Aunque fue una orden nacida y extendida en Francia, el Temple estuvo también en España y doscientas ilustraciones permiten un recorrido atento por sus huellas en iglesias, ermitas, cementerios, encomiendas, castillos y monasterios. Un singular libro de viajes para quienes deseen conocer estos lugares históricos que guardan enigmas, misterios y secretos.
La Orden del Temple fue creada en 1129 durante el concilio de Troyes, celebrado en la misma ciudad y se implanta en España en 1130. Se disolvió en 1306, a petición del rey de Francia, Felipe IV ante el Papado, que aquejado por las deudas quiso librarse de una Orden acreedora, acusándola de pecados blasfemos e infames.
“La orden participó en la precaria paz de las Cruzadas, en la política y la diplomacia y, sobre todo, en la promoción y custodia de las rutas de peregrinaje, jalonadas de megalitos, antiguos asentamientos celtas, montes y fuentes consideradas sagradas y también de petroglifos antiquísimos. Símbolos y marcas de cantero aparecen en construcciones en las que se asentaron, o en aquellas que estaban bajo su jurisdicción administrativa. Iconografía que encontramos abundantemente a lo largo del Camino de Santiago, ruta iniciatica y de peregrinación anterior al cristianismo”, se dice en la introducción del libro.
Lo títulos de los capítulos son: Breve repaso histórico; El Templo, edificio sagrado, edificio religioso; Simbolismo; Trabajo de campo; Un problema de cruces; El noroeste peninsular, una página casi en blanco; Otras pistas, otros indicios; Por Archivos y Bibliotecas; Más al Oeste; Otras tierras y Reflexión final. A ellos se añade una interesante bibliografía.
Xavier Musquera reflexiona sobre signos, símbolos y significantes, no siempre fáciles de interpretar. Una “hermenéutica” muy particular. “El famoso y conocido “hereje” Prisciliano ya advirtió, en su momento de las dificultades en la interpretación de los símbolos para todos aquellos que pretendían desentrañarlos: “Se cae en el riego de recrearse en el signo sin pasar al significante, apegándose a la imagen y no trascendiendo la realidad”, dice el autor en su reflexión final.