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Opinión: Café con Políticas, Por Favor…

La Sociedad Domesticada

Por Fedra Chávez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Al consolidar al dinero como el motor social principal, los poderes financieros han logrando domesticar a las sociedades del llamado primer mundo propiciando además que el imperio de la ley sacuda los principios de la democracia para salvaguardar a los dueños de los capitales opacos. De esta manera, los derechos de las mayorías están siendo sometidos para sostener a un enfermo sistema económico constituido en la base fundamental para garantizar una reestructuración del capital que sólo va a beneficiar a las élites político-financieras.

Todo lo cual se traduce en  un choque entre el interés del pueblo y el interés de los poderes financieros respaldados por una clase política carente de un compromiso ideológico real. Esta es la base de la actual crisis sistémica ya que los primeros -que han sido históricamente respaldados por los avances de sus luchas sociales- no saben cómo luchar contra los segundos -que entienden como único método de supervivencia la imposición de la dictadura del dinero y los mercados financieros para mantener un orden y prosperidad que principalmente les beneficia a ellos- sin perder su estado de bienestar.

En este contexto, una de las grandes dificultades a la hora de expresar lo que pensamos es la exigencia de que estos pensamientos sean objetivos, o sea que sean medibles, cuantificables, y reales. Pero es que, en mi opinión, es tan real lo que tengo en la mano como lo que quiero o deseo alcanzar. Que por ello me digan que camino por los senderos de la utopía, de los sueños o las ideas es algo que me incomodaba en mi juventud. Hoy tengo la certeza de que buscar alcanzar aquellos principios de vida que me plantee era lo más acertado. Nunca me he equivocado más que cuando he intentado vivir según las medidas de las leyes de mercado que son las que desde siempre he intuido que están destinadas a sufrir crisis profundas.

Hoy por hoy, aún sabiendo que me van a tildar de idealista o peor incluso de utopista o en el colmo del deseo de descalificarme me van a decir que soy una anarquista, estoy en la disposición de expresar con tranquilidad que lo que va a llevar fuera de la crisis a los países subdesarrollados no es intentar recoger las miserias que ha dejado un mercado liberal en sus leyes. Leyes creadas para maximizar las utilidades sin pensar en los costos, aceptando además como medida del progreso el extractivismo desaforado y el desgaste del medio ambiente como un precio razonable para alcanzar metas que justifiquen los juegos contables de las balanzas comerciales.

Esta forma de pensar sólo va a llevar a los países subdesarrollados y en vías de desarrollo por un camino que consiste en fuertes confrontaciones sociales debidas a la cada vez mayor asimetría económico-social. Lo cual justificará las medidas que tomarán los ejecutivos cuando refuercen la contundencia de las instituciones creadas para la represión de los pueblos en los ámbitos sociales, religiosos, familiares y económicos con el consiguiente retroceso del goce de las libertades logradas hasta la fecha. No olvido que la libertad y el derecho sólo existen como acto. La ley sólo lo transcribe. Así que, si en estos momentos me van a tildar de idealista, utopista o anarquista, me parece que sólo van a lograr halagarme. La razón es que, actualmente, una buena parte de la humanidad está desgastando sus meninges intentando encontrar una fórmula que permita salir de esta crisis y, con los bolsillos intactos, a todos aquellos que se han lucrado desaforadamente –sean éstos inversores y especuladores públicos o privados-. Al mismo tiempo, se evita mencionar el peligro de que, al final del proceso de regulación de la economía que buscan los países “desarrollados”, sean los países subdesarrollados los tengan que pagar el precio de que dichas minorías desarrolladas del mundo no pierdan ninguna de sus prebendas y además conserven lo mejor del desarrollo, lo único que realmente poseen: la tecnología.

Si alguien me preguntara cómo quiero que sea el mundo le diría que piense en cómo quiere que sea su país, su ciudad, y que reflexione muy seriamente sobre la diferencia entre el precio de las cosas y el valor que tiene aquello que realmente necesita. Una vez que haya tomado la decisión de que ese matiz lo puede traducir en hechos reales, le sugeriría que comencemos a planificar cómo vamos a eliminar lo que sobra. Porque ese es un problema pendiente: aceptar la realidad. Y una de las cosas que debemos aceptar es que la actual democracia representativa está siendo enérgicamente cuestionada porque el pacto entre el poder político y el pueblo está en quiebra dado que es el poder financiero el que da las órdenes al ejecutivo atando las manos a los demás poderes del Estado. Por tanto una parte del trabajo de aceptar la realidad consiste en no ser miopes a la hora de valorar todas las manifestaciones populares que han nacido de la forma más espontánea posible. Ha llegado la hora de prescindir de lo que realmente les sobra a nuestras democracias: las sanguijuelas financieras de todo tipo y pelaje y sus cómplices, las élites “politiqueras” independientemente de su signo ideológico.

