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CAFÉ CON POLÍTICAS… POR FAVOR…

Fiestas Patrias

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
En estos meses estivales se concentran las celebraciones de las fiestas patrias latinoamericanas, no faltan los que recuerdan, critican e incluso los que se alegran en exceso. Estas son fechas festivas, enraizadas en las costumbres y cada vez más serias a la vista de las renovadas energías constituyentes que están removiendo los cimientos del continente.
Las insurrecciones americanas se fueron sucediendo cada vez con mayor vehemencia desde el siglo XVI, pero la primera experiencia constitucional realmente destacada de los pueblos americanos fue la de la Constitución española de 1812. Es cuando arrancan los procesos constituyentes en América Latina; es desde entonces que se sintieron vívidamente las desproporciones entre las tierras americanas proveedoras de riqueza para la metrópoli y la consideración en que se tenía a los diputados ultramarinos de las Cortes de Cádiz.

En medio de los avances imperialistas napoleónicos, en España se aprobó la Constitución de 1812 estableciéndose que la base para la representación nacional era de “Un (1) diputado a Cortes por cada 70.000 almas o fracción”. Desde luego no se expresa ninguna discriminación por género pero es sabido que hasta el siglo XX las “almas” de la mujer han debido luchar por sus derechos y libertades, y era bastante discutible en esa época que los indígenas la poseyeran a efectos electorales; los negros ya eran un caso aparte.

América aportaba riqueza a la metrópoli así como fuerza de trabajo por parte de autómatas, que, a falta de alma no podían participar en el proceso constituyente al no ser representados. Así, para los autonomistas ultramarinos –recordemos que el 15 de octubre de 1810 las Cortes votaron a favor de igualar los derechos de americanos y españoles, pudiéndose contemplar entonces procesos independentistas- esta Constitución sancionaba encubiertamente la dominación de la Corona española sobre sus territorios de allende los mares dado que en la realidad los virreyes hacían caso omiso de la Ley por lo que, en la práctica, la América Española históricamente nunca formó parte de la Nación Española.

Sin embargo a los efectos de la letra de ley toda América era parte de la Nación española. En el artículo 2 se recogía que “La Nación española es libre e independiente y no puede ser patrimonio de ninguna familia o persona”. La interpretación de este artículo significaba para los españoles de la península la resistencia contra Napoleón, pero para los americanos significaba reivindicar la Independencia bajo el amparo de la Constitución de 1812.

La mecha de la Independencia en América Latina ya había sido prendida años antes en la forma de insurrecciones, pero desde 1812 reclamaban derechos constitucionales enarbolando y exigiendo el cumplimiento de la letra de Ley. Sin embargo fue indispensable que se tomaran las armas y se derramara sangre para que América conquistara su Independencia y para que las metrópolis comenzaran a perder sus colonias.

Cualquier proceso de descolonización exige que el cambio, en algún momento, tenga al frente a un líder dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias por más violentas que éstas sean. Y es que liberarse de la colonización requiere el replanteamiento de la doble herencia que el colono ha dejado. Por un lado la lucha contra la metrópolis y por otro, las luchas internas entre los colonizados, unos que desean un cambio completo y otros que simplemente buscan la sustitución de los colonos. No hay que errar el tiro, no se trata de sustituir a unos colonos foráneos por otros nativos.

Ahora, en esta época de conmemoraciones, lo importante es percibir el signo de la revolución popular pacífica que se está produciendo en el continente americano. Todavía estamos dejando atrás el pensamiento colonialista, todavía estamos en una fase en la que las conciencias sociales se están conciliando y reconociendo que todos queremos lo mismo: nuestra Patria querida en comunión con el Pueblo que la sustenta.

La realidad es insoslayable, en ella no caben verdades absolutas. Es la Nación el lugar común que debe garantizar que las estructuras no van a dislocarse a pesar de los discursos y actitudes extremas como las que están recorriendo América Latina.

Cuando se conmemora el día de la Patria, lo que hacemos es celebrar la capacidad de cada uno de nosotros para hacer un trabajo en equipo que satisfaga al conjunto. Cuando oímos nuestro himno y nos llevamos la mano al pecho, lo que de verdad da sentido a estas fechas es esa emoción del voto renovado de amor por la Patria y la tierra que guarda el descanso de nuestros seres queridos.

Los artistas que vienen para recordarnos el sabor del terruño, las fotos, las comidas, las fiestas, son negocios para unos y alegría para otros. La decoración, que rodea los sentimientos nacionales, que anima a los pueblos de América Latina, el recuerdo de nuestras raíces, la explicación última de nuestra historia, todo eso y más es lo que celebramos. ¿Qué haríamos aquí sin el Día de la Patria? Integrarnos, olvidando de dónde son nuestros abuelos, ¿quiénes vivieron, lucharon y murieron para que nosotros estuviéramos disfrutando en este 2009? “Soy latino/a, y viva mi Patria por siempre, aunque esté lejos de ella”.

Nuestras naciones son nuestros continentes, es donde mi padre quiere ir a morir, la memoria es patrimonio de los pueblos, la historia la estamos escribiendo día a día con la responsabilidad y coherencia de cada de uno de nosotros.

La historia a partir de los años 1800 estaba hecha como prolongación de la metrópolis, ya hemos estudiado esa historia de países arrodillados. Ahora, la decisión de elaborar nuestra propia historia desgajada del pasado –pero sin olvidarlo- es la plena actualidad y está comenzando por cambiarnos a nosotros mismos. Es la historia del futuro lo que estamos edificando, y mientras más tomemos las riendas, menos podremos echar la vista atrás en busca de las raíces históricas de nuestros problemas. Tendremos que asumir la responsabilidad de nuestro destino como países independientes para seguir gritando todos los años, en la misma fecha, tras escuchar el himno: “¡Viva mi Patria!, ¡Viva!”
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