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CARTA DESDE ALEMANIA

El agua es posiblemente, el elemento mas valioso para la supervivencia de la raza humana
El agua es posiblemente, el elemento mas valioso para la supervivencia de la raza humana

También la escasez de agua es producto del egoísmo humano

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Se cuenta que cuando el famoso escritor norteamericano Mark Twain quiso describir el conflicto que había en la época de la conquista del oeste norteamericano para conseguir agua, dijo: «El whisky lo tenemos para beberlo, el agua para luchar por obtenerla». La verdad es que hoy en día en muchos lugares de la Tierra se podría decir que también imperan condiciones semejantes a las de aquel sangriento y destructivo tiempo del oeste salvaje, tan idealizado por Hollywood.
La prensa alemana, y seguramente la de todo el mundo, da continuamente muchos ejemplos de esto. En la India los campesinos echan en cara a la poderosa multinacional Coca-Cola el que ésta les esté minando prácticamente las reservas naturales de agua, ya que el líquido que se extrae de los pozos para lavar y llenar los millones de botellas provoca un descenso del nivel de este elemento vital en las capas profundas de la tierra. A raíz de ello se secan los pozos de los pueblos vecinos. En Turquía se almacena cada vez más agua de los ríos Tigris y Éufrates en gigantescos embalses artificiales para regar campos de frutales y verdura. Con esto se les produce un grave problema a los campesinos de Siria e Irak, ya que principalmente en verano pasa cada vez menos agua la frontera entre estos países. Que este elemento vital para la vida humana ha acentuado la actitud de apropiarse de todos los elementos de la naturaleza, cuando éstos están dentro de las fronteras del propio país, lo demuestra la declaración de hace algunos años del diputado del parlamento turco Kamran, quien para defender el derecho de su país a hacer uso de los ríos mencionados, en una entrevista de prensa dijo: «Se trata de nuestros ríos, es nuestra agua, y nosotros hacemos con ella lo que queremos». Esta actitud seguramente que no se puede atribuir a un solo país, ya que el problema de la apropiación de la naturaleza se originó cuando el ser humano empezó a parcelar la Tierra, como si el aire, el agua y otros elementos se pudieran nacionalizar y almacenar para uso exclusivo del supuesto dueño.

Cuán absurda puede resultar esta actitud lo ilustra una anécdota que me contó un amigo chileno que viajaba por Europa. Después de recorrer varios países decidió estar algunos días en Italia. Cuando después de una noche de verano en Venecia, se quejó ante el director del hotel por las numerosas picaduras de mosquitos que cubrían todo su cuerpo, éste tomó una lupa, observó de cerca las enormes ronchas y con un gesto triunfal le preguntó a mi amigo: ¿Dónde estuvo usted antes? ¡¿Ah, en Génova?! Ya lo sabía yo, pues éstas no son picaduras de mosquitos venecianos. ¡Porca miseria, quéjese ante los mosquitos genoveses!

En la ciudad africana de Dar es-Salaam (en árabe, ‘remanso de paz’), en Tanzania, sólo un ocho por ciento de los habitantes tienen agua potable en casa. Y aunque lo tuvieran serviría de poco, ya que ésta no siempre fluye por las cañerías, puesto que las bombas de la empresa de distribución de agua potable están dañadas. Del agua que esta central bombea en las cañerías, un tercio no llega a los hogares sino que se pierde debido a los numerosos derrames por corrosión u otros motivos. Y el agua que llega a destino está tan sucia, que es preciso hervirla para poder usarla. Pero Dar es-Salaam no es una excepción. Se sabe entretanto que en todo el mundo más de mil millones de personas no tienen acceso a agua potable limpia. Y esto tiene consecuencias mortales: según cálculos de la organización de Naciones Unidas, UNICEF, cada día mueren en el mundo 4.000 niños por la falta de agua potable limpia. En algunos lugares, principalmente mujeres y niñas tienen que caminar muchos kilómetros para llegar al pozo o al río más próximo, teniendo después que transportar de regreso a casa un pesado bidón de agua sobre la cabeza.

