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OPINION: “Café con Políticas, Por favor…

El Apocalipsis

Por Fedra Chávez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Mientras Occidente intenta entender el fundamentalismo islámico de una forma sistemática y con cierto sentimiento de superioridad, los caminos que preparan los mahometanos para llegar a la victoria a través del terror se presentan cada vez más incontrolables, inenarrables y de resultados imprevisibles. La razón estriba en que los movimientos fundamentalistas islámicos carecen de la lógica interna que el pensamiento positivista y comptiano occidental necesita. La emoción que motiva a los extremistas para convertirse en mártires no es lógica, sólo es resultadista. En este marco, se está comenzando a producir el masivo ingreso de extranjeros al estado israelí -para cuestionar sus fronteras- desde el 15 de mayo pasado. Esto culminará el 15 de septiembre en un escenario que puede llegar a ser… apocalíptico!

 

Respecto al conflicto de Oriente Medio entre Israel y sus vecinos, siempre cabe preguntarse cuántos matices estamos ignorando, si tenemos presente toda la información y, si, en esas condiciones, somos realmente capaces de comprender el planteamiento global del problema así como sus implicaciones. Así, si bien plantear el problema depende de nuestros conocimientos, olvidar un detalle puede convertirse en una inconsistencia básica a la hora de querer pisar tierra firme con cualquiera de las partes.

La postura israelí se sostiene sobre el pilar de la historia antigua, sobre la religión y sobre el derecho adquirido en la historia moderna principalmente en dos temas: la existencia soberana de una tierra israelí tras la decisión tomada al final de la segunda Guerra Mundial y el reconocimiento de sus fronteras tras las cinco guerras ganadas. Aquí se plantean tres matices básicos. El primero respecto a la legitimidad de la creación de un estado israelí, el segundo respecto a si sus victorias fueron el resultado de agresiones árabe-islámicas y el tercero, que deviene de ello, se refiere a la legalidad de la incorporación de esas tierras -obtenidas tras la victoria en combate- al estado de Israel.

El derecho internacional cobra aquí toda la relevancia que le corresponde porque éste positiviza nuestro recorrido histórico, lo legaliza y legitima. Este es el marco común de la sociedad internacional para que las naciones lleguen a un entendimiento. Así es como, por ejemplo, tendríamos que hablar de territorios en disputa al referirnos a “Judea y Samaria” ya que no existe soberanía previa a la reclamación “palestina” y, por tanto, no deberíamos usar la expresión “ocupación” o “territorios ocupados” para superficies que no pertenecen de iure a ningún estado según el Derecho Internacional. Los términos guerra, soberanía, reconocimiento de fronteras, derechos humanos, cobran un sentido pleno y de idioma común para lograr un entendimiento que se aleje del significado personal e interpretativo del problema árabe-israelí. Es bajo esta perspectiva como los estados del mundo han decidido conciliar sus diferencias en tiempos de paz.

Más o menos es de conocimiento general que en este viejo conflicto se mezclan historia, geopolítica, religión y moral. Pero ahora -justamente en estos tiempos en los que nuestro viejo sistema está dejando oír sus crujidos por todo el planeta- nuestro sistema de valores se está cuestionando hasta el punto de quebrar nuestra fé en el sistema. El presidente Obama ha declarado que Israel debe retroceder hasta sus fronteras de 1967, naturalmente Naciones Unidas le apoya puesto que Estados Unidos aporta -en su mayoría- los fondos que permiten a dicha institución funcionar y existir. Israel por su parte le ha reclamado a USA que haga honor al compromiso escrito y entregado en representación de la nación americana por el presidente George W Busch en 2004, de jamás reclamar a Israel que retroceda totalmente en sus fronteras

Ahora bien, la forma “legal” de ganar territorio, aceptada por la sociedad internacional, es cuando una superficie se pierde o se gana tras una guerra. Europa lo debe comprender muy bien ya que sus fronteras han variado permanentemente. África debería comprenderlo igualmente, lo mismo le ha pasado a ese gran continente. Por su parte América latina está trufada de conflictos fronterizos por lo que debería ser fácil entender para los latinoamericanos que una exigencia como la que enfrenta el Estado de Israel afecta, como precedente de Derecho Internacional, a todo el orbe.

