San Telmo, un barrio repleto de antigüedades y shows.

No pertenecía al casco urbano y su calle principal, la calle Real, (hoy Defensa) unía la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) con la ribera del riachuelo. Se lo conocía como el Alto, ya que se encontraba sobre una meseta.
Como era la costumbre de los jesuitas, se comenzaba a construir una iglesia y a su alrededor se iban formando los barrios, así ocurrió con San Telmo, en donde se comenzó en el 1748 la iglesia Nuestra Señora de Belen y junto a ella una casa de ejercicios espirituales, que le dio la fama del barrio de la Residencia. Al ser expulsados los jesuitas por España, pasó a ser esta residencia, una cárcel.
Años más tarde, en 1806 se creó la parroquia San Pedro Gonzalez Telmo, que iba a ser la más importante del barrio y que iba a dejar a Nuestra Señora de Belén como temploo provisorio. Pero no se ejecutó la obra. Igualmente se creó la iglesia de San Pedro, Telmo. El barrio comenzó a llamarse Alto de San Pedro.
San Telmo fue habitado por familias patricias, que eran de la elite argentina, como Domingo French y Esteban Echeverría. Pero en 1871, la epidemia de fiebre amarilla produjo un exilio de esas familias hacia la zona norte de la ciudad. Al quedar vacías estas casas, y ante la gran inmigración europea, se fueron rentando esas propiedades y pasaron a convivir muchas familias hacinadas y con una sola área de servicios, en lo que se denominaban CONVENTILLOS.
En las décadas siguientes, sobrevino la decadencia y quedó el barrio estancado en el tiempo, mientras surgían como centro financiero, político y comercial, Retiro y San Nicolás. En 1957, y por iniciativa de un arquitecto se pensó en derrumbar todas las casas viejas pero finalmente se desechó el proyecto. Igualmente se fueron demoliendo algunas casas y modernizando algunos edificios, porque no se valoraba la importancia de la edificación y su conservación.
En el año 1970 y gracias al arquitecto José María Peña, se creó en la Plaza Dorrego, que es la más importante del barrio, la Feria de Cosas Viejas y Antigüedades San Pedro Telmo, dedicada a la valoración e importancia de las antigüedades entre los porteños y más tarde con gran auge turístico.
Hacia 1978 fue modificado el barrio con el ensanche de avenidas y demoliron casas de valor patrimonial histórico y el arquitecto Peña, para salvaguardar ese patrimonio, creó el proyecto U.24, que protegía a un área de 120 manzanas, en donde se debían conservar las casas antiguas y se debían construir edificios y casas de estilo contemporáneo para diferenciar bien los estilos.
Esta polémica ordenanza sería el primer paso hacia la conservación de la arquitectura antigua de la ciudad.  En 1982, la U.24 se transformó en APHI (Area de protección histórica), pero por la presión de firmas inmobiliarias, ese área se redujo notablemente.
Pese a todo, la zona es la mejor conservada de la ciudad y sus atractivos arquitectónicos son innumerables, puesto que amén de sus casonas coloniales hay muchas iglesias antiguas, muchos museos, tiendas de antigüedades y una feria permanente en la Plaza Dorrego, su plaza principal.  También hay numerosas actividades relacionadas al tango y al candombe para los argentinos y para los turistas, con afluencia masiva de público interesado en estas danzas.
Sábados y domingos la calle Defensa se conveirte en peatonal y se realizan shows, como ser magos, titiriteros, estatuas vivientes, payasos, malabaristas, etc. que hacen las delicias de grandes y chicos.
Un párrafo aparte merece la cárcel de San Telmo. Está ubicada en la calle Humberto 1ero. junto a la Iglesia San Pedro Telmo. Según Horacio Benegas, su director, es un símbolo de la historia, para no olvidar de donde venimos y saber quienes somos.
Es muy interesante la visita en donde al ingresar de ve una estatua con un uniforma azul con el título de Gallego Penitenciario, ya que el gobierno español, a principios del siglo XX, contrató a muchos gallegos para que brindasen servicios en el Servicio Penitenciario Federal y se los recuerda por la gran entrega, por eso el homenaje al ingresar, a estos seres que vivieron la cárcel y le dieron todo de sí.
En las paredes cuelgan fotos viejas en blanco y negro adonde se aprecian hileras de internas inclinadas en trabajos manuales o manejando máquinas. Junto a ellas, pasean monjas sonrientes, vestidas de blanco.
Los "gallegos" y las monjas representan dos estilos muy diferentes de cuidado penitenciario. El Museo pretende exponer al público los momentos y personajes que marcaron la historia del cuidado de los presos en Argentina, desde la época de la colonia hasta la actualidad. Fue creado en 1980, y forma parte de la Academia Superior de Estudios Penitenciarios cuya sede se encuentra en el mismo edificio. Es así que, en pleno San Telmo funciona un complejo de educación penitenciaria.
