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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XII)

Por Quino Moreno

domingo 28 de diciembre de 2014, 19:48h
La Habana, a comienzos de los 70,'s
La Habana, a comienzos de los 70,'s
Como les dije, el DC8 63 tenía un pasillo largísimo...
Como les dije, el DC8 63 tenía un pasillo largísimo...

Volando en el DC8

Por el año 1971, la Madre Iberia, tuvo su primer encontronazo con el sindicato vertical de la época, con el comité de empresa, y los enlaces sindicales del colectivo de auxiliares de vuelo y los motivos fueron dos puntos a reivindicar: Primero, que los auxiliares femeninos, no fueran despedidas por quedarse embarazadas, y segundo, que cobrasen las mismas dietas por desplazamientos que los auxiliares masculinos.

Como dije en capítulos anteriores, al final de los 60’s, Iberia creció en un 60 o 70% así que el colectivo auxiliar creció muchísimo y como también dije, la figura de la azafata, comenzó a cambiar, desarrollando un trabajo exactamente igual al de nosotros. La única diferencia, era el trato por parte de la tripulación técnica que seguía con el tuteo con ellas y con nosotros, el trato de Usted. Esto tenía su explicación pero en aquellos años, a nadie se le habría ocurrido tildar de puro, duro y auténtico machismo, esta situación absurda. Hoy mismo cualquiera que viera un hecho similar, llegaría de inmediato a esta conclusión pero por aquel tiempo, las cosas eran diferentes.

Mis compañeros del destacamento de Barcelona, como Vicente y Murillo en sus respectivas relaciones se vieron perseguidos y denostados por la natural consecuencia de ser padres, "increíble", decían los comentarios, “azafatas embarazadas de sus propios compañeros, los camareros, por Dios, este país va derecho por el camino del pecado” y todo esto dentro del clima de un sistema de clases creado por la práctica –normal hasta ese momento-, de reclutar a las azafatas entre chicas procedentes de familias ricas y de buena clase.

Y precisamente, por aquí vino el primer encontronazo con la Madre Iberia; pedíamos que al colectivo femenino se la considerase igual en todos los conceptos, y pedíamos que las azafatas, a los tres meses de embarazo, hicieran labores de tierra y una vez cumplidos seis meses después de dar a luz, volvieran al mismo puesto de auxiliar de vuelo y respetando la antigüedad. Como verán, eran dos peticiones de envergadura, para aquel tiempo y por ello, el primero de los puntos de nuestras demandas, costó dos meses de negociación con la compañía pero al final, lo conseguimos pues los colectivos de vuelo de otras compañías europeas se solidarizaron con nuestra demanda y a las finales, creo que por un poco vergüenza de la compañía y la presión mediática que estaba generando la situación, (pues ya había salido la noticia en algunas revistas del sector) nos llevamos el gato al agua. Huelga decir que el segundo punto de nuestras demandas no fue concedido pero ya habíamos conseguido dar un primer paso y éste, había sido muy grande. No olvidemos que todavía estábamos en plena dictadura y El Caudillo aún no pensaba morirse. Vicente y yo lo celebramos con una borrachera épica porque épico fue el logro obtenido.

Como os decía en el capitulo anterior, estábamos a la espera que nos pasaran de flota, a un avión nuevo, el DC-10. Tardamos más tiempo de lo previsto, pues no se que pasó pero según los rumores, el DC-10 fue un avión que daba problemas al principio con una puerta de bodega y tuvieron que retrasar sus entregas a las compañías que los habían comprado.

Durante estos meses, subimos al DC-8-63. Los meses anteriores habíamos volado los dos tipos, DC-8-52 y 63, pero los que estábamos programados y esperando al DC-10, nos pasaron al DC-8 grande, al que le llamaban el Sambobo, y no me preguntéis porqué, ya que nunca lo supe. Eso sí, tenía un pasillo tan largo, que cuando llegabas a la cola ya estabas cansado.

Hicimos en el primer mes, muchas líneas a La Habana, línea que era muy tranquila a la ida ya que solían ir muy pocos pasajeros pero a la vuelta, volvíamos a tope, en su mayoría con los que dejaban salir de Cuba después de ese periodo de dos años cortando caña de azúcar (algo así como una mili) La mayoría eran hijos de españoles e italianos y venían con lo puesto. Les cuento que como en el aeropuerto José Martí de La Habana, no había Catering, ya a la salida de Madrid, llevábamos el pan, embutidos, frutas y bebidas de refuerzo en bodega. Nosotros mismos preparábamos a bordo los bocatas mientras -después del despegue- el pasaje rellenaba los formularios de inmigración para lo cual les teníamos que dar hasta el bolígrafo. Hay que tomar en cuenta que el bloqueo económico a Cuba a comienzos de los 70’s era total. Solo Iberia era la línea aérea que mantenía relaciones con Cuba, no diplomáticas pero sí como una espacie de hermanamiento, que Franco se encargó de vender muy bien a los norteamericanos; a Cuba llegaban compañías aéreas del Este de Europa pero estas, no eran una vía de salida; es más, la mayoría de los aviones rusos eran paramilitares. La estancia en La Habana era penosa, viendo como una ciudad llena de casas señoriales, jardines inmensos, autopistas grandiosas, se había convertido en una ciudad fantasma casi sin luz y desolada; todavía conservaban los anuncios de neón pero apagados, con publicidad de fantásticos coches, bebidas, etc., a nosotros que pernoctábamos en el Hotel Habana Libre, nos daban las habitaciones del primer piso pues las mayoría de los días había apagones y siendo un hotel de casi veinte pisos, de la cuarta planta hacia arriba estaba vacío. Solamente estábamos diez horas y volvíamos a Madrid. Tenías que dejar los dólares que llevabas en la aduana del aeropuerto, te los cambiaban por pesos cubanos: un peso, un dólar y a la salida, si no te los habías gastado, te los volvían a cambiar por los dólares. La verdad es que casi todo lo gastábamos en puros, los cuales nos llevaban al hotel así que en cada viajes, caían cuatro o cinco cajas de Romeo y Julieta o Cohíba.