Pero no es así. Desde que se han formado estados islámicos en Europa y la ex Unión Soviética tras la guerra de los Balcanes, parece que las reivindicaciones islamistas se han visto reforzadas en la idea de que, actualmente, es por la fuerza como la geografía política se modifica. Los países islámicos han planteado una guerra armada cuando las fuerzas son similares, cuando son asimétricas, han optado por actividades terroristas. Si no han conseguido ningún resultado por estas vías, han optado por reclamaciones ante Naciones Unidas sumando a ello sus recursos mediáticos de propaganda. Guerra, terrorismo y propaganda resumen el camino de violencia por el que el Islam transita con toda la holgura que le permitimos.

Si alguien se manifiesta alzando la voz de alarma respecto al terrorismo y al Islam, inmediatamente se le tilda de contrario a las izquierdas y al progresismo porque la mayoría de los países mahometanos sufren o han sufrido los desmanes del imperialismo americano.

Si alguien se manifiesta en contra de los valores del Islam, también recibe críticas aduciendo que se mezclan valores y moral en un problema político cuya solución pasa por combatir al imperialismo americano poniendo en una misma olla a todos los países oprimidos sea cual fuere su sustrato cultural. Dejando además en el olvido a las personas asesinadas, violadas y torturadas bajo el conveniente epígrafe de “víctimas colaterales”.

En esto no estoy de acuerdo. No quiero olvidar a Lara Logan, a los Budas de Bamiyan, ni a los propios palestinos que son cruelmente asesinados cuando ayudan por propia decisión a Israel y que sólo aparecen en una o dos líneas en los medios de comunicación, cuando aparecen ni a un largo etcétera de víctimas en ambos lados.

Además, me niego a poner en el mismo caldero a Colombia y Arabia Saudita, o a Panamá y Marruecos, o a México y Qatar, y esto me vale para todos los países de América al sur de Río de Bravo, incluidos Cuba, Venezuela y el triángulo del Paraguay. Que me expliquen por qué debo apoyar a Siria o a los países miembros de la Liga Árabe o de la Organización de Estados Islámicos (OEI) olvidando las especificidades prescriptivas del Islam. No. No lo voy a hacer, no me considero un borrego, aprecio mi libertad de opinión y uso mi voto de forma personal. No acepto el voto clientelar, de consigna o prebendal por la irresponsabilidad social con la que te cargas. No.

Así es que cuando leo en la BBC: “… tropas israelíes abrieron fuego durante la manifestación de palestinos que este domingo conmemoran lo que llaman la “nakba”, cuando cientos de miles de palestinos perdieron sus hogares durante la creación del estado de Israel en 1948.…..” me pregunto desde cuándo a un grupo de personas que entran en un país sin visado y con la declarada intención de llevar consigo la violencia a un estado que se considera soberano, se los llama manifestantes (?). Otra cosa que me llama la atención es la expresión: “perdieron”. Tengo entendido que la ONU asignó territorios a los que hoy llamamos palestinos pero que Jordania y Egipto se los “anexionaron” dejándolos sin tierra.

Por su parte, Israel usa su derecho a defender una característica común que considera parte fundamental de su identidad –la judeidad y la pertenencia a lo que llaman “Eretz Israel”-, al extremo de no haber renunciado a ello a pesar de las persecuciones, expulsiones y expropiaciones ilegales de las que han sido objeto a lo largo de la historia. No hay más de veinte millones de judíos ni de israelíes en el mundo. Son una minoría que resiste rodeada de naciones hostiles.

