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CARTAS DESDE ALEMANIA

De la sabiduría popular a la espiritual

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
¿Es posible cambiar los acontecimientos personales y los del mundo?
Menuda pregunta –pensará más de alguno–, si se toma en cuenta que tanto políticos como científicos, economistas y analistas, hombres de prensa y de Iglesia hasta ahora no han dado una respuesta clara a cómo solucionar los conflictos que aquejan actualmente a la humanidad. Cada día se escuchan noticias que aumentan el desconcierto, aunque con ello la prensa tiene mucho material para hablar y especular. Ante una realidad semejante, es razonable que más de una persona se pregunte si en realidad puede confiar ya en aquellos que ha elegido como gobernantes, o en los que ha confiado sus ahorros o le han dado el préstamo para comprar un terreno o una casa, o incluso en otros que se han designado a ellos mismos como guardianes de la moral y que dan tantos consejos que ellos mismo no cumplen. Visto así, habría que denegar la pregunta inicial, ya que el tiempo de los milagros se ha quedado relegado a los libros de cuentos o a tiempos pasados, y la realidad es tan cruda que se podría pensar que más vale no pensar en ello.

No obstante, ateniéndose a la recomendación de uso popular cambia tú y así cambiará el mundo, se podría intentar empezar por uno mismo, para ver si esto realmente surte efecto. Además, con esto de cambiar primero uno, es posible apartase del campo de batalla habitual donde «los otros» son los que siempre tienen la culpa.

Tanto de acuerdo con leyes físicas como espirituales, todo lo que sucede en la materia es un efecto de algo que se ha causado anteriormente. Ninguna energía se pierde, dicen los físicos, sólo se transforma. La ley causal, que establece que todo efecto tiene una causa, y al revés, es de conocimiento y aceptación común. Si aplicamos esta ley al ser humano, todo lo que vivimos y padecemos, alegrías y penas, enfermedades y epidemias, guerras y guerrillas, amor y desamor, lo tenemos que haber causado antes nosotros mismos. A esta ley causal también se la denomina ley de Siembra y cosecha, y a ella prácticamente todos los grandes pensadores de la humanidad han hecho alusión desde hace milenios.

¿Cómo empezar entonces? La sabiduría popular nos puede ayudar mucho si acogemos su recomendación de que antes de meterse en corral ajeno, es mejor empezar por barrer en la propia casa, o como en este país también se dice: primero hay que amasar panecillos pequeños para llegar a ser buen panadero.

Para comprender las situaciones que vivimos, especialmente las negativas, es preciso preguntarnos el por qué éstas suceden. Y es mucho lo que afecta actualmente a cada persona y a la sociedad en general: pobreza, terrorismo, guerras, injusticia, desigualdad social, enfermedades, desempleo, cambio del clima, rencillas en la familia y en el trabajo, etc. Una vez comenzado el proceso de autorreconocimiento, uno aprende a cuestionar su actuación ante otras personas, preguntándose: ¿qué contenido tienen realmente mis pensamientos y mis palabras? ¿Hablo así como pienso? ¿Pienso así como siento? ¿Siento así como hablo y pienso? ¿Qué temores, aprensiones, vergüenzas, orgullo, complejos, etc. se esconden detrás de mi fachada? Esto nos puede dar una visión clara de cómo es en realidad nuestro carácter, y en la mayoría de los casos puede que descubramos entonces que en verdad a menudo no somos así como nos mostramos ante los demás. Sea así o no, siempre tenemos la buena opinión personal de que somos personas sinceras. ¿Pero nos conocemos realmente a nosotros mismos? ¿O nos hemos más bien acostumbrado a ser como somos sin cuestionar ya nuestras actuaciones ante los demás? Por mucho que recibamos indicaciones externas, en forma de crítica más o menos velada, comentarios con cierto mensaje escondido, indirectas, halagos que intuimos que no son tales y muchas cosas más, el auto convencimiento de que somos personas de conducta intachable, no deja cabida a la autocrítica. Ya un oráculo griego de la Antigüedad hacía la sabia recomendación: conócete a ti mismo. Bueno, pero eso es harina de otro costal, se podría pensar. Pero no lo es.

