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El 16 de agosto se cumplen 32 años de su desaparición

Elvis: A treinta y dos años de su muerte

El “Gran Elvis”  8 de enero de 1935 - 16 de agosto de 1977
El “Gran Elvis” 8 de enero de 1935 - 16 de agosto de 1977
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Aunque han pasado más de tres décadas desde su muerte, Elvis sigue tan vivo como el primer día y es que sus seguidores y admiradores aumentan a medida que pasa el tiempo. Miles de personas que no habían nacido cuando Elvis murió, integran hoy los millones de “fans” que a lo largo y ancho del mundo continúan disfrutando de su música y de todo lo que Elvis ayudó a crear: la cultura del rock.
Elvis, en una actuación en Hawaii en 1975, dos años antes de su muerte
Elvis, en una actuación en Hawaii en 1975, dos años antes de su muerte
La noche de aquel 16 de agosto de 1977, el entonces presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, apareció en las cadenas de TV del país y con rostro compungido, señaló refiriéndose a la muerte del cantante, “algo de América ha muerto”. Para millones de sus admiradores en todo el mundo, aquel hecho marcó una fecha difícil de olvidar. Suponía el abrupto término de una etapa que había comenzado a finales de los años cincuenta cuando el rock, esa nueva música surgida en Estados Unidos, irrumpió arrasando el mundo entero, de la mano de Elvis.

El fenómeno sociológico que supuso Elvis y su música no tiene paralelo en la historia moderna y sin duda puede señalarse como el más importante del siglo veinte ya que pulverizó todo lo conocido hasta ese entonces como un fenómeno de masas que abarcó todos los ámbitos de la sociedad.

Pese a ser considerado una seria amenaza para las buenas costumbres de la época y como el compendio de todos los males que podían asolar a la juventud americana, Elvis acabó imponiéndose de manera rotunda en los gustos y preferencias juveniles llegando a constituir un punto de referencia para dividir en dos el pasado siglo XX ya que después de la irrupción de Elvis y el rock, las cosas nunca volvieron a ser iguales.

Predicadores, maestros, instructores de clubes juveniles, banqueros, comerciantes, en suma las buenas gentes de la América blanca combatían fieramente a Elvis acusándole de ser un auténtico peligro para la juventud, la misma que por las noches, escuchaba las pequeñas radios independientes que difundían la nueva música: una abrasadora mezcla de country blanco y rythm and blues negro que Elvis, fusionó como nadie lo hiciera antes y que amenazaba con desestabilizar América desde sus mismísimos cimientos.

A aquellos puritanos padres americanos no les faltaba razón. Al influjo del rock, miles de inocentes jovencitas americanas perdieron su candor, dejando de lado la conservadora y timorata visión del establishment americano que con su doble rasero, aplica escrupulosamente aquello de “virtudes públicas, vicios privados”.

Siendo Elvis una amenaza viviente, el tristemente célebre Comité de Investigaciones de Actividades Antiamericanas del senador MacCarthy, desplegó labores de vigilancia a los movimientos de aquellos que promovían la nueva música.

Amenaza comunista

Es sabido que la paranoia de los norteamericanos por la penetración comunista en aquellos años alcanzaba cotas de auténtica estupidez. Se llegó a pensar que el rock, era una forma de desestabilización promovida por grupos radicales influenciados por monstruosas organizaciones extranjeras y obviamente, comunistas.

Por otro lado los comunistas de la época, veían en Elvis, una especie de arma secreta ideada por los perversos y decadentes americanos para socavar las bases de su régimen comenzando por los jóvenes y cuando Elvis fue enviado a cumplir su servicio militar en Alemania Federal (separada en ese tiempo de la Alemania comunista por el Muro de Berlín), interpretaron políticamente este acto como el comienzo de un gigantesco y sutil plan de ataque a sus juventudes.

Los diarios de Alemania oriental advertían a sus jóvenes del peligro que entrañaba escuchar la decante música de la bestia del capitalismo como calificaron a Elvis los jerarcas comunistas. Hoy día, a más de 50 años de aquello, no puede uno menos que sonreír ante tanta ingenuidad.

Pese a la feroz campaña de desprestigio que soportaba Elvis al comienzo de su carrera, su arrollador éxito hacía inútiles los esfuerzos de sus detractores y por ello, cuando Elvis fue llamado al servicio militar, dieron un salto de alegría: Dos años en Alemania, alejado de los escenarios, reducirían a la nada a la criatura diabólica que Elvis llevaba dentro y que salía a través de sus movimientos de caderas incitando a hombres y mujeres a la lascivia.

