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OPINIÓN: Café con Políticas Por Favor...

Francia: ¿república democrática o estado teocrático?

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

En la bella Europa están proliferando partidos de extrema derecha. Las primeras demostraciones de su peso específico son aquellas que se llevan a cabo en contra de los migrantes. Ellos llegan a las puertas de Europa desde todos los continentes que antaño fueron saqueados durante la larga noche de la colonización. En medio de estos movimientos migratorios que sacuden la comodidad del pensamiento y de la forma de vida europeos, el país protagonista de una de las revoluciones más importantes de nuestra historia ha dejado servido un debate, que parece envenenado, en nuestras sobremesas de cada día.

Seguramente después de haberlo meditado mucho, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, ha decidido prohibir el uso de cualquier tela que cubra el rostro de las mujeres que pisan suelo francés imponiendo sendas multas a aquellas que se paseen por la calle con la cara cubierta por el velo islámico. Con ello la polémica está servida. En este sentido, entretenernos en la discusión sobre las razones que le han impulsado a tomar tal decisión no es más que un movimiento de distracción sobre el tema central que debe ocupar nuestros razonamientos si consideramos el siguiente planteamiento.

Punto uno. Francia es un país laico, es decir que su confesión religiosa está en la esfera de lo estrictamente personal, cero proselitismo, total independencia de toda confesión religiosa. Que cada cual tenga su credo religioso si quiere, y si no quiere, también se respeta. Punto dos, Francia es una república democrática, lo que significa que permite y admite el enriquecimiento que supone convivir con la diversidad dentro del marco de su constitución.

Punto tres: aquellas personas que profesan la religión islámica hacen su profesión de fe el convertir al Islam a todos los infieles. Para lograrlo, no dudan en usar la fuerza bruta -bien sea física o la de presión social y mediática- puesto que para ellos sólo existe dar-elislam y dar-elharb. O sea que sólo existen para ellos dos alternativas: estar con ellos o contra ellos, como su enemigo a muerte.

Punto cuatro. El Islam  no es sólo una religión, es un sistema político que existe y se practica, y que ha parido uno de los jinetes del apocalipsis: el fundamentalismo islámico vivo y amenazante que es el terrorismo islámico. Esto es, un total desprecio por la vida y un punto de partida para entender diferencias “civilizacionales”. Así, para todos aquellos que creen que el único que puede disponer de la vida es Dios, esto de “inmolarse” se traduce en un cínico desafío a la divinidad por cuya causa se suicidan, portando bombas para matarse a ellos mismos y a cuantos les rodean. No olvidemos que, para el terrorismo, suicidio y homicidio están plenamente justificados porque todo enemigo es una amenaza que debe ser eliminada.

Punto cinco. No me parece prudente hablar sobre teorizaciones en este caso. Creo que es más práctico hablar de lo que existe, más allá de la teoría en la que deberían moverse los conceptos. A la velocidad que nos están marcando los acontecimientos, no tenemos tanto margen para elaborar teoremas que ocupen inútilmente nuestra mente con informaciones sesgadas y discutibles que terminan por deslavazar nuestra opinión. Y digo esto, en el entendido de que las rayas de la cancha de las líneas que estamos compartiendo, las marca el que escribe y suscribe.

Punto seis; ponerse de parte de Sarkozy por estar contra el Islam, sin haber reflexionado la medida a fondo, es cuanto menos peligroso. No debemos olvidar que, en definitiva, esta es una medida xenófoba de exclusión por parte del votante francés laico. Y aquí tocamos una de las palabras centrales: xenofobia. Lo que se está haciendo con esta prohibición es alentar a todos los xenófobos y racistas europeos a que movilicen sus esfuerzos y sus neuronas en una virulenta toma de posición frente a todo elemento extraño a su sistema de vida. Esta ardua labor se motiva por enfrentar la amenaza a la identidad europea que supone el Islam, tanto en invasiones conceptuales como de número poblacional. Esto no es más que el comienzo de una ola xenófoba en Europa. Además, usar la fuerza legislativa del Estado para limitar la libertad de vivir la religión mediante un argumento económico, es una medida coercitiva hábil pero de doble filo. Aunque no debemos perder de vista que la vestimenta es una forma de visibilizar el número, de seducir y de afirmar el proselitismo fundamentalista islámico, lo cual sirve tanto para sus miembros como para enviar un mensaje al entorno: “estamos aquí y hemos llegado para quedarnos”.