En base a los resultados y efectos que se viven actualmente, la realidad actual muestra que gran parte de la humanidad no sólo se comporta así sino que ha hecho caso omiso de la sabiduría popular y de las recomendaciones para cambia el modo de proceder. Por eso no es de extrañar que el mundo en su totalidad vaya en muchos sentidos de mal en peor, sobre todo porque las tragedias mundiales no se producen por sí solas, sino que es el ser humano el que las causa. Eso sí ya lo han comprobado entretanto hasta los organismos oficiales.

Consideremos sólo lo que nosotros pensamos cada día de las situaciones que vivimos en casa, durante el viaje al trabajo, con nuestros compañeros de labores, en las conversaciones que mantenemos en el día, al regresar a casa, al ver que tal o cual cosa no se ha hecho como nosotros queríamos, cuando nos encontramos con una mujer o un marido malhumorado que nos espera para descargar su frustración de un día mal vivido, o cuando los hijos tienen problemas o traen malas notas y en muchas otras situaciones. ¿Qué pensamos en esos momentos? ¿A quién culpamos de todo aquello? Normalmente decimos que no somos nosotros los causantes de tales problemas. Por tanto, está claro que otros serán el objeto de reproches por parte nuestra, ya que es mucho más fácil –además de usual– echar a los demás la culpa de los hechos que cuestionarnos a nosotros mismos, esto es, de quitar la viga de nuestro propio ojo antes de mirar la paja en el ojo ajeno, como por ejemplo recomendó sabiamente Jesús de Nazaret. Con que tengamos que cosechar sólo lo que nosotros mismos hemos sembrado antes, ya se ha solucionado la pregunta de: ¿por qué tales cosas nos atañen precisamente a nosotros? ¿Por qué lo ocurrido nos molesta, enfada, es más, nos pone furiosos y conduce no sólo a reproches sino a la enemistad con aquellos a los que achacamos la culpa?

Una primera medida sería que cada persona pensara en si realmente quiere seguir cultivando estos hábitos que se han hecho tan naturales, o bien tomara la firme decisión de abandonar al fin este escenario donde se revuelcan tantos egos, y donde sobre todo el propio YO es la «estrella». Quien quiera cambiar su comportamiento tendrá primero que enfrentarse a su propio yo. El ego, el yo tozudo, cabezota y sabelotodo que está en cada uno de nosotros, sin duda que nos pondrá dificultades, ya que está malacostumbrado y se resiste a cambiar de actitud. Pero también la sabiduría popular tiene soluciones para este dilema.

O sea que si hacemos uso de tal sabiduría popular, y decidimos simplemente dar vuelta la tortilla, adoptando una nueva actitud con el prójimo, basada en el respeto, en el cariño, en el aprecio o por último en el agradecimiento, ya se verá luz al fondo del túnel dentro de nuestra relación con él. Mal que mal vivimos a diario con esos supuestos «contrincantes» a los que culpamos. Como no existen las casualidades, es muy posible que tal convivencia diaria tenga un sentido para nuestra vida. Además, no todo lo que vivimos con ellos es malo o negativo, y es seguro que también en muchas circunstancias nos dan alegría y regalan amistad, además de buenos momentos. Ya sólo esto ablandará nuestro ego y así nos será más fácil ver en las situaciones cuál es «nuestra parte» en el asunto. Así evitaremos que se desencadene automáticamente ese torbellino de pensamientos que al fin y al cabo sólo va en contra de nuestros semejantes. Quien lo ha puesto a prueba, sabe que los resultados son sorprendentes.

Todos estos pensamientos y razonamientos seguramente no son nuevos y el sentido común y la sabiduría popular los conocen muy bien. Pero como la carne es débil y no siempre es fácil encontrar el primer hilo para tirar de la madeja, quien desee ver todo lo dicho desde un punto de vista espiritual, con una base ciertamente más amplia y profunda, sin duda novedosa y en todo caso práctica, puede consultar los numerosos libros que ofrece una editorial alemana bajo www.editorial-la-palabra.com. Allí se encuentra literatura para superar muchas de las dificultades y debilidades que se han mencionado antes. Pero no sólo eso, sino además una amplísima explicación sobre muchos aspectos de la vida humana y la espiritual, bajo el punto de vista del cristianismo originario, que no está atado a dogmas, ritos, instituciones o jerarquías. Estos libros son fruto de la sabiduría espiritual y están al alcance de toda persona interesada en dar un cambio a su vida. Y si se quiere, se puede aprender a cambiar el rumbo de los acontecimientos personales, al cambiar uno mismo, y con ello, algún día, tal vez los del mundo.
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