Hace pocos años algunas multinacionales que comercian con agua pensaban que se podía ganar mucho dinero con el «oro azul» que cada día se está poniendo más escaso. Grandes empresas alemanas, como RWE se hicieron cargo de la distribución de agua en muchos países. RWE es una multinacional alemana que se cuenta entre las cinco empresas de suministro de electricidad, gas y agua más grandes de Europa, con un volumen de ventas de unos 43 mil millones de euros. Sólo que al poco tiempo tuvieron que comprobar que no tenían suficientes clientes que pudieran pagar el precio exigido y que muchos ni siquiera querían pagar el precio cada vez más alto por el suministro de agua, empezando simplemente a extraer ilícitamente el valioso líquido de las cañerías. Además, la ruinosa red de cañerías se convirtió en una tumba donde se enterraron millones de euros en reparaciones inútiles. Como las multinacionales se retiraron del negocio, éste quedó en manos de empresas o instancias estatales, las que se esfuerzan en proveer de alguna manera a la población con este valioso elemento, a pesar de que no tienen la capacidad económica para hacerlo.

Cada ciudadano alemán consume por promedio diario aproximadamente 125 litros de agua, principalmente para la limpieza corporal y el lavado de la ropa (70 litros) y para el desagüe del cuarto de baño (40 litros). Mucho mayor es el consumo indirecto de agua que se necesita para producir bienes de consumo, el que asciende a unos 4.000 litros diarios por persona. Para tener una idea somera del volumen de agua que requiere la producción de algunos productos, investigadores alemanes han calculado que para ello se necesita la siguiente cantidad de litros de agua:
10 litros para producir una hoja de papel
35 litros para producir una taza de té

140 litros para producir una taza de café
150 litros para producir una manzana
200 litros para producir un litro de leche

2.000 litros para producir una camiseta de algodón
15.000 litros para producir un kilo de carne de vacuno.

Pese a que las cifras mencionadas antes son muy claras y deberían incitar a razonar sobre la actitud personal ante este problema, el consumidor, sobre todo el europeo, no piensa en todo esto. Tal vez ignora que el 70 por ciento del consumo de agua es para regar los campos, y en muchos países con pocas precipitaciones este porcentaje es aún mayor. Cada limón que llega a Alemania, proveniente de la zona del Mediterráneo, ha necesitado para su producción un litro de agua por cada gramo de peso. Los países de aquella región están sufriendo desde hace años las consecuencias de la sequía, debido a la tala de bosques, al turismo y a todo aquello que para un español, italiano, africano del norte y muchos otros se ha convertido en una realidad alarmante.

Cuán grandes para el ser humano y la naturaleza son las consecuencias del uso desmedido del agua de una región, se puede ver en el ejemplo del Mar de Aral, un lago salado o mar interior situado al suroeste de Kazajstán y al noroeste de Uzbekistán, cerca del mar Caspio, considerado antes uno de los cuatro lagos más grandes del mundo. Los ríos que desembocan en él durante las últimas décadas han visto reducido su caudal debido a la utilización de sus aguas para regadío. La consecuencia es que el volumen del mar de Aral ha disminuido en casi un 70% desde 1960. Además, la salinidad de las aguas del lago se ha triplicado afectando a la vida animal y vegetal de la zona. La actividad pesquera también ha cesado casi por completo; las aguas están contaminadas por pesticidas usados en la agricultura. Las orillas, hoy estériles, están deshabitadas, y esto ha provocado que varias poblaciones y grandes ciudades, que antes de 1960 estaban situadas en sus orillas, se hayan trasladado a varios kilómetros de distancia del agua. Por otra parte, la desecación de parte del lago ha favorecido la sedimentación de sales en su antiguo fondo, que debido a la acción erosiva del viento son la causa principal de la mayoría de las tormentas de sal y polvo que se producen en toda la región. La zona en torno a este todavía enorme lago tiene hoy en día una de las tasas más altas de mortalidad infantil del mundo. También han aumentado la tuberculosis y el cáncer.

