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Encuentro con Ana María Badell, viuda de Fisac

Imagen de archivo del matrimonio Fisac-Badell
Imagen de archivo del matrimonio Fisac-Badell

Unos meses antes de su fallecimiento en Almagro

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Habla ella de su marido Miguel, “un genio irrepetible”El año 2013, con motivo del Centenario del nacimiento del daimieleño más universal, Miguel Fisac (29-09-1913, Daimiel, 12-05-2006, Madrid), desde el periódico “Las Tablas de Daimiel” quisimos sumarnos a las celebraciones de este aniversario, publicando por meses parte de la única biografía íntima del magnífico arquitecto y que tenía escrita desde el año 1997, el fundador de nuestra publicación, Jesús Sevilla Lozano.

También nuestro subdirector y Cronista Oficial de la Ciudad, Jesualdo Sánchez Bustos, quiso participar en la efeméride con un primoroso artículo, que publicamos en su día, del arquitecto y paisano y de la merecida celebración de dicho Centenario. Durante un año publicamos la novelesca vida humana y artística de Fisac, primero en Daimiel, en donde transcurrió su niñez, infancia y adolescencia, hasta su marcha a Madrid para estudiar arquitectura. Muchos detalles de los primeros años de su vida quedaron al descubierto en las páginas de nuestro periódico local, hasta el momento que supimos de la publicación de este nuevo libro que viene a completar un espacio único en el panorama cultural daimieleño, haciendo justicia a uno de los arquitectos más importantes del pasado siglo en nuestro país. Sin embargo, quisimos también conocer el lado humano del daimieleño, y por ello hace pocos meses nos pusimos al habla con la que fue su esposa y compañera durante casi medio siglo, Ana María Badell Lapetra, y con la que contrajo matrimonio el 11 de enero de 1957 en la iglesia de los Jerónimos de Madrid.

La viuda nos recibió afablemente en la casa familiar, una vivienda que el arquitecto remodeló personalmente en la localidad vecina de Almagro; y nada más llegar, al ver la fachada, ya apreciamos la mano artística de Fisac, algo que se repitió hasta visitar el último rincón de la vivienda. Tuvimos la especial sensación de que la atmósfera estaba impregnada de un halo singular, como si el espíritu de Fisac aún siguiera presente por aquellas habitaciones. Algo perfectamente entendible, pues Ana María se venía encargando de que su memoria permaneciera perenne y de que las cosas que habitualmente usaba, siguieran en el sitio que él las dejó; hasta el atril que utilizaba para pintar parecía que nos miraba, callando discreto, sus múltiples conversaciones con el artista. Cuando le preguntamos a Ana María cómo se conocieron, la cara se le iluminó al revivir aquel momento tan feliz. Y añadió con gracia que al principio no sabía casi nada de su arte, pues ella estudió para perito agrícola, influida por su padre que fue ingeniero agrónomo y casi toda la familia, que le empujaron por ese camino. Recordó, también con nostalgia, cómo una tarde cuando iban a hacer las prácticas a unos jardines que había por el Palacio de la Moncloa, un profesor les anunció que irían a la Facultad de Arquitectura, pues había unas conferencias sobre jardinería y que uno de los ponentes era el ya famoso arquitecto Miguel Fisac Serna. Curiosamente, el arquitecto se fijó en ella –diría años después que la había soñado antes de conocerla– y al terminar su exposición, Miguel bajó del estrado y se fue directamente hacia Ana María, a la que preguntó si iría a otra conferencia que había programada y que la daba un amigo suyo al día siguiente.

Ella, sin saber por qué, le contestó que sí, que allí estaría. Y, en efecto, fue muy interesada y cuando llegó comprobó que el sombrero de Miguel estaba en la silla de al lado reservando el asiento. Quisimos que Ana María nos contase algo especial del Fisac familiar, de su indiscutible personalidad humana y artística. Ella, con singular vehemencia, afirmó que “Miguel había sido el hombre más generoso del mundo y que había ayudado a numerosas personas a lo largo de toda su vida, aunque nunca quiso presumir ni hablar de ello. En ocasiones, cuando alguien nos pedía dinero y yo se lo decía, él me preguntaba: ¿Cuánto necesita? Para terminar diciendo siempre: Cuando nos lo devuelva, cóbraselo según vayamos necesitándolo”.

Durante la larga conversación, Ana María repitió que su marido y ella habían sido una pareja muy religiosa; pero la premisa básica de su religiosidad había sido el trato hacia el prójimo; y que en ello fundamentaban toda la vida en común y en la forma en que nos relacionamos con los demás. También aludió al fuerte genio de su esposo, explosivo a veces, de mucho carácter, pero sencillo al mismo tiempo. Y solía repetir que “los títulos tienen poca importancia, pero sí la humildad de la persona que los posee”. Igualmente repitió que “Miguel era una persona sencilla, humilde en sus equivocaciones y cuando hacía algo que no le convencía, siempre exclamaba: ¡qué tontería he hecho!

La realidad es que era un hombre fuerte física y espiritualmente, y muy buena persona, aunque la gente no lo quiera creer”. “En su alimentación es curioso que seguía una dieta muy estricta, pues tras un problema digestivo que tuvo, un médico amigo suyo le marcó las pautas que debía seguir en sus comidas; y cuando debía salir a comer a algún restaurante, aunque fuera al mismo Hotel Ritz, llevaba elaborado su menú para que se lo sirvieran. En realidad Miguel era siempre un castellano-manchego muy sobrio y austero; incluso lo fue en el día que eligió su mortaja”.

Al final de la entrevista, Ana María nos enseñó toda la casa-museo; caminamos por los corredores y pasillos que fueron como una especie de santuario de nuestro paisano. Las paredes estaban llenas de cuadros y obras de Miguel, la mayoría al óleo, las puertas adornadas con dibujos y leyendas, algunas muy curiosas y la luz inundaba todas las estancias agigantándolas; llamativo fue que viéramos que hasta los pesebres habían sido reconvertidos en alacenas o estanterías.

Quedamos encantados con el trato que habíamos recibido y Ana María nos emplazó para una nueva conversación que aceptamos encantados, pero que jamás llegaría a producirse, pues falleció el 7 de agosto de 2014, pocos meses después de la que suponemos fue su última entrevista.
MIGUEL ÁNGEL FANEGA
Director del periódico Las Tablas de Daimiel

Miguel Fisac
Miguel Fisac
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