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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XIV)

Por Quino Moreno

sábado 10 de enero de 2015, 01:25h
Yo, El Azafato (XIV)
Yo, El Azafato (XIV)

Y ahora… de Sobrecargo…

Siempre a la salida de un vuelo o a la llegada pasábamos a una sala que se llamaba: casilleros, allí recogíamos las últimas circulares, comunicados, e incluso algún correo personal que llegaba a tu nombre, a las oficinas centrales de Iberia. Solía recoger los míos a la vuelta de los vuelos -como casi siempre antes de irnos a casa-, en la furgoneta de tripulaciones, uno de los privilegios que teníamos aquellos que vivíamos en un determinado perímetro dentro de Madrid, que en el fondo y en la forma estaba adaptado al taxi, aunque más adelante se consiguió para los que no vivían dentro del citado perímetro, un plus de transporte y un aparcamiento para los que venían en sus coches así que muchos tripulantes, por comodidad se apuntaron a esto último. De esta forma evitaban ir recogiendo y llevando a otros tripulantes a las puertas de sus casas, con el tiempo que eso conllevaba.

En una de esas visitas a los casilleros, recogí un sobre de programación a mi nombre, cosa que de entrada, me mosqueó, debido a que las programaciones, siempre te las mandaban a últimos de mes. Abrí el sobre y cual fue mi sorpresa, al enterarme de que me cambiaban a mí solamente, toda la programación y figuraba como tripulante único en las líneas que eran todas, a Nueva York.

Lo primero que hice a llegar a casa fue cambiarme y aunque venía de vuelo sin dormir y con cambio de horarios, me fui directo a Flota para saber a que era debido ese cambio, que para mi suponía dejar a mis compañeros y la programación que tenía asignada ese mes con ellos.

Después de hablar con varios coordinadores de mi Flota DC10, nadie me pudo dar ninguna explicación, hasta que un compañero, en el pasillo, y que estaba en mi misma situación, me sugirió buscar en otro sitio y juntos, decidimos bajar a Programación y hablar con nuestro programador, que se llamaba Montero y que era el mismo que me había hecho el favor de programarme los vuelos a Nueva York para ver a mi familia. En ese preciso momento empecé a hilar: me habían metido en esa programación, porque este sabía que allí tenía familia pero, los tiros no fueron por ahí. Conté en capítulos anteriores, que en una revista gremial, “Nuevas del Aire”, escribía artículos de música en una sección que se llamaba QUINO-MUSICA. Pues bien, Ángel Álvarez, que era el famoso presentador del programa musical de Radio Nacional. “Vuelo 502”, fue el responsable del cambio. Había coincidido con él un par de veces ya que era tripulante de cabina, el radio telegrafista de abordo y como ya dije anteriormente, era el único que quedaba en Iberia y hacía más bien, de radio navegante o algo así. Habíamos hablado de mi afición a la música y de que estaba llevando las páginas del tema en la revista, y le comenté el seguimiento que tenía de su programa, y que cuando tenía algún vuelo a USA, siempre buscaba los discos que él pinchaba en su programa. Para no darle más vueltas, el fue quien me reclamó para esa programación, que consistía en vuelos a Nueva York con zapatos, ese era el motivo de que fuera yo solo como tripulante auxiliar, para atender a cabina y en un caso dado, puertas de emergencia.

Montero, que sabía lo de mi familia en Nueva York y encima, que me estaba recomendado para esos vuelos Ángel Álvarez que según Montero, era su ídolo radial musicalmente hablando, (como sucedía con un inmenso número de españoles) ya que la música que Ángel radiaba en su programa era totalmente inédita en España además que pinchaba los mejores hits del mundo y luego, estaba lo de su voz de locutor, completamente alejada de lo que era común y al uso por aquellos años en la radio española. Siempre me acordaré del comienzo del programa que decía: en el morro del jet: hoy os traigo lo mejor… del universo musical. ¡¡Dios mío!!...¡¡Que Voz!!... estoy escribiendo esto y se me están saltando las lágrimas con el recuerdo de Ángel. Conozco a su hijo y cuando no ha mucho tiempo estuve en COPE, haciendo La Hora Blanca, me lo encontraba por el pasillo y siempre hablábamos de su padre. Que me perdone Ángel Álvarez Jr., pero como su padre, tendrá que pasar mucho tiempo para que salga otro profesional como él.

Os diré que todavía, y sabiendo de la noticia del cambio, iba un poco desazonado, pues me costaba mucho trabajo asimilar bien lo de dejar a mi grupo, pero de todas formas el examen para Sobrecargo estaba en puertas y un día u otro, ya fuera más tarde o más temprano, tendría que suceder.