Así que, me mantengo en la idea de que la realidad no es sólo aquello que se puede tocar, sino también es aquello que se quiere lograr. Entonces, debemos mirar la realidad y descartar lo que está de más, y lo que sobra en este momento es deuda, consumismo, pobreza y capital ficticio. Sobran los especuladores, los usureros, los prestamistas, los ideólogos trasnochados que nos siguen hablando de teorías de izquierdas que han fracasado tanto en sus planteamientos sobre la forma del estado como en aquellos que se han referido a diferencias raciales; así como los oportunistas de derechas que buscan sólo su propia ventaja azuzando las luchas en base a diferencias “raciales” y sociales.

Hoy, hay que tener el valor de aceptar que la realidad que realmente estamos buscando alcanzar ya no se debe seguir concentrando en lo que tenemos sino en lo que queremos lograr y tener los redaños suficientes para jubilar todo lo que nos sobra. La realidad que nos va a conformar no va a salir a la superficie si no hacemos primero la limpieza y eso pasa por ser valientes e idealistas. Esto está lejos de la suposición de que vayamos a interpretar la realidad de manera simplista, ingenua o medio boba. El idealismo no consiste en llevar puestas gafas con cristales color de rosa, no nos llevemos a equívocos.

En lo que consiste es, en el esfuerzo de reconciliar la vida del individuo desorientado y desalentado para encontrar un camino que pocos quieren recorrer, porque siempre es más trabajoso desbrozar las malas hierbas y hacerlo habiendo elaborado un plan previo, habiendo aprendido de los errores pero sabiendo que siempre habrá un riesgo. Esa es precisamente la debilidad que explotan los poderes institucionales: el riesgo, el miedo a lo posible, a lo desconocido, a un eventual desorden. Pero en realidad sólo tienen miedo a una cosa: a perder el control y por tanto sus posiciones. Lo que los poderes no quieren es que las estructuras cambien y que el pueblo los deje fuera. Por esa razón hay explicaciones que no salen a la luz. Por lo mismo, tendremos que ponernos a trabajar sobre la base de nuevas teorías, que es de lo que estamos escasos, y, si por eso nos van a llamar utópicos, idealistas o anarquistas…. pues bueno.

Porque, si lo que esperan que hagamos es convertir el capital ficticio -que los poderes financieros han acumulado- en capital real a costa de Nuestro trabajo, esfuerzo y sacrificio para que se perpetúe una injusticia macroeconómica, van listos. Aunque lo cierto es que, en las sociedades domesticadas de los países desarrollados, esta incoherencia es posible. En definitiva, la grave crisis que están viviendo los países desarrollados y extractivistas está ocasionada por la avaricia de acumular títulos financieros: acciones, bonos, divisas, derivados, inversiones especulativas, etc… Toda la situación que estamos enfrentando viene dada porque unos pocos ricos –dueños o accionistas de bancos, inversionistas y multimillonarios- descubrieron que se podían hacer inconmensurablemente más ricos si alimentaban el mercado de productos financieros –es decir, hipotecas basura, acciones basura, en definitiva dinero basura- sobre la garantía de las pensiones, posesiones inmuebles, prestaciones sociales y ahorros de las bases sociales. Lo que acumularon fueron beneficios contables sobre el papel que, cuando se han querido convertir en dinero líquido, ha dado como resultado la crisis porque en realidad no había un respaldo real suficiente para todo ese capital ficticio.

Qué constituía ese respaldo legal? El capital-trabajo de todos aquellos que estaban comprando su casa, pagando sus pensiones, ahorrando para el futuro y “disfrutando” del Estado del Bienestar. O sea, se ha producido un desfase monumental entre el dinero basura y el dinero real. El dinero basura es lo que tienen en las manos los grandes bancos y los grandes mercados financieros. Por el contrario, el dinero real es lo que tienen los ciudadanos de a pié.

Qué es lo que está sucediendo entonces? Pues que los grandes mercados financieros –bancos, aseguradoras y multimillonarios del dinero basura proveniente básicamente de la especulación que han hecho sobre nuestras vidas y haciendas- necesitan el dinero real que tenemos nosotros. Para conseguirlo se están comiendo los unos a los otros –el pez más grande se come al más pequeño- y están creando normas que obliguen a las grandes mayorías –Nosotros- a poner su dinero real y su capital-trabajo a disposición de los mercados financieros y, como primera medida están bajando las pensiones, bajando salarios y recortando prestaciones sociales. Repito, estas sólo son las primeras medidas para imponer la dictadura del dinero en un mundo globalizado que no puede o no quiere controlar la libre circulación de la moneda.

O sea que, mientras nosotros miramos, ellos no sólo se van a quedar con lo de todos sino que además van a consolidar su robo al convertir el dinero basura que tienen en dinero real con la colaboración del poder ejecutivo que, para salvar a empresas privadas, utiliza dinero público. Y semejante injusticia es lo que estamos viviendo. Esto es contra lo que las sociedades no consiguen luchar porque no saben contra quién pegar.

