Leonce Ndikumana se ocupa en disipar dos “mitos”, a saber que África costará cara a los países desarrollados y que la corrupción forma parte de su ADN.
Al desmontar los datos oficiales, este economista de la Universidad de Massachusetts Amherst ha calculado que capitales que totalizan 735.000 millones han huido de este continente entre 1970 y 2008 (944.000 millones contando los intereses) O sea más que la ayuda al desarrollo aportada a esta región durante el mismo periodo.
Como ha precisado M. Ndikumana en una conferencia en la Universidad de Montreal, el caso del Zaire (actual República Democrática del Congo) bajo la dictadura de Mobutu Sese Seko es particularmente elocuente. Durante el periodo mencionado, 30.000 millones han “salido de la naturaleza”, transformándose, entre otros, en villas de la Costa Azul.
Cuentas privadas
La cuestión es saber: ¿Quién debe a quién?, se pregunta el antiguo alto funcionario de la Banca africana para el desarrollo. Ha explicado que mientras que las deudas soberanas son, por definición, públicas, los capitales que han huido se encuentran en cuentas privadas, muy a menudo en bancos de países prestamistas. Como estos activos africanos que duermen en el extranjero sobrepasan las deudas del continente, M. Ndikumana concluye que este último es en realidad un acreedor neto de Occidente incluso si las poblaciones están oficialmente acribilladas de deudas.
El último año, Leonce Ndikumana ha escrito con su colega James Boyce una obra titulada “Africa’s Odious Debts”. El economista ha retomado una definición formulada en 1927 por el jurista Alexandre Sack: una deuda puede ser considerada “odiosa” si ha sido contraída por un gobierno sin que el pueblo haya consentido, si éste último no se ha beneficiado y si el prestamista sabía o habría debido saber lo que precede.
La huida de capitales toma la forma, sea de malversaciones puras y simples, sea de manipulaciones de las transacciones internacionales, particularmente de las cifras de exportación. M. Ndikumana ha señalado que los países más afectados por el fenómeno son justamente aquellos que exportan sus abundantes recursos minerales o petrolíferos.
Primas a los préstamos
El profesor de economía ha recordado que en 1982 el FMI sabía perfectamente que el Banco central del Zaire y las cuentas de Mobutu eran vasos comunicantes. ¿Por qué los préstamos continúan afluyendo hacia los países o se hacen transacciones ilícitas? Leonce Ndikumana responde que los oficiales de los créditos de los bancos reciben primas en función del volumen de los préstamos, mientras que los gobernantes de los países ricos prestan o dan dinero para abrir mercados para sus empresas, indemnizando a sus bancos cuando ellos declaran malos créditos.
Los dirigentes y los funcionarios corruptos de los países prestatarios reciben por su parte bonificaciones, cuando no embolsan simplemente el dinero que hubiera debido servir a proyectos que no ven jamás la luz. Leonce Ndikumana considera que “Mobutu tenía al menos razón en una cosa: hay siempre un corruptor y un corrompido”.
El economista añadió que “la deuda odiosa es un problema de desarrollo y no solamente un problema financiero”, precisando que el peso de la deuda impide a los Estados combatir eficazmente la mortalidad infantil y ofrecer a los ciudadanos los servicios básicos. Para el profesor de economía, es necesario repudiar las “deudas odiosas” y exigir más transparencia en materia de préstamos a los países en desarrollo.
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Publicado en Pambazuka, el 11 de marzo de 2012, Número 229.
*Sylvie Perras es Agente de programa en el Foro África Canadá
Traducido para Fundación Sur por Asunción Orench.
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