Punto siete. Recuperemos la idea de “usar la fuerza legislativa del Estado”. Es de todos sabido que el Derecho es el servil perro guardián del poder, del Estado y de los gabinetes de gobierno. Pero también debemos reconocer que, hasta que no cambiemos la estructura social, económica y política en la que vivimos, el Derecho es parte fundamental y vital de nuestro sistema político.  Vivimos en un Estado de Derecho que nos protege ante los demás y también contra nosotros mismos, salvo cuando se comienzan a usar las leyes para restringir nuestros derechos, como está sucediendo en Francia donde es posible que se termine revisando el concepto de ciudadanía. Primera conclusión: en algún momento debemos decidir que nuestras creaciones nos sirvan a nosotros en lugar de que nos esclavicen y debemos aprender cómo hacerlo, cómo votar y cómo ejercer nuestro poder social más allá de la servidumbre a los poderes financieros.

Punto ocho. Regresemos al punto cuatro. “El Islam no es sólo una religión” ya que no se limita a la esfera individual y personal de la fe religiosa sino que afecta a todos los demás aspectos de la vida del hombre libre: la economía, las relaciones humanas dentro de su propia sociedad y la forma que deben tener para relacionarse con la sociedad internacional, las políticas públicas internas, por supuesto el derecho y demás etcéteras. El Islam ha creado una visión sobre cómo debe ser el mundo y al respecto no dudaría -si tuviera los medios armamentísticos suficientes- en imponer su punto de vista al mundo entero por la fuerza. Es decir que, estamos frente a un sistema político en permanente expansión y, que inicia su movimiento colonizador, instando, a todo individuo que no profesa la religión islámica, a convertirse al Islam para lograr la supremacía de la fe islámica allá por donde van. Se puede constatar que esto ha sido así allí donde la institucionalidad es de frágil constitución.

Punto nueve. Por lo tanto, cuando un estado cede ante los que profesan la religión islámica, en realidad, están cediendo no sólo ante una religión sino ante un sistema político que busca echar raíces y expandirse dentro del Estado de acogida. Esta es la raíz del debate y no la cuestión religiosa.

Concluyendo sobre el tema, creo que no se puede apoyar manifestaciones racistas como la que ha llevado a cabo Francia porque vivimos en democracia. Pero al mismo tiempo un demócrata debe tener claro en qué sistema político quiere vivir: si en un estado de derecho o en una teocracia imperialista. El debate que ha propuesto Sarkozy no debería limitarse a una lucha por la libertad religiosa que los laicos tienen perdida desde el principio, sino que debe tomar la verdadera entidad que tiene. Se trata de una lucha por la democracia.

Muchas veces he escuchado que estamos ante una lucha de religiones, muchas más que lo que se nos viene encima es una guerra entre civilizaciones. Lo que yo creo es que, después de que el mundo bipolar en el que vivíamos tocó a su fin, seguimos sin saber qué significa un mundo multipolar. El individuo común, a falta de ideologías claras que nos posicionen emocionalmente entre “derechas” e “izquierdas”, necesita dos opciones claras y elegir entre ambas. En estos momentos está siendo cada vez más evidente que eliminar la amenaza del comunismo fue una estrategia de auto jaque mate para aquellos partidarios del “Imperialismo Americano”.

Realmente estamos desideologizados o carentes de brújula ideológica. Se está intentando recuperar los escombros del pasado con inventos tipo “socialismo del siglo XXI” pero éste es un esfuerzo extemporáneo destinado al fracaso. Es así, cómo del mismo modo que no sabemos bien en qué va a consistir el cambio sistémico que tenemos enfrente, tampoco asumimos que eso de un “planeta multipolar” está aún en la esfera de las grandes teorías. Lo que sí podemos constatar es que, en la práctica, lo que se está cuestionando es la democracia. La ideología de hoy en día consiste en posicionarnos en la defensa de la democracia o en la defensa de sistemas prescriptivos. Ese es el inmediato caldo en el que se moverá el animal político que es el Hombre. Si el cambio sistémico va a empezar por algún lado es por aquí.