Y sin embargo, de acuerdo con estudios de la ONU, cada euro que se invierte en la distribución de agua potable y en la evacuación de aguas sucias, tiene un beneficio de 4 a 12 veces mayor, ya que hay menos enfermedades intestinales que producen diarrea, hay menos muertos, más asistencia escolar por parte de niñas que ya no tienen que acarrear agua a sus casas, además de muchas otras ventajas para la salud y el desarrollo económico de los países más pobres.

Si se observan los pocos ejemplos dados, se puede constatar que en todo ello está involucrada de manera directa la naturaleza, que desde siempre y de modo creciente ha sido y sigue siendo explotada despiadadamente por el ser humano. Cuánto tiempo la madre Tierra, la “pachamama” de los pueblos andinos, seguirá soportando esta destrucción es algo que muchas personas de algunas regiones del planeta ya no se lo preguntan, puesto que están sufriendo en carne propia los efectos: sequía y desertización –o bien inundaciones–, contaminación del aire, de la tierra y de las aguas, aumento de las enfermedades, migraciones, etc. El cambio climático ha acelerado este proceso, pero muchas personas de los países más ricos, pese a saber de todas estas secuelas, siguen creyendo que esta situación se arreglará algún día, es más, no han cambiado su actitud consumista que en última instancia es la que acelera el proceso.

No cabe duda que el ser humano, sobre todo el del llamado cristianismo occidental, ha mal entendido el ofrecimiento divino bíblico de «sojuzgar la tierra», o lo ha interpretado más bien a su libre arbitrio. Lo que resalta de estos hechos es que la base de todo radica en una actitud humana que tiene innumerables facetas: el egoísmo, que es uno de los motivos principales de todas las catástrofes que aquejan a la humanidad. Las multinacionales desean obtener cada vez más beneficios y no vacilan en arruinar a países enteros con su política económica, todo en aras de una globalización donde los perdedores empobrecen cada vez más; los bancos, que hace pocos meses fueron objeto de la más grande crítica a nivel mundial por su avaricia, han vuelto a las andadas, se dejan ayudar por el Estado, que para ello usa el dinero de los contribuyentes, y vuelven a repartir generosos «bonos» a su personal ejecutivo, cuya codicia es la que ha producido la crisis económica; los Estados más poderosos tienden a proteger más que nada los propios intereses, y siguen en deuda con la ayuda que varias veces han prometido a los países menos desarrollados.

Son muchas las voces que han advertido de todo este desarrollo, pero las llamadas a la cordura, a la solidaridad, a la igualdad, a la hermandad y a la justicia para todos, se escurren como el agua en el desierto. Los países en particular, pero tampoco la sociedad de las naciones en su totalidad cumplen los planes de ayuda que elaboran, porque siempre priman los intereses personales de un país, de un consorcio o de una ideología ante el bien para todos, el bien común. Por eso sólo un cambio radical en el modo de pensar y actuar de cada persona en particular sería un primer paso efectivo y duradero, para de este modo empezar por cambiar uno mismo y así algún día tal vez la trayectoria de este mundo.

Entre los muchos caminos que la humanidad ha recorrido, hay uno sobre el que se ha predicado mucho, pero que tampoco se ha puesto en práctica de manera consecuente y como estaba previsto por el Creador. Es el camino basado en los Diez Mandamientos de Dios, dados a través de Moisés, y en las enseñanzas del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret, una herramienta sencilla y genial puesto que es de origen divino y no humano. Este camino es el que han hecho suyo los llamados cristianos originarios y que está a disposición de toda persona que quiera dar un vuelco a su vida. Ellos creen y viven en su vida familiar y laboral que el Creador tampoco en esta época abandona a sus hijos, y se dejan conducir por la palabra profética para este tiempo, aprendiendo a liberarse paulatinamente del egoísmo para practicar el bien común, en beneficio de cada persona y de todo el planeta. Quien lo desee, puede enterarse de más detalles o pedir informaciones a la página www.vida-universal.org.
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