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REFLEXIONES

¿Siguen siendo “Vacaciones” las Vacaciones?

Por MAFER - desde Santiago de Chile

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Ya poco se descansa cuando uno viaja con niños. En mi infancia ansiaba la llegada de esos viajes de vacaciones. Actualmente ansío el día de retorno.

Analicemos un día de veraneo.
La primera escaramuza, ocurre al despertarlos e intentar levantarlos. Pasada largamente la media mañana, se sale a caminar, o según el sol que acompañe la jornada, llegaremos hasta la playa. Más tarde, una pasada por el sector comercial del lugar, para hacer algunas compras (siempre faltará algo para cocinar). De vuelta a casa, no se percibe ninguna intención espontánea por ayudar a mamá con los preparativos del almuerzo, ni mucho menos después a lavar la vajilla. Luego una comida reponedora y con suerte una breve siesta, porque a las 4 de la tarde los niños ya les insistirán en bajar rápido a la playa.

Una vez junto al mar, olvídate de leer el periódico o un libro, porque el tiempo se te pasará acompañando a tus vástagos en sus actividades. Tendrás que ir a bañarte con la mayor, luego a jugar a las paletas con el del medio y cuando tu lumbago se avecina después de tanto agacharte a recoger la pelotita, deberás gatear por la arena porque el menor te requiere para construir una fortaleza en el borde del mar.

Vuelves extenuado a tu sombrilla, pero en tu lugar encuentras una toalla estilando que fue ocupada por tu hija al salir del agua (por supuesto que la suya la dejó olvidada en el maletero del auto). Cuando pensabas en recorrer ese par de cuadras para ir a buscarla, tu señora al verte dubitativo caminando sobre la calcinante arena, te dirá: “¿por qué antes de acomodarse no va a comprar heladitos mi amor?”. El diálogo es interrumpido por tu hijo más pequeño quien corre para que lo fotografíes junto a la épica fortaleza que construyó, antes que el mar o alguien la destruya.

Después de eso, vuelves con los helados y si no memorizaste bien los sabores encargados, prepárate para escuchar a lo menos la siguiente frase: “no papá, este no me gusta, prefiero un chicle…" (a esa altura añoras estar encerrado en tu oficina, con ese viejo ventilador y un vaso de agua con hielo).

Cuando por fin has logrado tenderte sobre la toalla y cruzar como antaño románticas palabras con tu amada, escuchas de tu hijo del medio “ya pues papy; ¿no me ibas a lanzar penalties?”. Es ahí cuando respondes sólo para zafarte: no; tengo calor, así que voy con la mamá al agua, pero ella dirá “no importa, jueguen ahora, más rato nos bañaremos”… o sea “tu más rato” ya tiene también una actividad asignada.

En fin, vas a los penalties, se van a bañar, pero de vuelta, otra tarea… “mamy, acompáñame al baño” dice tu querida hija.

Pasa un par de horas y no todo es mala suerte, porque el cielo se empieza a nublar y presientes que la febril tarde comienza a tranquilizarse… que equivocado estás. Tu hijo menor dice: “que bueno que se está nublando, porque después de merendar podremos ir a andar en burritos”.

Volviendo a casa verás como son cinco los postulantes al baño y adivina cual será tu turno… el quinto por supuesto. Y para no enfriarte, te ofreces mientras tanto para ir a comprar el pan y agradecida tu señora te dirá: ¿lo acompaño?... y volverás no sólo con pan…

Posteriormente ya bañados y alimentados hay que apurarse en llegar a la plaza, porque cuando empieza a oscurecer se van los burritos y caballos.

Entre las 9 y 10 de la noche, otra vez vuelven a casa para “abrigarse”, y nuevamente a la calle, (en silencio te preguntas: ¿y para que arrendé esta cabaña, si una hospedería habría bastado?). A esa hora los juegos electrónicos, la feria artesanal y el otrora romántico paseo nocturno por la costanera junto al mar reclaman tu presencia.

Cerca de la media noche, por fin el esperado regreso definitivo (más cansado que si te hubiera tocado inventario en tu oficina). Pero sólo alcanzas a imaginar el descanso, porque alguien dirá: “ya, juguemos al naipe”.

A las 2 de la madrugada le das el beso de las buenas noches a tu mujer diciéndole con ironía: mi amor, no sabes con que ansias esperé todo el año por nuestras vacaciones… y ella con un cómplice guiño te responderá: “ya volveremos a la ciudad para que descansemos”…

 

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