Pero los “salvadores” de la moral y las buenas costumbres americanas, no contaban con un estrafalario personaje, un coronel de opereta: el tosco y astuto Tom Parker (convertido en manager de Elvis) que había tenido el buen ojo de acumular material discográfico del artista, antes de su marcha a Alemania con el propósito de difundirlo de manera gradual para mantener vivos el nombre y la magia de Elvis entre sus fans.

El coronel, hombre de poca instrucción, modales rudos y actitudes campechanas pero con indudable olfato comercial, no había errado su plan. Los dos años que Elvis permaneció en Alemania sólo contribuyeron a aumentar su fama y a crear entre sus fans tal clima de ansiedad por el regreso del ídolo que cuando éste volvió, de cumplir (impecablemente) su servicio militar, las autoridades norteamericanas desplegaron 2.500 policías para mantener el orden. La imparable demanda de sus discos, convenció a las autoridades que al final, “Elvis, después de todo, era un muchacho americano” y fue así como de la noche a la mañana, la posición del establishment cambió y Elvis pasó de ser un proscrito, al más genuino y noble producto americano con el sello indeleble de made in USA.


El origen del rock

Sin embargo, el nacimiento del rock es anterior a la aparición de Elvis y aunque esté considerado como el “padre” del rock, lo cierto es que Elvis no inventó el rock pero aquella corriente musical nunca hubiera llegado al lugar que tiene ahora, sin la participación de Elvis y fue a él, a quien correspondió abrir las puertas a un movimiento cultural y sociológico que de cualquier manera, saldría a la superficie, por mucho que la puritana, conservadora y blanca sociedad norteamericana se opusiera a ello.

Fuera de los Estados Unidos, el rock and roll irrumpió con inusitada fuerza a partir de la exhibición de una superficial y algo anodina película, “Blackboard Jungle”, (filme que en muchos países, se exhibió como “Semilla de Maldad”) y en la cual un profesor (Glenn Ford) pasaba duros aprietos para controlar a sus rebeldes y ariscos alumnos. Esa película habría pasado sin pena ni gloria de no haber contado en su banda sonora, con la que fue en un comienzo, posiblemente, la más difundida melodía del nuevo género musical que rompía barreras por doquier: el famoso “Rock around the clock”, el conocido para la posteridad como el “Rock del Reloj”, a cargo del no menos célebre “Bill Haley y sus Cometas”.

El rock and roll era mucho más que un nuevo género musical y el proceso de su gestación había sido lento y nada intempestivo. En realidad la aparición de la citada película (en 1955) coincidía con la consolidación de un nuevo estilo entre la juventud norteamericana, y con el comienzo de una gigantesca tarea de neutralización emprendida por el establishment como una manera de sofocar un movimiento de dimensión desconocida que amenazaba las bases mismas de la “blanca” Norteamérica.

Estados Unidos venía saliendo, relativamente bien, de todas las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y a principio de los años 50 en una época de cierta prosperidad económica, los conservadores y puritanos seguidores del tristemente célebre senador McCarthy y su tenebroso “Comité de Investigación de Actividades Antiamericanas”, preconizaban una “América libre y blanca”, a salvo de cualquier manifestación y/o consideración de lo que ellos llamaban la “subcultura negra”.

Sucia música de negros

Entre las fobias que se han mantenido inalterables a través de los tiempos en la idiosincrasia del hombre medio americano, el desprecio hacia el negro debe ser una de las más estables. El odio al negro, fomentado y alimentado por el macarthysmo implicaba la degradación de todas sus formas y expresiones culturales. Sus costumbres, sus creencias y aún su música, eran consideradas subdesarrolladas, infantiles y hasta grotescas.

La música, de profundo calado y arraigo en la cultura negra, era uno de los blancos preferidos de los ataques del buen razonar del ciudadano medio americano. La consideraba grosera, chabacana, vulgar, de mala calidad y para colmo de males, destilaba erotismo y sexo en cada letra y nota. En cada compás y cada verso, era una música pecaminosa, lujuriosa, y como tal había que dejarla de lado, era en suma: “sucia música de negros”.

La gente joven no obstante, no compartía estos criterios y escuchaba con agrado la programación que pequeñas emisoras de radio locales en muchas ciudades del sur, emitían a diario insistiendo en esta música de negros, que se encontraba a la fecha, a medio camino en la fusión del jazz clásico, el rhytm and blues de origen negro y las baladas de country & western, de los blancos sureños.

Debajo de todo este “mix”, más allá de lo visible a simple vista, se estaba gestando un estilo diferente, algo totalmente nuevo que significaría con el tiempo, la fanática y masiva adhesión de toda la juventud de esa y las siguientes generaciones
En su desarrollo este fenómeno precisaría de una estrella, un ídolo, un héroe, un mesías, de alguien que en una sola palabra, con un solo gesto, sintetizara todas las aspiraciones colectivas y que además de cantar como un negro, fuera blanco, porque si bien la juventud blanca oía con fruición esa extraña mezcla de blues y country, el ideal era la búsqueda de un “cantante blanco que cantara como los negros”.

