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CARTA DESDE ALEMANIA

La agricultura y el clima: cosecha de una mala siembra

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Ya durante el verano pasado, en agosto de 2008, se publicó en Alemania un estudio del Instituto para la investigación económica ecológica (IÖW) sobre los efectos de la agricultura en el clima, hecha por encargo de la organización alemana foodwatch.
El resultado fue la rotunda declaración de que sólo una drástica reducción de la producción de carne puede hacer que la agricultura resista mejor el clima actual. Además, se dijo que lo más importante para el clima es la forma de alimentarse, es decir, qué cantidad de productos cárnicos y lácteos consume cada persona. Entretanto, un estudio de la organización holandesa Netherlands Enviroment Assessment Agency del 12 de febrero de 2009, ha llegado a la conclusión de que si se prescindiera de consumir carne, se podría disminuir hasta el año 2050 en unos 20 billones de dólares el dinero que se destina para combatir el cambio climático. ¡Un billón equivale a un millón de millones y se escribe con la unidad seguida de doce ceros! También se podrían ahorrar millones de toneladas de gas metano, que es liberado durante el proceso de la digestión de las vacas y de la descomposición de los abonos. Para producir un kilo de carne, los ganaderos tienen que dar a sus vacas 15 kilos de cereal y 30 kilos de pasto verde. El cereal necesita abonos, que a su vez consumen mucha energía para su fabricación. Por eso hace años que los expertos del clima están advirtiendo de la gran cantidad de carbono que resulta de la producción de carne.

Si la población del mundo cambiara su sistema de alimentación, procurando consumir menos carne –el estudio antes mencionado nombra 70 gramos de carne de vaca y 325 gramos de carne de gallina y huevos por semana–, unos 15 millones de kilómetros cuadrados de superficie agrícola quedarían libres de ser explotados, agregando que la vegetación que creciera después disminuiría enormemente la cantidad de carbono en la atmósfera.
La realidad es que en la Tierra habría suficiente cereal para alimentar a toda la población del mundo. Pero esto no es posible debido a que más de la mitad de la cosecha mundial de cereal se despilfarra en pienso para animales, esto es, para el consumo de carne. En los países industrializados el porcentaje de la cosecha de cereal que se usa para pienso sobrepasa ya los dos tercios.

No sólo para aquellos lectores amantes del automovilismo, foodwatch dio a conocer algunos datos sobre el efecto invernadero producido por la fabricación de alimentos en Alemania, explicado en kilómetros recorridos por un coche BMW modelo 118d con 119 gramos de CO2 por kilómetro. Observando la lista siguiente, esto significa que por ejemplo la producción de un kilo de queso emite tantos gases de efecto invernadero como un viaje en coche de 7l,4 km si es producido por la agricultura convencional y de 65,5 km si proviene de la agricultura biológica:
Producto km agricultura convencional km agricultura biológica
  • trigo de otoño 3,4 km 1,5 km
  • 1 kg de leche 7,1 km 6,6 km
  • 1 kilo de carne de cerdo 25,8 km 17,4 km
  • 1 kilo de carne de vaca de
ex vacas lecheras 50,8 km 33,0 km
  • 1 kg de queso 71,4 km 65,5 km
  • 1 kg de carne de vacuno de
crianza de toros/bueyes 70,6 km 113,4 km

Como contraste, y considerado bajo el mismo esquema de pensamiento anterior, se dieron a conocer los datos sobre el efecto invernadero producido por diversas formas de alimentación, por persona y año, explicado en kilómetros recorridos por el mismo coche anterior y correspondiendo a la misma emisión de CO2 de éste:
forma de alimentación km agricultura convencional km agricultura biológica
  • sin carne ni
productos lácteos 629 km 281 km
  • sin carne 2427 km 1978 km
  • comiendo todo 4758 km 4377 km

Como se ve, una alimentación sin carne ni productos lácteos es la que menos contribuye a la emisión de gases tóxicos de efecto invernadero, en comparación a cuando se come todo tipo de alimentos. No obstante, sea el cultivo convencional o biológico, para efectos del clima el daño para éste persiste, aunque el cultivo biológico por lo menos no utiliza pesticidas, insecticidas y otros productos químicos, que tienen otras consecuencias no menos dañinas.
A este derroche de terrenos y productos agrícolas hay que agregar el creciente reemplazo del combustible para coches en base a petróleo por maíz, soja, colza y otros tipos de plantas, con lo cual la situación de la alimentación de la población mundial no se solucionará, aunque tal vez y por un cierto tiempo se viaje gastando menos dinero en combustible pero con el estómago más vacío.

