron a preguntas. Las cuales obviamente no contesté.

Por fin Nicolás terminó su curso de Comandante en las Islas y una vez en Madrid, se puso en contacto conmigo, para que fuéramos a flota a pedir volar juntos y yo aproveché y convencí al programador para que pusiera a Margot en la misma tripulación y así fue que hicimos una tripulación que estuvimos juntos bastante tiempo hasta que a Margot la pasaron al Airbus y encima, destacada seis meses en Las Palmas pero yo seguí volando con Nicolás muchos años más.

También por ese tiempo, nuestro colectivo empezó a moverse en plan sindical camuflado en la Cooperativa de Auxiliares de vuelo. Juan Santiago que fue su presidente, hizo una labor encomiable en pos de los derechos de los tripulantes de cabina ya que en el fondo y en la forma, la mayoría del colectivo incluso el femenino se hicieron cooperativistas y como dice el refrán, la unión hace la fuerza.

En aquel tiempo de sindicatos verticales, era mucho mejor estar unidos aunque fuera bajo el manto del cooperativismo. La primera sede que tuvimos fue en la calle Velásquez pero más tarde se compró una finca en Algete la cual todavía hace las funciones como sitio de ocio-deportivo para los que quedan de la cooperativa porque con los nuevos tiempos, la gente nueva no se afiliaba a nada pero a nosotros sí nos sirvió en su época para negociar con la Compañía muchas mejoras que nunca hubiéramos podido obtener de manera individual. Entre ellas por ejemplo, negociar los días libres, participar en la configuración de los servicios a bordo e incluso, en los comités de compra de venta, menús, elección de hoteles y sobre todo, en el tema de las programaciones de líneas y días de descanso. También creamos una publicación que se llamo Nuevas del Aire donde volcábamos las inquietudes del colectivo y se repartía en todas las dependencias no solamente de Iberia, también en AVIACO y en las distintas direcciones de las dependencias de la Dirección General de Aviación Civil. Después de la nuestra, los pilotos hicieron la suya e incluso el colectivo de Mecánicos de Vuelo hizo también la propia.

La verdad que fue un verdadero acierto. Hacíamos charlas y coloquios con gente de todos los sectores: artistas, políticos, dirigentes de la compañía, y recuerdo una muy especialmente, y que fue con los supervivientes del accidente de Los Andes sobre todo, con Fernando Canessa cuyo primer vuelo después de esa terrible experiencia, la hizo con Iberia desde Santiago de Chile y en esa charla, nos dijo como se pudo recuperar del miedo que sintió subiendo la escalera del avión y que a punto estuvo de salir corriendo y cuanto le agradeció a la tripulación que lo trajo a Madrid, el comportamiento para quitarle ese temor y miedo de estar otra vez volando. Esa fue su primera charla a partir de ahí. Fueron miles las que dio alrededor del mundo hasta que se hizo la película “¡Viven! El Milagro de Los Andes” que narró toda la odisea vivida pese a que en esa primera charla-coloquio, dijo que nunca se haría.

Cuando vino la Democracia, la Cooperativa se quedó en una Finca en Algete, donde jugábamos al tenis, hacíamos barbacoas, reuniones y sobre todo, una fiesta anual que era un acontecimiento ya que venían invitados de todas las clases, auspiciadas por los catering, proveedores de bebidas, Coca Cola, -uno de los artífices de la fiesta- era la encargada de traer la orquesta y algún que otro cantante. El catering para tantas personas lo daba José Luis que estaba muy unido a nosotros ya que algunos le hacían favores llevándole materias primas españolas a sus restaurantes de México. Montreal y Miami. José Luis fue el primer restaurador -sin ser cocinero- que dio a conocer la tortilla de patatas fuera de España.

Como decía, cuando vino la Democracia los que antes estábamos unidos por el cooperativismo, nos desunimos por lo político como siempre: derechas e izquierdas y se creó un sindicato de derechas más bien vinculado a los pilotos pero la mayoría seguimos la estela de Juan Santiago que optó por la UGT de VUELO Unos pocos se fueron con CC.OO pero la que tuvo la hegemonía durante muchos años, fue UGT-VUELO aunque ahora mismo la verdad, no se que tipo de sindicato será el que lleve la voz cantante: Lo mismo, ninguno.

Y luego, pasó lo que tenía que pasar: Margot se quedo embarazada y aunque vivíamos prácticamente juntos, sus padres ni me conocían ya que había muchas noches que dormía en su casa. Y entonces, ¿cómo dar la cara?...pues, echándole valor y así Margot, fue preparando el terreno para ver el día D más oportuno y ese día llegó en el nombramiento de su padre, como General Gobernador Militar en Zaragoza. En ese día, habría mucha gente en su casa ya que darían una fiesta y nosotros llegaríamos cuando los invitados se hubieran marchado para darle las felicitaciones del caso y a la vez, mi presentación oficial y la buena nueva, así todo de un golpe.

Yo iba –si he de ser sincero-, acojonadito. Yo, que había sido militar con los americanos, que llegué casi a sargento especialista, me tenia que presentar ahora a un Teniente General con rango de Capitán General y Gobernador Militar de Zaragoza y encima, de Aviación. En mi fuero externo yo no decía nada pero en mi interior pensaba que íbamos los dos a la puta calle de Iberia: Bastaría una llamada de teléfono. Cuando llegábamos al portal, me temblaban las canillas y… no vais a saber más hasta el próximo capítulo....

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