Ese profeta que de manera absoluta representaría todas las aspiraciones de miles de jóvenes y que encarnaría como nadie, ese extraño sentimiento de ser un rebelde sin causa, (como el protagonizado en una célebre película de la época por el también mítico James Dean) fue Elvis Presley.

Nacido en una humilde familia blanca del sur, cuya estrechez económica y falta de recursos le obligó a trabajar desde los 16 años para ayudar al sustento familiar, Elvis jamás pensó que su voz y su peculiar manera de interpretar ese nuevo género musical llamado rock and roll, marcaría a fuego a toda la juventud del 50 en adelante. Su particular expresión corporal (de fuerte trasfondo erótico) electrizaría por igual a jóvenes de todos los rincones donde la liturgia del rock and roll, con su Sumo Sacerdote al frente, se presentaran.

Mucho se ha opinado que Elvis aportó mucho más al fenómeno social del rock and roll que al fenómeno estrictamente musical del mismo, porque cuando él hizo su irrupción, el rock and roll supuestamente, se había consolidado en su estructura musical y ya era la “música de los negros” que con artistas tan señeros como Fats Domino, Chuck Berry y Little Richard (entre otros) buscaban la figura de un blanco que cantara y sintiera como los negros, como manera de darle carta de ciudadanía al movimiento y les sacara del ghetto sureño, lanzándoles al resto del país.

Lo real es que esta afirmación no es del todo verdadera. No es en absoluto cierto que fueran los cantantes negros quienes buscaban a un blanco que les interpretara su música. Esta preocupación era en todo caso, una búsqueda de los empresarios de las discográficas locales que desde algún tiempo, venían advirtiendo el creciente interés de una enorme masa de público joven que gustaba de esta nueva música que precisamente por no tener un intérprete blanco, corría el riesgo de quedarse en los circuitos locales. A la sazón, ya había cantantes blancos de rock, como Joe Turner o el célebre Carl Perkins, autor de uno de los primeros éxitos de Elvis (Blue Suede Shoes, zapatos de gamuza azul) que pese a ser grabado y compuesto por Perkins, no tuvo éxito y resonancia mundial hasta que lo grabó Elvis.

El “Gran Elvis”: el irreemplazable Rey del Rock

A partir de aquí la historia es más que conocida. Elvis se convertiría en la más rutilante estrella del show bizz durante algunos años, hasta que el arrollador éxito de los geniales The Beatles, hizo parecer que en algún momento su estrella declinaba aunque nunca, dejara de vender millonarias cifras de discos.

Hacia 1970, hizo nuevamente su aparición en los escenarios de EE.UU., pero el Elvis que llegaba ahora, era diferente al anterior y con un look alejado de la imagen contestaria de sus primeros años. Enfundado en ajustados trajes de lentejuelas con altos cuellos y capas de volantes, adquiría ese curioso aspecto kitsch tan propio del mal gusto que caracteriza a los norteamericanos. Este nuevo look, impropio de un Elvis que años antes había vuelto del revés al mundo entero, provocó que infelizmente, fuera esa la imagen que ha perdurado desde entonces en la mayoría de las personas que llegaron tarde al conocimiento de su personalidad, el rock y su música.

Los multitudinarios conciertos que dio en hoteles de Las Vegas, en su mayoría para un público compuesto por maduros matrimonios que disfrutaban viendo a un Elvis caricaturizado dieron sin embargo, algunas de las más geniales interpretaciones del ídolo que en esta segunda etapa de su carrera, más marquetizada que la anterior, interpretaba también canciones no escritas especialmente para él.

Sus presentaciones anteriores, mucho más auténticas, vibrantes y dotadas de una fuerza inigualable eran, en opinión de los buenos conocedores de la música de Elvis, mucho mejores que las edulcoradas presentaciones de Las Vegas que marcaron la línea que separó de manera clara, las dos fases por las que discurrió su carrera musical y discográfica: Una primera etapa, que va desde sus inicios hasta 1968 y la segunda, que se inicia con su regreso a los escenarios de Las Vegas en 1970, y que se prolongaría hasta la fecha de su muerte en 1977.

Elvis, el más genuino representante del rock, el más genial de sus intérpretes, murió a la temprana edad de 42 años en una época en que ciertamente, comenzaba su declive físico. La muerte le sorprendió en el momento justo en que todavía al menos vocalmente, sus cualidades no acusaban aún el progresivo deterioro de su salud y facultades físicas y por tanto, en la memoria, fresca y presente, de quienes gustamos de su música, pervive la imagen de un Elvis como en sus mejores tiempos, es decir: Único e irrepetible...
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