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CARTA DESDE ALEMANIA

Más importante que los derechos humanos

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Hace unos pocos días, la noticia de que Naciones Unidas había declarado el 22 de abril como el Día Internacional de la Madre Tierra, fue publicada en los periódicos más importantes de Alemania, destacando que esto era el resultado de una iniciativa boliviana.

La resolución de la Asamblea general destaca que “la Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar” y acentúa la necesidad de promover “la armonía con la naturaleza y con la Tierra” No sin dejar traslucir una cierta sorpresa, un diario alemán comenta que hay una república en el corazón de Sudamérica que posee una “Ley de la Madre Tierra”, cuyo decreto surgió a raíz de la reunión de Cancún sobre el clima en diciembre pasado. Y agrega que por primera vez se iguala de manera simbólica al ser humano y a la naturaleza en una constitución del Estado, ya que el presidente de aquel país sudamericano había declarado que “los derechos de la Madre Tierra son incluso más importantes que los derechos humanos”.

 

En el Süddeutsche Zeitung de Múnich, uno de los diarios de mayor prestigio de este país, el artículo correspondiente comienza con la constatación de que “los habitantes de los Andes tienen una relación religiosa con la naturaleza, lo que tampoco los conquistadores cristianos pudieron cambiar”. Pero si se leen las declaraciones hechas anteriormente por el presidente boliviano en defensa de la Pacha Mama, antes de la conferencia de fines de 2009 en Copenhague, que tuvieron sin duda influencia en la conferencia de Cancún,  no sólo los conquistadores de antaño se podrían sentir incómodos antes éstas, ya que su argumentación inculpa directamente al mundo de las finanzas, al sistema económico imperante e incluso a los representantes de la política y en última instancia de la moral cristiana de la época que estamos viviendo. Esto lo demuestran algunas de sus declaraciones con respecto a los efectos del cambio climático, donde se lee: “Una de las consecuencias más trágicas del cambio climático es que algunas naciones y territorios están condenadas a desaparecer por la elevación del nivel del mar. Todo empezó con la revolución industrial de 1750 que dio inicio al sistema capitalista. En dos siglos y medio, los países llamados ‘desarrollados’ han consumido gran parte de los combustibles fósiles creados en cinco millones de siglos. La competencia y la sed de ganancia sin límites del sistema capitalista están destrozando el planeta. Para el capitalismo no somos seres humanos sino consumidores. Para el capitalismo no existe la madre tierra sino las materias primas.

El capitalismo es la fuente de las asimetrías y desequilibrios en el mundo. Genera lujo, ostentación y derroche para unos pocos mientras millones mueren de hambre en el mundo.

En manos del capitalismo todo se convierte en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la justicia, la ética, la muerte… la vida misma. Todo, absolutamente todo, se vende y se compra en el capitalismo. Y hasta el propio ‘cambio climático’ se ha convertido en un negocio”.

 

Más adelante el presidente boliviano comprueba: “El planeta es mucho más importante que las bolsas de Wall Street y del mundo. Mientras Estados Unidos y la Unión Europea destinan 4.100 billones de dólares para salvar a los banqueros de una crisis financiera que ellos mismos provocaron, a los programas vinculados al cambio climático les destinan 313 veces menos, es decir, sólo 13 billones de dólares (…) La lógica capitalista promueve la paradoja de que los sectores que más contribuyeron a deteriorar el medio ambiente son los que más se benefician de los programas vinculados al cambio climático”, para terminar exigiendo perentoriamente: “Las innovaciones y tecnologías relacionadas con el cambio climático deben ser de dominio público y no estar bajo un régimen privado de monopolio de patentes que obstaculiza y encarece su transferencia a los países en desarrollo (…) Es fundamental transformar estructuralmente la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el sistema económico internacional en su conjunto, a fin de garantizar un comercio justo y complementario, un financiamiento sin condicionamientos para un desarrollo sostenible que no derroche los recursos naturales y los combustibles fósiles en los procesos de producción, comercio y transporte de productos”.

La realidad actual, que muestra la gran desigualdad social y económica entre las naciones ricas y las pobres, así como el aumento de las catástrofes de la naturaleza, que azotan cada vez más al mundo, le dan la razón.

 

Tales palabras no son del agrado de los países industrializados, como por ejemplo de los EE. UU., que ni siquiera firmó el acuerdo de Kioto de 1997 sobre la reducción de los gases que producen el efecto invernadero. Tampoco otros países con una economía emergente como China o India se sienten obligados a atenerse a dicho acuerdo.

 

El artículo del periódico alemán termina citando a algunos personeros del gobierno boliviano, cuando dicen “Nuestros abuelos nos enseñaron que pertenecemos a una gran familia de plantas y animales”, así como la afirmación del ministro de Exteriores: “Los indígenas podemos contribuir a solucionar con nuestros valores las crisis de la energía, el clima, la alimentación y las finanzas”. Pero al mismo tiempo se pone de manifiesto el fatal dilema en que se encuentran los países pobres, justamente en la contradicción que se produce entre los buenos propósitos de los gobernantes y el efecto que tiene el querer mejorar la hacienda pública con los recursos existentes en el país, a costa de verse obligados a tener que cometer los mismos destructivos atentados contra la naturaleza, y en última instancia contra su población.