Es posible que, si “Sarko” será recordado por “algo” en el futuro, sea por habernos puesto frente a nuestros demonios internos. Pero, qué es lo que nos espera ahora, el triunfo de los populismos autoritarios o el de las dictaduras por la vía de la tecnología del siglo XXI o del autogolpe? Tendrá el pobre y solitario individuo alguna alternativa antes que caer de rodillas ante las ávidas manos de los futuros estado-mercados que a su vez servirán a los intereses financieros y a las transnacionales? A dónde nos llevarán las “revoluciones” sociales sin continuidad, como las que han ocurrido en los países árabes? Cuánto tiempo más seguiremos sometidos al imperio del dinero? Qué hemos aprendido en nuestros tan estudiados siglos de Historia? Es que nunca vamos a poder imponer la razón y el humanismo sobre las ambiciones egoístas y temporales del poder? Cuándo y cómo tomaremos el timón de nuestro destino?

Yo no sé si ustedes creen que el mejor camino de la democracia es llevar en sí misma el virus de la pluralidad, que le juega en contra, creando permanentes divisiones y matices en el seno mismo del concepto llevado a la praxis. O si prefieren un sistema político fundamentado en una religión prescriptiva que pretende irse imponiendo allí por donde pasa por la fuerza bruta o por el peso del dinero –tengamos en cuenta las fuertes “inversiones” en partidarios políticos y mediáticos que compra el petróleo y sus acólitos-. Con ello no pretendo señalar o acusar a aquellos que simpatizan con los islámicos debido a la seducción del poder económico que despliegan o a la fuerza bruta con la que se imponen, sino llevarlos a la reflexión sobre el pasado histórico que podría darnos la oportunidad de un mejor futuro para la humanidad.

Yo lo tengo claro. Soy una demócrata convencida y no pienso permitirle a nadie que ejerza de abogado del diablo para lucirse a mi costa sembrando la confusión en mi entorno vital. Conceptos bien definidos y clara independencia de convicciones son necesarios para avanzar entre estas polémicas. Con todo lo que tiene de esperanzas y de falencias, le digo sí a la democracia, y en medio de este debate, les pregunto a ustedes si lo tienen claro. En América, Asia, África, de qué lado se van a posicionar: democracia o teocracia islámica en expansión? Sabrán cuándo una república islámica oculta bajo su velo a una teocracia absolutista? O cuándo los populismos, la tecnología, el mercado de armas, el comercio mundial, la crisis financiera nos amenazan de muerte? Se decidirán a eliminarlas, y cómo lo harán uds? Cuándo nos vamos a decidir a usar en lugar de ser usados? Se han planteado: “si vivo en una democracia, moriría por ella”?

Es posible que parezca que las preguntas se salen del tema. En realidad creo que se trata de algunas preguntas que nos podríamos ir planteando para tener alguna respuesta cuando la situación se presente porque la crisis que nos rodea no tiene el aspecto de ir remitiendo realmente. No es coyuntural, puede calmarse a ratos, pero temo que sólo retrasará lo inevitable. Ni la naturaleza, ni el ser humano pueden sobrevivir dignamente mucho más tiempo en este sistema. Cada vez hay menos holgura y el momento de las decisiones radicales se acerca. No se trata sólo de las revoluciones sociales o del agotamiento del sistema financiero y del modelo económico. Es que, estamos ante un cuello de botella y debemos saber tomar bien nuestras decisiones porque, ante la coyuntura que nos espera, y ante un mundo interconectado por redes sociales incontrolables por los mecanismos del poder, el individuo tendrá un protagonismo imprevisible. Imprevisible. Ahí estaremos usted y yo. Yo, demócrata del siglo XXI y usted?

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