La experiencia de cambiar a los pasajeros por cajas de zapatos, fue tremenda, pero a su vez reconfortante, ya que como único tripulante auxiliar, me acogieron como un compañero más, ya no había esas desavenencias, como en programación normal, desde el comandante, segundo, mecánico y radio navegante, éramos un equipo, cosa que me extrañó, pero tengo que decir que el trato sobre mi persona en esos vuelos, fue encomiable; cuando estábamos juntos que solía ser en los desayunos y algunas cenas, evitaba hablar de cualquier relación con otras tripulaciones técnicas, y además no venían al caso pues hablábamos de todo, menos del trabajo, amén de que Ángel y yo nos perdíamos para comprar discos.

Ángel se conocía todas las tiendas de discos de la City, era increíble. Había veces que nos montábamos en el autobús en la 38, y aparecíamos en el Bronx o el Puerto. A mí en ocasiones, me daba hasta miedo, pues según iba el trayecto, se bajaban los blancos y nos quedábamos solos, rodeados de morenos con pinta de pocos amigos, pero Ángel lo tenía controlado: se conocía hasta a los conductores, y en los barrios de la música negra pura, conocía a todo el mundo, y a todas las tiendas. A veces comprábamos cassetes con grabaciones hechas en garajes, con gente totalmente desconocidas. De esas cintas todavía guardo verdaderas joyas.

Os explicaré ahora, un poco (porque imagino que ya os estaréis preguntando,) el tema de los zapatos. Por aquella época, los industriales de fábricas de zapatos de la zona de Alicante, tenían copado el mercado USA con unos precios que actualmente, ni lo chinos podrían competir ya que la paridad de la peseta con el dólar era irrisoria y la verdad, que la industria zapatera en España estaba en el TOP. Y les cuento que en la Quinta Avenida, había una tienda solamente, de zapatos de INCA (Mallorca).

El motivo de configurar un avión de pasajeros a carga era precisamente, por el tipo de carga que en este caso, tenía que ir por fuerza, en cabina presurizada y en esos años, las bodegas exceptuando una de ellas, no iban presurizadas y la única que había se utilizaba para otra clase de mercancías... Por ello mis pasajeros eran ahora… ¡cajas de zapatos! y, los que íbamos en cabina como yo, éramos responsables del avituallamiento culinario. Os puedo afirmar que comíamos como reyes pues el catering de N.Y., que creo recordar era el Skay Chef, nos daba de comer a la carta yo hacía la comanda en el hotel antes de salir y se la pasaba por fax al catering. Con las decenas de miles de comidas que ese catering servía a Iberia, ¡cómo para no darle de comer bien a una tripulación como la nuestra!.. Con lo que huelga decir que… ¡se volcaban!

Puedo decir que esos casi dos meses que estuve de carguero, (mote que me puso Vicente,) fueron de lo mejor que yo he vivido en Iberia: Podía haber durado más tiempo, pero como me había presentado al curso de sobrecargo, se terminó. Eso si, Ángel con el tiempo, me presentó al responsable de programación de Radio Centro del periódico Pueblo, de Emilio Romero, y empecé a producir un programa nocturno de música al cual llamé Disco Discografía. Lo presentábamos a dúo, cuando yo estaba en Madrid, con otro pedazo de profesional que luego pasó a TV, Ricardo Barahona y era los sábados, un calco del de Ángel pero el nuestro, contaba más la vida del cantante o grupo.

Y empezó el curso de sobrecargo, antes hubo un examen de capacitación que para mi fue chupao, pues unas de las cosas de haber estado con los zapatos, es que todo lo que pedían de normativas y del manual operacional, lo llevaba al dedillo. Dos meses sin atender pasaje me dio para mucho y en los vuelos, siempre le daba un repaso al material que nos dieron para ser sobrecargo.

Empezamos el curso en octubre de 1973 y cogimos otro mosqueo, porque de las ocho niñas que se presentaron, no aprobó ninguna y estuvimos a punto de liarla, pero la asistente social nos tranquilizó y nos dio los motivos los cuales nos convencieron. No recuerdo como se llamaba pero si me acuerdo que estábamos en clase con ella, cuando escuchamos un ruido tremendo y casi puedo jurar que mi mesa se cimbró: al poco rato, entró un ordenanza a la clase para decirnos, que le habían puesto una bomba al coche de Carrero Blanco y de ahí ese estruendo y ruido tan grandes y que sentimos con tanta intensidad ya que nosotros hacíamos el curso en la calle Núñez de Balboa y creo recordar, que la bomba la pusieron muy cerca, en la calle Claudio Coello.

Cuando el ordenanza nos dio la nueva a nuestra profesora, que era psicóloga, todos nos dimos cuenta que se le escapó una sonrisa por la comisura de los labios. Pepito, que lo sabía todo, nos dijo luego que la profesora pertenecía a los 2000. Nunca llegué a saber que era eso y mira que con los años, lo investigué pero tampoco conseguí averiguarlo. Creo que fue un invento de Pepito, aunque quizás algún día daré con la tecla.