 

Así el artículo hace algunas constataciones que acentúan esta discrepancia, indicando que es precisamente la minería, cuya explotación tiene muchos peligros para la naturaleza y el medio ambiente, la que en Bolivia hace un aporte de unos 500 millones de dólares a las arcas públicas. Que además Bolivia es un exportador importante de gas. Y que el negocio más grande y de mayores perspectivas para el país es el salado de Uyuni, donde están las mayores reservas del mundo de litio, indispensable para la construcción de baterías. Toda esta explotación de minerales sin duda tendrá efecto en el clima, cuya preservación exige grandes medidas técnicas de protección que ni siquiera los países ricos pueden o quieren llevar a cabo. También se hace notar que los bolivianos pertenecen a los más importantes productores de coca, y sobre todo que los agricultores de la región de Santa Cruz, de influencia europea, no quieren saber nada de la Pacha Mama indígena, ya que para tales poderosos “la Madre Tierra les ofrece plantaciones maravillosas”, sin duda una gran fuente de ingresos de la cual no quieren desistir.

 

Si los valores indígenas podrán ser suficientes para solucionar los problemas que la explotación minera de ese país trae consigo, un recurso legítimo para dar mejores perspectivas a su población, y al mismo tiempo cumplir con las mismas exigencias que el mandatario boliviano hace a los países industrializados, es algo que está por comprobarse.

 

Pero aquí radica lo trágico de la situación en que se encuentran los países pobres del planeta. Puesto que el ser humano no puede vivir sin la naturaleza, que hasta ahora él mismo ha destruido ya de forma prácticamente irremediable, así como tampoco es posible anular la globalización que ha impuesto el sistema económico de los países ricos y del cual éstos ya no se pueden desprender.

 

En un programa de televisión alemán, ante la falta de soluciones para los problemas que hacen que el abismo que separa a ricos y pobres, tanto a nivel personal como entre las naciones, sea cada vez más grande, se hacía notar que precisamente en el mundo que se llama cristiano a menudo se culpa a Dios de que permita tales cosas. De las grandes Iglesias alemanas, la católica y la protestante luterana, tampoco se escucha nada al respecto, ni menos una solución de parte del que dice ser el vicario de Dios en la Tierra. Mientras unos, en aras de la tradición y en su afán de obtener de todo algún beneficio económico, están ocupados de la mantención de su pompa y prestigio, además de la conservación del poder, otros lo están en busca del ocio y de la diversión, aunque nada de eso contribuya a que al mundo le vaya mejor, ya que el egoísmo se extiende cada vez por todos los ámbitos de este mundo. Una gran mayoría, no obstante, sigue viviendo impotente la desigualdad, la opresión y la pobreza. Y cuando en aquel mismo programa se preguntaba si no sería hora de que un Jesús de Nazaret volviera a venir a la Tierra como hace 2000 años –ya que en su día él lo hizo por los pobres, no estando jamás entre los ricos, los sacerdotes y los poderosos de su época–, es posible que más de un espectador haya perdido la esperanza de que esto pueda suceder. El que “oficialmente” se le siga manteniendo y exponiendo desde hace siglos colgado de una cruz, muerto, mudo e impotente puede ser una explicación de esta actitud y la consecuencia que sacan muchos cristianos.

 

Pocos de esos cristianos se preguntan si el Dios en que ellos creen, que según las declaraciones que se han legado de Jesús, en el que también dicen creer, ama a sus hijos por sobre todas las cosas, podría dejar a sus criaturas abandonadas a su suerte, sobre todo en tiempos como los actuales. Sin embargo, en la misma Biblia cristiana hay numerosos ejemplos de que Dios, en el curso de los siglos, antes y después de que viniera su propio hijo, envió una y otra vez a seres elevados a ayudar a la humanidad que había perdido el rumbo, hombres y mujeres denominados profetas, algo que curiosamente ningún cristiano pone en duda. Aunque a fin de cuentas, la gran mayoría de ellos sucumbieron ante el poder del Estado, los poderosos y la casta sacerdotal de su tiempo. La suerte que corrieron está documentada en numerosos libros (véase p. ej. las ediciones de la serie “¿Quién está sentado en la silla de san Pedro?” en la editorial www.das-wort.com).

 

Resulta paradojal que el mundo que dice ser cristiano siga creyendo que sólo en el pasado hayan existido tales enviados divinos. Sin duda que la advertencia sobre los falsos profetas es cierta, pero así de cierta es también la medida para calificarlos e identificarlos, esto es, viendo sus hechos y los frutos que nacen de practicar lo que enseñan, comprobando si sus actos son desinteresados o egoístas, si el beneficio es para ellos o para los demás, etc. A pesar del usual rechazo por parte de los ya nombrados enemigos de los verdaderos enviados de Dios, en este país y en muchos otros países de la Tierra, desde hace más de 36 años se están viendo los frutos nacidos de poner en práctica las enseñanzas obtenidas a través de la palabra profética para este tiempo, por medio de la cual el Espíritu eterno habla en esta época fuera de las instituciones que se han apoderado de su mensaje original, tergiversándolo. O sea que es posible comprobar que el Creador siempre tiende su mano a la humanidad a través de sus profetas, así también en esta época. Para ese Espíritu creador los derechos humanos son tan importantes como los de la Naturaleza con sus plantas y animales, ya que en él todo es uno y tiene un mismo origen. Más informaciones en www.vida-universal.org.

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