Librería de Ávila (ex del Colegio), emblema de libreros desde 1785.

A fines de 1700 Argentina estaba gestándose como patria, sus criollos elaboraban el plan de independencia que se concretó en 1810.

Mientras tanto crecía la cultura allí, viendo con grandes ojos lo que llegaba de Europa.

En las calles Potosí y Universidad (hoy Alsina y Bolívar) del barrio de Montserrat, se ubicaba el colegio Real de San Carlos (a cargo de los jesuitas, luego convertido en el Colegio Nacional), el Café de Marco y La Botica, que fue una de las primeras casas de alto del lugar.

Allí se daban cita los que conspiraban la revolución y se hablaba de libros y cultura, convirtiendo al lugar, orgullosamente, en la primera librería de Buenos Aires.

Se la llamaba entonces Librería del Colegio, nombre con el cual sobrevivió dos siglos. Siendo el único comercio que sigue en el mismo lugar y con el mismo rubro desde la época de la colonia, y que fue uno de los pilares de la cultura argentina. Su primer propietario fue un farmacéutico, Don Francisco Salvio Marull que la abrió como "La botica" y junto con diferentes objetos, remedios, rebenques, fustes y otras más, se comenzaron a vender los primeros libros en Buenos Aires.

Está ubicada a cien metros de Plaza de Mayo, la plaza más importante de Buenos Aires por los edificios públicos que la rodean y por darse en ella los actos más importantes entre el pueblo y los distintos gobiernos, comenzando con la revolución de Mayo.

Esta plaza está rodeada por el Cabildo Histórico, la Casa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Casa Rosada (sede del gobierno nacional), la Catedral Metropolitana y el Banco de la Nación Argentina (casa central).

En La Botica también se vendió el primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, en 1801. Una anécdota cuenta que los habituales  concurrentes a la tertulia se asombraron al ver ese cuaderno de 8 páginas con información de la ciudad,  y más aún cuando dos meses después un anuncio  decía: "Mañana jueves se abre, con permiso Superior una Casa de Café en la esquina frente al Colegio, con mesa de Villar, Confitería y Botellería. Tiene un hermoso Salón para tertulia y Sótano para mantener fresca el agua en la estación Berano", (no verano). El 5 de Julio de 1807 en los techos, azoteas y  ventanas del café y la botica como en todos los otros de la zona, estaban cobijados patriotas y Patricios para defenderse del enemigo, los ingleses al mando de Whitelocke.

Hacia 1830, en pleno Saint Germain de Buenos Aires, frente a la "Manzana de las Luces" (centro cultural del que se hablará en otra nota), de cara a San Ignacio y su colegio, se abrió netamente como La Librería del Colegio siendo clientes a lo largo de su vida personajes ilustres como Bartolomé Mitre, José Hernández, Rafael Obligado, Santiago de Estrada, Aristóbulo del Valle,  Pedro Goyena, Paul Groussac, Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Leopoldo Lugones,  Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo y muchísimas figuras del ámbito cultural del mundo entero, debido a la gran fama que  adquirió y por los tesoros inigualables de sus catálogos en lo que se refiere a libros muy antiguos.

Martín García Merou, en sus "Recuerdos Literarios" cuenta que durante mucho tiempo la librería fue un club literario donde acudían los miembros del cenáculo de la casa de Obligado y atribuye al lugar una heterogénea mezcla de precavidas feligresas,  revoltosos estudiantes y conspicuos literatos.

Algunos de sus propietarios en el siglo XIX fueron, el catalán Rafael Casagemas y el parisino Paul Morta quien le dio mayor impulso como tertulia. Marcos Sastre, que en esa época era inspector de escuelas, debe haber sido quien influyó sobre Morta para editar, y así salió su primer "Almanaque Agrícola e industrial de Buenos Aires", "Consejos de oro sobre educación" (especialmente para las madres), "Lecciones de gramática castellana para niños y niñas" (estos últimos  de Marcos Satre), entre otros.

La librería fue testigo de una gran parte de la historia del país y sus instituciones.

En el año 1926 el viejo local fue demolido y en su lugar se construyó uno nuevo, instalado en la planta baja y subsuelo de un edificio residencial de estilo ecléctico, hecho por el arquitecto Ángel Pascual y el ingeniero Luis Migone, que es el mismo que ocupa en la actualidad.

Quienes se sucedieron como propietarios de la librería conservaron sus rasgos distintivos. Su porte, su aire patrimonial, su esencia.

El Gobierno  de la Ciudad de Buenos Aires, la declaró de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de la Ciudad, una gran satisfacción para todos.

Miguel Ávila, propietario de la librería Fray Mocho, adquirió la Librería del Colegio en 1994 y le dio su nombre actual. Este último propietario fue el que transformó el lugar en especializado en libros y revistas antiguos, ediciones de colección, rarezas históricas y dio lugar en el subsuelo al funcionamiento de un café literario.

Pero respetando siempre su tradición, su rubro, siempre fiel a los libros, a su artesanía, a la historia que pasó por el lugar en personajes y hechos, que perdurará inalterable mientras haya una persona que sepa valorar el patrimonio cultural de esa esquina y ese lugar.