Si lo hacen contra las instituciones les van a decir que están sucumbiendo al caos y al desorden, lo cual sólo lleva a mayores pérdidas. Si lo hacen contra los bancos les van a decir que el mundo está hecho así y que la realidad es que no se puede eliminar a los bancos –claro que no mencionan las especulaciones, el fraude fiscal y los vínculos entre políticos, banqueros y millonarios que están detrás de esta crisis-. Por eso está pasando lo que estamos presenciando en las noticias con Grecia, por eso los están sofocando para imponerles un rescate artificial, y por eso el actual ejecutivo griego no proviene de las urnas sino de convenientes designaciones y también por eso ha surgido el abstruso Pacto del Euro. Y es dudoso que las cosas se vayan a detener en este punto, entre otras razones, porque cuando el ciudadano acude a las urnas, cree que va a votar para que gobierne un ejecutivo político cuando lo que realmente están votando es para que se constituya un gobierno económico.

Lo estamos viendo pero no estamos haciendo nada. Las sociedades de los países desarrollados están domesticadas. Si quisiéramos tirar realmente de la manta y no permitir estas injusticias, tendríamos que tomar un riesgo y ver si los tiros van por ahí. Tendríamos que actuar al margen de los mercados financieros durante, por ejemplo, un mes. Qué significa esto? Que tendríamos que sacar TODO Nuestro dinero de los bancos y estar en los mínimos de compras, sólo adquirir lo necesario y esto último sólo comprarlo de los productores reales, nada de supermercados e intermediarios. Dejar de pagar las deudas contraídas con los bancos, entidades financieras y demás durante dos vencimientos y no hacer ningún pago mediante transferencia bancaria sino todo en persona, de mano en mano. Qué pasaría si un 90% de la familias hiciera esto, de manera organizada y en todo el país? Pasaría que al cabo del mes tendríamos el dinero en el bolsillo, sabríamos que podemos reaccionar concertadamente, tomaríamos consciencia de nuestro poder y nos daríamos cuenta de cómo se puede volver a coger el mando.

Pero, si finalmente, no nos atrevemos a tomar una medida como esta, por lo menos cuestionémonos seriamente los conceptos en torno a la deuda, al papel del derecho aplicado en los juzgados, a los calificadores de riesgo y a la democracia representativa consistente en vivir regidos por políticas financieras.

Porque en estos momentos el único que tiene el mando es el dinero. Y de momento el gran dinero creemos que lo tienen los bancos, seguimos creyéndolo a pesar de ver que grandes bancos han caído para hacer aún más grandes a los sobrevivientes que van cambiando de nombres –ellos, los poderes financieros, son los que están mandando ahora siendo los políticos unos meros títeres, que no por ello pierden su responsabilidad-.

Estamos viendo que los Estados están sosteniendo a sus amos financieros usando el dinero presente y futuro de todos. Pero aún no hemos tomado consciencia de que ellos tienen en sus cajas fuertes el dinero que Nosotros tenemos en nuestras cuentas, bolsillos y manos trabajadoras porque los tenedores del dinero real somos Nosotros. Si no tomamos una medida radical como la propuesta, cómo nos vamos a dar cuenta de la diferencia real que existe entre el verdadero valor de las cosas y el precio al que las compramos? Cómo vamos a diferenciar el capital financiero ficticio del capital-trabajo real? Cómo nos vamos a salvar de la dictadura del capitalismo financiero que pretende mandar sobre todos los órdenes de la vida? O es que creen que no existen nombres y apellidos detrás de cada mercader financiero, inversor y especulador? Además, cuando el gobierno reduce los salarios y las prestaciones sociales y, sin embargo rescata a los bancos con dinero público, porqué no sumamos uno más uno para decir alto y claro que con Nuestro dinero estamos financiando a los mismos bancos que al día siguiente instan el desalojo de un vecino y llaman o mandan cartas a nuestro domicilio para cobrar sus recibos pasando olímpicamente del hecho de que han sido rescatados/financiados por nuestro dinero?  Hasta cuándo vamos a vivir dormidos pero creyendo que asistir a una huelga general es suficiente?

Ya está bien de gritar “¡basta ya!”, “¡democracia real!”, etc… en las calles, en los movimientos sociales de todo el planeta olvidando que debemos gritárnoslo primero a nosotros mismos. Va siendo hora de creer que es cierto que podemos cambiar las cosas marginando a las sanguijuelas financieras y demás acólitos sin por ello perder Nuestro Estado del Bienestar. Debemos dejar de estar sometidos por nuestros miedos y gritar al mundo que no somos Nosotros los que estamos en coma y que la crisis actual no es nuestra culpa ni es sólo nuestra responsabilidad solucionarla. Debemos reconocer que nos sobran las sanguijuelas especuladoras que acumulan dinero sin respaldo real ni trabajo y echarlas a un lado. Si queremos un Estado real, la cuestión está en si seremos capaces de tomar una acción social masiva y concertada.

Por estas razones es que corremos el riesgo de que nos llamen despectivamente, utópicos, idealistas o anarquistas como si fuéramos locos o estuviésemos fuera de la realidad. Pero entonces les preguntaría cuál es la realidad?

 

 

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