Y una curiosidad, en el desayuno, lo único que había eran Galletas María y alguna magdalena. El azúcar en el café te la ponía el camarero y no podías pedir más de dos cucharadas. Nunca entendimos el racionamiento del azúcar, siendo Cuba un país eminentemente azucarero. Eso sí, personal de servicio, todo lo habido y por haber. Claro que ganaban poco, pero es que tampoco tenían dónde gastárselo. Puestas así las cosas, en la Cuba de aquellos años el paro no existía, y la ciudad, llena de inmensos carteles con frases revolucionarias (como uno, en el Malecón). “Patria o Muerte”, “Yankis Go Home”. No supe porque los ponían, si para entonces, allí ya no quedaba ni un americano.

Se que con seguridad a estas alturas, ya estaréis pensando en el tema de las cubanas, pero la verdad es que en esa época, era imposible ligar, imposible entrar con una mulata al hotel y las calles estaban llenas de comisarios y cualquiera podía ser un comisario y si a una chica la veían en la calle con un extranjero, se jugaba una temporada en Cayo Coco o cortando caña. No obstante hay que decir que algunos se espabilaron, como fue el caso de Pepito, aunque casi lo pescan dando un pantalón vaquero a un recepcionista que seguro, había hecho la vista gorda.

Les cuento una anécdota de Murillo, -que era muy del Che Guevara y Fidel-, de vuelta un día para Madrid me dijo: “Quino, en cuanto llegue a Madrid quemo los posters que tengo del Ché y de Fidel”. La verdad es que se volvía de Cuba, con una pena tremenda por todo lo visto y eso que como dije antes, sólo estábamos diez horas qué, con el cambio de hora, eran apenas tiempo suficiente para dormir y, vuelta otra vez.

En un vuelo de los que hacíamos a La Habana, tuve mi bautizo de muerto abordo y perdón por la irreverencia ya que a lo largo de los años volando, tuve algunos más que contaré en capítulos venideros.
Hacíamos Madrid-Habana y solíamos salir de madrugada, como a las dos de la mañana y llegábamos también de madrugada, a Cuba. En ese vuelo, venían pasajeros de países satélites de Rusia (nunca entendí porqué en nuestro pasaporte de aquella época, ponía: “Válido para todos los países excepto Rusia y países satélites”, aquello me sonaba a países pululando por la galaxia. Pasando el carro de bebidas con Vicente, un pasajero que iba con su esposa (creo que eran rumanos o polacos), nos pidió un escocés, y se nos había acabado en el carro y yo, iba de frente y Vicente, tenía mucho mejor acceso para ir a cola donde estaba el galley (cocina) y traer otra botella. Como dije antes, este avión tenía un pasillo largísimo, así que Vicente optó por ponerle un DYC, que era lo quedaba en el carro y como lo había pedido con agua, Vicente se lo dio ya servido en la copa y a mí, me tocó echarle el agua. Una vez dado el carro de aperitivos, que así lo llamábamos antes de dar el servicio de comida, un timbre de llamada empezó a sonar con insistencia así que me acerqué y era el matrimonio del whisky y al marido, le había dado algo ya que estaba recostado sobre la ventanilla con una cara malísima. Le pedí a su esposa que se apartara y lo tumbé entre los asientos contiguos. No le encontré el pulso y llamé a mi compañera para que preguntara por el micro, si venía algún médico abordo y llamé a Vicente por si teníamos que hacer el boca a boca. Llegó el médico y tras un breve reconocimiento, nos dijo que lo dejáramos ya que estaba muerto. José Mª lo comunicó al comandante y sin mucho aspaviento, lo llevamos a los asientos de cola y lo tapamos con una manta. No venían muchos pasajeros por lo que el suceso, pasó un poco inadvertido.

Cuando se pasaron los primeros nervios del momento y el fallecido ya estaba en la parte de atrás, cerca del galley, le dije a Vicente:

-“te lo has cargado con el DYC cabrón, ¿que trabajo te hubiera costado venir hasta aquí para coger un escocés?

Le cambió la cara y me dijo:

-“Quino, no seas cabrón; no me digas eso que tu sabes que yo soy muy sensible” a lo que le respondí:

-“tu serás lo que sea pero te lo has cargado”.

Se lo contamos a una de las niñas y me siguió el rollo diciendo:

-“Pero, ¿como se te ocurre darle un DYC?, si padecía del corazón no me extraña que se haya ido al otro mundo”

Lo cierto es que el pobre Vicente lo pasó fatal hasta se le saltaron las lágrimas, pero vino José Mª -pues le hicimos partícipe de la broma- y lo tranquilizó, diciéndole que la esposa le había contado que ya en el aeropuerto de Madrid, le había dado un pequeño ataque, pero que prefirió seguir viaje. A la llegada fue un número: lo bajamos en camilla, pero como no había luz en el aeropuerto, tuvimos que bajarlo a la luz de los faros de la ambulancia que encima, le funcionaba solamente uno. Cosas de Cuba ya que si eso nos pasa en otro sitio o ciudad europea, nos hubieran puesto en cuarentena, hasta saber las causas de la muerte.

(Siguiente capítulo: Nuestro paso al DC-10)

Este tipo de pintadas estaban por toda La Habana a comienzos de los 70's...
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Este tipo de pintadas estaban por toda La Habana a comienzos de los 70's...
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