La Sonrisa De Robespierre

Un ejercicio saludable para aventar recelos acerca del buen momento por el que atraviesa el ensayo y la prosa periodística en España. Una manera de concebirlo y realizarlo, esta de Juan Van-Halen, que nos reconduce hacia el desgarro valleinclanesco y la calidad literaria de Azorín. Durante la lectura he recordado páginas de El político, libro publicado en 1909, aunque en esta ocasión la realidad desborda los cauces de la razón, y el esperpento aletea de continuo sobre sus páginas. Una contundente manera de voltear la realidad. Juan Van-Halen advierte al lector que “las páginas que tiene en la mano quieren responder modestamente a lo que don Francisco de Quevedo nos dijo en los dos últimos endecasílabos de su sonetos a Roma: “…huyó lo que era firme y solamente/ lo fugitivo permanece y dura”.

Juan Van-Halen es madrileño, nacido en Torrelodones, cuya Corporación Municipal acaba de concederle el título de Hijo Predilecto de la ciudad y donde se convoca anualmente un premio de poesía con el nombre del escritor. Por otra parte, el señor Van Halen ha ejercido el periodismo desde los cometidos más diversos, incluido el de corresponsal de guerra, y su bibliografía se acerca ya, o puede que lo rebase, al medio centenar de títulos entre los que se cuenta el género novelístico, la poesía, la narrativa y el ensayo, precisamente al que corresponde La sonrisa de Robespierre  (Sial / Fugger Libros)  el cual da comienzo con un prólogo del catedrático de filosofía Gabriel Albiac, una de las firmas más prestigiosa del columnismo español.

Se trata, pues, de un prólogo que orienta e introduce al lector en el contenido del libro. Tomemos un solo fragmento para percatarnos de ello: “Robespierre, que da título a esta recopilación de escrituras inmediatas, asentaba su letal pureza  sobre el axioma: o la corrupción o el terror. Eran los tiempos vertiginosos en los que se vivía en la aceleración y se moría muy joven. El Robespierre sonriente, al cual remite Juan Van-Halen, es, una vez más, la tragedia trocada en sainete. Porque aquí, en estos años nuestros, poco más que sainete hemos vivido”. La tragedia  convertida en esperpento, en despropósito: los espejos cóncavos de la madrileña calle del Gato, los ilusionismos alicortos de los malos políticos…

Y en medio, tanta mediocrida. En medio de lo que se cuenta en este libro quiero decir. Páginas y capítulos cuya lectura nos seduce, cuyos personajes nos dejan perplejos; o nos  sitúan ante mujeres, por ejemplo, incomparables, pero que --¿sainete, esperpento, humorada?—el autor contrasta y expone a la curiosidad de los lectores. Me estoy refiriendo al capítulo titulado, De Clara Campoamor a Bibiana Aído,  “símbolo –la primera—de la lucha de los derechos de la mujer en España, la madre del sufraguismo en un tiempo más que difícil”, mientras –nos cuenta Van-Halen—“la trascendental aportación de la ministra a la igualdad de la mujer, que sepamos, ha sido tratar de introducir la palabra “miembra” en el Diccionario de la real Academia”.

Hemos de tomar buena nota de los episodios que Juan Van-Halen va desgranando a lo largo de de los sesenta y un comentarios de que se compone el volumen. Reflexiones, nos dice, “sobre la España atribulada y chata de los últimos tiempos. Y nos advierte que no nos hallamos ante un libro objetivo: “Opinar es optar y en ese menester de las opciones no es posible ser incoloro”. Y por supuesto que no lo es. Sus palabras y sus opiniones, su praxis política –Juan Van Halen es un político de raza, de brillante historial--, vienen impregnadas de un gran sentido de la realidad española, de la reciente historia de España, de su reciente circunstancia y de la responsabilidad de su futuro que a todos nos corresponde.