A estas alturas, se echa de menos unas líneas para definir la postura de los palestinos. Al respecto he de decir que hay divergencias y diferencias en el interior de su enfoque y en sus demandas. Sin embargo tienen un punto en común a la hora de plantearlas y ello se refleja en la Carta Fundacional del Movimiento de Resistencia Islámico que en su artículo 13 dice: “Las iniciativas [de paz], y las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales contradicen los principios del Movimiento de Resistencia Islámica (...) Estas conferencias no son más que un medio para designar infieles como árbitros en las tierras del Islam... No existe ninguna solución al problema palestino sino por medio de la Yihad. Las iniciativas, las propuestas y las conferencias internacionales no son sino una perdida de tiempo, un ejercicio inútil”. En esta oportunidad me permito pedirles cinco minutos más de su tiempo para ilustrarles este texto con un link http://www.youtube.com/watch?v=RVUptVOvH6A, que en realidad me ha parecido más un documento que un video de “youtube”. Creo que se puede considerar que la declaración oficial, objetiva e irrenunciable de dicha Carta Fundacional habla por sí sola a la hora de valorar la postura árabe-palestina.

Es impopular y políticamente incorrecto apoyar a Israel porque para asegurar su supervivencia esta nación se ha puesto bajo la sombra de Estados Unidos y porque lo más extendido es estar del lado de los palestinos. No voy a entrar aquí a pormenorizar el origen histórico de los palestinos, esto sería aún más largo y ya me han dedicado bastante tiempo.

La denominada primavera árabe está siendo relevante y despierta expectativas, pero si bajo este paraguas los palestinos e islamistas van a justificar y encubrir sus acciones actuales y todas las que vamos a ver en los noticiosos hasta el 15 de septiembre –respecto al conflicto árabe-israelí- para ponernos frente a un verano apocalíptico de enfrentamientos potencialmente armados y de resultados difíciles de prever, yo no me voy a sumar al carro de la desinformación y opinión irresponsable.

En mi humilde entender la “nakba” sólo ha sido un pretexto para justificar el hecho de matar israelíes/judíos sin que se pueda tachar a los árabes de asesinos antisemitas. De ninguna manera quiero ser cómplice de la mal llamada “flotilla de la paz” que respalda este tipo de acciones, ni de políticas de estado coyunturales y de conveniencias porque atentan contra la democracia al alentar la discriminación y el racismo. Desde 1948 Israel se ha visto conminado a defenderse para garantizar su supervivencia, qué nación no lo hubiera hecho de haber estado en su lugar? Qué sucedería en el mundo si elimináramos a todo grupo humano cuya existencia molestara a una mayoría y/o si apoyáramos a quiénes buscan su desaparición?

Consideraciones geoestratégicas y geopolíticas aparte, que situarían al mundo al borde de una guerra de consecuencias apocalípticas -si persiste la actitud de llevar al estado israelí al límite de lo aceptable, favoreciendo la confrontación de las irreconciliables posturas árabe-israelíes-, lo cierto es que existen muchas naciones que reivindican su derecho a existir y que lo fundamentan adaptándose al actual Derecho Internacional, sin llevar a cabo agresiones armadas ni actos terroristas como parte de su estrategia o de sus declaraciones fundacionales.

De todos modos, para tomar partido en este conflicto, antes tendríamos que revisar algo sobre psicología de masas. Recordemos si, de niños, nos resultaba divertido quitarle las alas a las moscas o aniquilar animales indefensos amparados en una supuesta “superioridad” e impunidad... Creo que no se debería aplicar un doble rasero a estas demandas sino aprender a atenernos a las decisiones del Derecho Internacional. Van a ser cada vez más necesarias en un mundo globalizado. Por ello, racionalmente, respeto la postura y apoyo la supervivencia de un Estado –Israel- que no fundamenta su razón de existir en la desaparición de otra realidad.

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