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OPINIÓN

Se necesita personal. Indispensable: Buena presencia.

Por Joseph NoName

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

La  feroz crisis que se vive en prácticamente todo el mundo, ha endurecido más si cabe, la posibilidad de encontrar un trabajo digno ya que a las pocas oportunidades existentes se ha unido ahora, un cúmulo de exigencias que hacen prácticamente inviable, obtener un empleo para una persona más que razonablemente preparada. Imaginemos entonces, lo que será para quien reúna apenas, una mínimas condiciones.

En España por ejemplo, se ha puesto de moda lo de la “buena presencia” para optar a cualquier trabajo. Esa difusa y subjetiva condición que supone –imaginamos-, el primer golpe de vista que ofrece cualquier persona y es que esto de la buena presencia a que se refieren las ofertas de empleo es muy relativo y creo que debe estar en estricta consonancia con el trabajo a realizar. ¿Ud. se imagina a un señorito todo trajeado y repeinado de empleado en una chatarrería al por mayor?, (con el debido respeto a los chatarreros) ¿Qué tal le cuadra la idea de una estupenda señorita vendiendo papelinas en alguno de los súper de la droga de los barrios periféricos de cualquier gran ciudad?, Seguramente muy mal ¿cierto?...

 

La verdad es que uno ya no sabe que hacer para conseguir un trabajo. Además de la informática, el inglés y las especialidades técnicas, ahora no se puede tener espinillas, cara de hambriento y, mucho menos, pinta de indio, sudaca, gitano, moro o africano. Así está el patio...

Quienes buscan un trabajo en España y particularmente en Madrid lo tienen muy difícil. A la falta de puestos de trabajo se suman ahora, unas exigencias que en ocasiones, poco o nada tienen que ver con las aptitudes o calificaciones profesionales requeridas para el puesto. Hay gente que no puede conseguir un trabajo por ser negro, sudaca, moro o... gitana y en alguna ocasión, por vivir en algún municipio considerado socialmente inadecuado o poco digno.

Tengo un amigo de lo más pijo, fino y elegante. El tío tiene tres carreras, habla dos idiomas y es experto en informática cuántica que dicho sea de paso, no sé que es, pero lo imagino importante. Este pobre amigo mío (porque no puedo decir otra cosa) además de todas esas calificaciones resulta que encima, es de lo más guapo; es clavado al Robert Redford, pero no al de ahora, sino al Robert de hace por lo menos 30 años y esa apostura física que tiene, le está llevando por la calle de la amargura y les cuento porqué.

Sucede que este pobre amigo, desde que salió de la Universidad con 26 años y tres carreras (periodismo, sociología y económicas) no ha conseguido ni un puto puesto de trabajo de acuerdo a sus calificaciones y especialidades de manera que, acuciado por su urgente situación económica, decidió ir bajando el nivel de sus exigencias. Había comenzando enviando y presentando curriculums en todas las empresas ubicadas entre los edificios de La Castellana y Azca (el Wall Street madrileño) y en todas esas sin excepción, le dijeron que “de momento y debido a la crisis de Grecia, Portugal e Irlanda -además de la española-, el patio para los trabajos de niveles top estaba de lo más chungo”.

Decidió mi amigo (a quien llamaremos Mamerto) bajar un poco las expectativas y se apuntó primero a las pizzerías a domicilio, luego a las mensajerías en moto para terminar finalmente, solicitando un puesto de peón de albañil o de ayudante de fontanero, en una de las tres  principales empresas constructoras de la ciudad  que aun quedan después del reventón de la burbuja inmobiliaria. Esta empresa que tiene contactos a muy alto nivel construye por estos días, una de las pocas obras públicas de período pre-eleccionario que ha conseguido arañar y hacia allí, dirigió sus pasos mi buen amigo.

Los resultados fueron decepcionantes: la pinta (la buena pinta, ¡ojo!) de Mamerto fue su peor cuchillo. En la constructora, el encargado de la obra lo mandó a hablar con el capataz, que ni siquiera lo miró.

-“Con esa pinta amigo, Ud. aquí no entra”, “Me alborotaría al personá ya que todos querrían tocarle el culo” dice que le dijo el capataz y lo puso de patitas fuera de su contenedor-oficina situado a pie de obra en el sector de San Blas, en la capital española.

Le recomendé que dejara de ducharse una semana, que no se cortara el pelo, ni se afeitara en tres días y que se pusiera su peor ropa. Talvez así, en una nueva entrevista y con mucho ánimo, entusiasmo y resignación, tendría mejor suerte.