El curso pasó divinamente, nos cundió mucho sobre todo con métodos de enseñazas de empresas externas de formación de mandos intermedios, y cuando terminaban los ejercicios, siempre decíamos:

-Estos tíos tenían que estar en el andamio (en nuestra jerga, avión) para que sepan, quienes son los que mandan aquí.

Todos sabíamos que aplicar sus métodos de mando, iba a ser imposible con nuestros comandantes. Yo mismo, los quise usar un día en Las Palmas. En una escala, se nos acumularon 45 minutos de retraso, y les dije a mis compañeras (tres,) que íbamos a pasar un zumo de naranjas a los pasajeros, pues hacía mucho calor y que los pasajeros en ese retraso, iban a permanecer abordo ya que no merecía la pena desembarcarlos para casi inmediatamente, volver a embarcar y que por supuesto, era una decisión del comandante. Entonces, una de ellas me dijo que no la podía obligar a pasar un servicio en tierra; la intenté convencer de que era más por consideración al pasaje que una orden mía. Al final, y acordándome del curso, me impuse, ya que las otras compañeras estaban de acuerdo conmigo y se pasó el servicio.

La ínclita durante el vuelo, le fue con el cuento al comandante, de que yo la había obligado a pasar un zumo y refrescos en tierra y amplió el tema a refrescos así que en la vertical de Cádiz con Huelva, me llamó a Cabina el comandante, diciéndome:

-Que quien era yo para ordenar nada sin consultarle y que me abstuviera en adelante, de tomar cualquier decisión.

Moraleja: un MOJON para los cursos externos para mandos intermedios, (que pena de pasta que se gastó la Madre Iberia)

Pero mi bautizo de sobrecargo, fue de lo mejor. Aunque lo he contado muchas veces, hay gente que no se lo cree incluso, comandantes amigos míos.

Me presenté al comandante diciéndole que era mi primer vuelo de sobrecargo y la contestación fue esta:

-“Ya se que ahora, hay sobrecargos en los aviones pero, no tengo que decirle quien manda aquí y lo primero que voy a dejarle claro es que, cuando yo diga PUERTAS, pase lo que pase, se cierran. No quiero ni medio minuto de retraso”.

Me di cuenta a la salida de Madrid, de los nervios del personal de tierra, porque todo eran carreras, nada más entrar el ultimo pasajero, el coordinador casi sudando, le pasó la hoja de carga y a mi, las pinzas de morro, casi me la tira a la cara el mecánico de tierra. (Las pinzas eran la que se ponían en el tren de morro del avión a modo de freno, y esas siempre, iban abordo y era las que dábamos al personal de tierra nada más abrir la puerta) Desde cabina, estando subiendo la escalera, que el DC9 era autónoma, escuché un grito ¡PUERTAS! así que les dije a mis compañeros de atrás por el telefonillo: ¡Cerrar puertas echando leches!

En Barcelona embarcando, vino una jardinera (autobús que traía al pasaje desde la terminal al avión y/o viceversa) y se acomodó al pasaje con todas las prisas del mundo; pasado un tiempo, le pregunté al coordinador si estaba todo el pasaje y me dijo que faltaba otra jardinera y se fue a por la hoja de carga. Este coordinador, con seguridad, no tenía que conocer al comandante puesto que no se daba las prisas del de Madrid. De repente, escuché la voz del comandante que me dijo ¡PUERTAS! Y me fui para cabina y le dije:

-“comandante”, y hasta ahí no más alcancé a llegar ya que cortándome en seco, me dijo:
-¿Qué fue lo que le dije en Madrid? ¡Cuando digo PUERTAS, se cierran las puertas!
No dando crédito a lo que oía le intenté decir que “el coordinador”… y, nuevamente, hasta ahí no más volví a llegar:

-“El coordinador se va a enterar, es la hora de salida y ni ha aparecido así que, ¡¡ PUERTAS!!

Les dije a mis compañeros que cerraran atrás y yo hice lo mismo pidiendo pinzas, el avión empezó a rodar y yo, a mi compañera, en el transportín le conté la situación y según se lo contaba, abrí la puerta de la cabina y le dije al comandante:

-“¿Puedo hablar?”y sin esperar respuesta le dije:

-“comandante, solamente llevamos la mitad del pasaje, falta una jardinera

En ese preciso momento, la radio desde tierra le dijo lo mismo, así que tuvimos que volver a recoger al resto de pasaje. El segundo, en un momento dado, me dijo:

-“Quino, no te preocupes, se lo merecía y a ti no puede pasarte nada”.

Fueron dos días de línea, que aparte de acordarme de mi madre Magdalena, me hicieron arrepentirme por cometer la estupidez de haberme hecho Sobrecargo...

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