El Museo abarca siete salas, a lo largo de un pabellón al costado del patio. El espacio entre las columnas se halla cubierto por un enrejado, y la sensación de encierro es comprensible: ese sector pertenecía a la Enfermería de la antigua cárcel de mujeres. Ésta funcionó en el edficio hasta 1978, a cargo de las monjas de las fotos, las Hermanas del Buen Pastor.
Desde 1860 funcionaron allí un reformatorio y una Cárcel de Deudores, pero su historia se remonta todavía más atrás. Los jesuitas habían levantado el edificio para instalar una Casa de Retiros Espirituales, la Residencia, nombrada casi al comienzo de la nota. Al ser expulsados los jesuitas, el edifició fue usado como hospital y cuartel. Al parecer, su diseño era capaz de adaptarse a los más variados mecanismos de disciplinamiento. En 1890, por ultimo, se instaló la cárcel de mujeres. En el lugar pasaron sus noches, nada menos que Victoria Ocampo y Norah Borges, durante el primer gobierno de Perón.
Se pueden ver vitrinas dedicadas a las armas de los agentes: granadas de mano, máscaras, revólveres (Smith & Wesson, Colt), carabinas y sables. Hay varios modelos de grilletes, esposas y candados. Unos maniquíes se prueban uniformes de presos y vigilantes.
Se pueden apreciar la sala de tortura, las celdas de castigo y aislamiento, las celdas comunes, los objetos de los presos. No las artesanías, ni los productos de su trabajo sino objetos recogidos por los guardias durante las famosas "requisas", los cuchillos y espadas, conocidas como "púas" o "facas", y fabricadas con pedazos de hierro, se exhiben junto con bombas caseras, sierras disimuladas en libros y zapatos, mensajes enrollados en cigarrillos, y hasta pipas de marihuana y agujas para tatuajes. La estrella de la colección: un enorme fusil hecho con tubos y resortes de hierro, con sus respectivas balas, obra de algún interno inspirado en la herrería de la cárcel. 
Entre pipas de marihuana y agujas, hay una vieja revista de los internos de Villa Devoto. La letra apretada y su tamaño reducido hablan de su carácter clandestino. Lleva una fecha de 1977, y los títulos como "Homenaje a Vietnam" hablan de una publicación de presos políticos de una agrupación de izquierda. En la vitrina, la revista es apenas otra muestra del ingenio de los presos.
Horacio Benegas es el Director del Museo. Trabajó durante veinticuatro años en penitenciarías de La Pampa y Buenos Aires, y además de ser Director, cumple las funciones de Asesor Cultural y de Temas Penitenciarios en el SPF. Fue él quien propuso el nombre de "Antonio Ballvé" para el museo.
Ballvé fue director de la penitenciaría nacional, que funcionó en lo que hoy es el Parque Las Heras, hasta 1961. Sin embargo, cuando entrevistamos a Benegas, éste nos habla de otros dos grandes hombres en la historia del Servicio. San Martín, nada menos, precursor del buen trato a los presos, y Roberto Pettinato, director del SPF durante el peronismo.
Al parecer, San Martín se ocupó de las cárceles de Mendoza cuando fue gobernador, y también cuando fue Protector del Perú. Mandó cerrar los pozos conocidos como "infiernillos", en los que se encerraba a los detenidos para castigarlos, y también creó una casa para mujeres detenidas. Roberto Pettinato, por su parte, fundó la Escuela Penitenciaria, abandonó los viejos uniformes a rayas de los presos y creó el sistema de régimen atenuado que aún hoy sigue vigente en las penitenciarías.

Por el camino quedan otros materiales que dan cuenta de la labor penitenciaria. Ahí están el acta de detención de Juan Bautista Bairoletto (1928), el famoso bandido rural, y la silla de madera usada para los fusilamientos, también en la Penitenciaría Nacional- la silla conserva las marcas de las balas, y a un costado se encuentra una foto en la que se ve a Severino Di Giovanni junto a la misma silla momentos antes de su fusilamiento.

¿El sentido del museo? Quizás se lo encuentre en el humor ácido de uno de los guías. "Todo lo que está afuera -le aclara a una señora, que se sorprende por el delicado trabajo de ebanistería de un preso-, después puede estar adentro. No se olvide."

El Museo Penitenciario "Antonio Ballvé" abre los Miércoles, Jueves y Viernes de 14.30hs a 17.30hs, y los Domingos de 13hs a 19hs. Los domingos hay visitas guiadas a las 14.30 a las 16 y a las 17.30 hs. San Telmo está repleto de bares y pubs en donde se mezcla lo antiguo y lo moderno, una amplia carta gastronómica y un ritmo ágil, dinámico, contemporáneo en unas calles (muchas de ellas) empedradas con adoquines que sugieren el Buenos Aires de antaño. ¡Digno de ver!