Por otra parte, según un estudio del abogado alemán D. Storr, el presupuesto de la Unión Europea (UE) para la agricultura en el año 2008 alcanzó la suma de aproximadamente 55 mil millones de euros, un hecho que pocos han tomado en consideración. En todo caso, esta suma correspondió a más o menos un 60% de todo el presupuesto de la UE. Más de una quinta parte de esta suma la pagan los contribuyentes alemanes, lo que de saberlo, seguramente no les haría mucha gracia. No obstante, las subvenciones no se distribuyen de acuerdo con criterios sociales y ecológicos, ya que grandes empresas con crianza masiva de animales y monocultivos reciben más de 300.000 euros, mientras que empresas agrícolas pequeñas reciben menos de 12.000 euros por año. Cuanto más grande sea la granja y disponga de mejores elementos técnicos tanto más dinero recibe desde Bruselas, mientras que cada vez más fincas familiares pequeñas tienen que declararse en quiebra; según algunos estudios, en Europa cada dos minutos un campesino deja de trabajar en su finca. Todo esto sucede a pesar de que hace ya tiempo que los investigadores han comprobado que la agricultura convencional es la rama de la economía que daña el medio ambiente de la forma más intensa, contaminando no sólo las aguas subterráneas, dañando ríos, lagos y mares, sino que disminuye también la fertilidad de los suelos, reduce la variedad de especies, destruye su hábitat y emite el doble de gases de efecto invernadero que la agricultura biológica.

Pocos saben que una vaca europea es subvencionada al día con el equivalente de dos dólares americanos. Esto supera lo que un trabajador del llamado Tercer Mundo gana al día. De igual manera se vive la paradoja de que el azúcar de la multinacional alemana Züdzucker (que se reparte el mercado con otro gigante, Nordzucker –y en la producción de carne se lo reparten los otros gigantes Südfleisch y Nordfleisch), en África es más barata que el azúcar de caña de la región. Si alguien se pregunta las razones de esto, la respuesta es muy sencilla: las exportaciones son subvencionadas enormemente por la UE, lo que también vale por ejemplo para la leche, sobre todo para la leche en polvo de la multinacional Nestlé.
En la Unión Europea se produce más leche y carne de lo que se consume y los excedentes se exportan a precios dumping a los países más pobres, con lo que se destruye la fuente de vida de los campesinos de aquellas regiones, ya que éstos no pueden competir –precisamente a causa de las subvenciones– con las importaciones tan baratas desde la UE. Las consecuencias son pobreza, hambre, guerras civiles, enfermedades, muerte en masa y millones de fugitivos.

De acuerdo con cálculos de la UNESCO, en todo el mundo sufren de hambre más de mil millones de personas por razones sociales y políticas, pero para combatir el hambre no habría que aumentar los rendimientos, como por ejemplo preconiza la industria de la tecnología genética. Jean Ziegler, el ex enviado especial de la ONU para el derecho a la alimentación, estableció no hace mucho tiempo que si se considerara el rendimiento agrícola mundial en su totalidad, se podría alimentar al doble de personas de las que viven actualmente en nuestro planeta.

Pero ya que estamos hablando de la agricultura, si se toma ahora en cuenta la desastrosa situación del clima y las muchas otras secuelas descritas anteriormente, a raíz de los problemas que ocasiona el agro mal entendido y explotado, ¿no sería hora de pensar en aquella ley bíblica de que el ser humano cosechará lo que siembre? Y si no se cree en ello, se podría recordar que también la ciencia habla de causa y efecto, de acción y reacción, por lo que sería conveniente que cada persona pensara en qué parte le corresponde en este embrollo de consecuencias tan fatales para toda la humanidad y lo que quiere cambiar en su vida, antes de que la reacción, el efecto, la cosecha le sorprenda el día menos pensado. El clima, el aire, las aguas, los animales, la naturaleza en general y millones de habitantes de los países pobres ya lo están sufriendo. La crisis económica es sin duda otro signo premonitorio de lo que se avecina a los países más ricos.
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