-Procura parecer desesperado y hambriento- le dije

-Desesperado estoy -me contestó- y hambriento, a punto de estarlo

Pero fue inútil. En cada lugar donde buscó trabajo le dieron con la puerta en las narices. Lo que pasa –le comenté- es que un tío con una pinta como la tuya, no puede ir a buscar un trabajo de albañil o de reponedor de huevos  en el súper del barrio. Debes ir al corazón financiero y de negocios de la ciudad.

-He ido -fue su lacónica respuesta-. Y no hay nada. Todo el mundo ya está colocado en los buenos trabajos y al mismo tiempo, temblando porque las empresas amenazan a diario con los recortes de plantilla ante la pasividad de los sindicatos.

 

Esta historia que parece de coña, es real y viene al tenor de lo mucho que se comentó hace un tiempo, sobre las expresiones clasistas, xenófobas y racistas que un asalariado de la sección de Recursos Humanos de unos supermercados muy conocidos en Madrid, anotó en las solicitudes de empleo de unos aspirantes a futuros desempleados, para no dejarles pasar ni siquiera a la segunda entrevista ya que en su mayoría eran (para el asalariado de RR.HH: del súper), moros, negros, con pinta de indio, sudacas, gorda y/o fea, espinilludo, con dientes de castor” y otras lindezas por el estilo pero por lo visto y al tenor de lo sucedido a nuestro amigo Mamerto, los guapos y elegantes, también lloran y no solamente la gente con cara de indio hambriento, o residente en algún municipio pobre de la periferia de Madrid , tienen dificultades a la hora de encontrar trabajo.

Por lo visto en los buenos empleos ya no hay cabida para nadie más y a los menos buenos, sólo se accede por enchufes y recomendaciones y puesto que la clase obrera de este país ha desaparecido, en virtud el progreso económico de los últimos 25 años, el infraescalón de la franja laboral está ocupado ahora, por los desheredados, los parias, los hambrientos inmigrantes venidos de todos los rincones del planeta al calor de la –hasta hace algunos años-, pujante economía local. En el sector de los trabajos infames casi por sintonía, no hay mucha diferencia entre empleadores, encargados de selección de personal y trabajadores y eso, al menos para los inmigrantes, facilita las cosas.

La verdadera estupidez (y por la cual merecen el descrédito) cometida por los clasistas y xenófobos supermercaderos a que hacíamos referencia, no está en la grosera forma en que uno de sus encargados calificó a sus aspirantes a trabajadores.

La auténtica falta de visión de estos tenderos de gran superficie, estuvo en la falta de visión, en la miopía laboral y cultural de que hacen gala al ignorar que en la actual situación del mercado de trabajo, ningún aspirante nativo con buena pinta querría trabajar como cargador de patatas o cajera de supermercado por mucho que estos megaboliches estén ubicados en buenos sectores de la ciudad. Sin duda estos aspirantes nativos prefieren tirar del paro –si están en condiciones para ello-, o capear el temporal al amparo de sus familias.

Pese a los casi cinco millones de desempleados , la idea generalizada en el común de la sociedad española es que los trabajos-basura y de ínfima categoría y peor salario son “p’a los moros, negros y sudacas”. El obrero español ha dejado de serlo gracias justamente a estos moros, negros y sudacas ya que así, han podido subir un peldaño en el farragoso entramado social de este país pero, como no todo es perfecto (y más vale así), en las capas intermedias del país existe un vasto número de personas que teniendo buena pinta, buenas calificaciones y, en algunos casos, verdaderos deseos de trabajar, no encuentran una sola alternativa que esté a la altura de lo que ellos mismos, sus amistades o familias estiman como un trabajo digno y entonces, tenemos una verdadera legión de ilustrados, preparados y bien parecidos elementos pero todos…, desempleados.

Muchas de estas personas, cuyas familias esperaron generaciones para subir un grado en el escalafón social, situación que desde hace unos años han conseguido por la innegable pujanza económica y la masiva llegada de inmigrantes que les han liberado de la esclavitud legal del infraempleo, no tienen posibilidades de trabajo y lo que es peor, se sienten en el derecho de no acudir a rellenar solicitudes para pelar patatas en un restaurante, reponer cajas de leche en una mega tienda y, mucho menos, palear arena en una construcción.

Si lo vemos con objetividad, es tan triste que mi amigo Mamerto no consiga trabajo de peón de albañil o repartidos de pizzas por parecerse a Robert Redford como que en el supermercado de marras, rechazaran a un inmigrante por parecerse a Pancho Villa.

 

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