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Manuel Ortega Pichardo, fundador de la Compañía  Iberoamericana de Publicaciones CIAP

Manuel Ortega Pichardo, fundador de la Compañía Iberoamericana de Publicaciones CIAP

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Manuel Luís Ortega Pichardo (Jerez, 1898- Madrid, 1942) fue periodista, escritor, fundador de periódicos y editor. Un personaje singular importante en el mundo de los escritores en la primera mitad del XX. De él habla y puntualiza su hijo el pintor Manuel Ortega y Pérez de Monforte (Madrid, 1921).

“Los hebreos en Marruecos” (1918) es el libro más célebre de mi padre, es clave para todos los africanistas españoles y de él se han hecho diversas ediciones, la última en la editorial Alzagara (1994), con prólogo del historiador Víctor Morales Lezcano, con el que estuvimos almorzando y hablando mi hijo Carlos y yo recientemente. Mi hijo Carlos Ortega es el que más ha investigado en archivos y bibliotecas y el que más sabe sobre su abuelo.”, explica Manuel Ortega hijo.

El libro “Los hebreos en Marruecos” lo tienen todos los judíos españoles en su biblioteca. “También fue muy leído el libro “El Raisuni”, Estudios de historia y política del Imperio de Marruecos en el siglo XX (1917), un personaje que se sublevó en Marruecos contra España. Mi padre había hecho toda la campaña de la guerra de África a primeros del XX, como corresponsal de prensa y conocía muy bien todo lo concerniente a aquella zona. Manuel Ortega era un hombre liberal muy inteligente; muchos decían que era un hombre emprendedor y con talento, capaz de idear grandes empresas. Dirigió el “Diario de Jerez”, que todavía existe, cuando sólo tenía 21 años. Como todavía no era mayor de edad -en aquellos años se alcanzaba la mayoría de edad a los 23 años-, tuvo que ocultarlo para poder dirigir el periódico. El historiador del Periodismo, Pedro Altabella, lo ha contado en su Enciclopedia del Periodismo y me ha hablado siempre de él con admiración”, sigue explicando el hijo pintor.

“El hecho de ser escritor le llevó muy pronto al mundo de la edición. Fundó la editorial Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP) en Madrid, junto a Ignacio Bauer, un judío de origen sefardí, que era administrador de los Rothchild en Francia. Bauer puso un cheque de quince millones de pesetas de la década de los años 20, lo que suponía un capital respetable para una editorial en aquellos tiempos. La empresa tenía más de mil obreros y se podía permitir pagar sueldos por anticipado a los escritores. Julio Camba lo cobraba y se iba a escribir sus libros a la Ría de Arosa. Lo mismo sucedía con el otro hermano Francisco Camba, Valle Inclán, Wenceslao Fernández Flórez, con Concha Espina y otros. Después, con arreglo a las ventas, se saldaba lo correspondiente a cada autor. La CIAP estaba situada en la Plaza de Salamanca en el lugar donde más tarde se construiría el edificio del Instituto Nacional de Industria (INI). Mi padre, además de periodista y buen escritor, era un hombre de empresa ambicioso. De haber vivido en los Estados Unidos mi padre hubiera sido como Rockefeller”.

“Mi hermano Tomás y yo leíamos tebeos, revistas, cuadernillos americanos como El Aventurero” y las andanzas de Flash Gordon por el dibujante Alex Raymond. Algunas de estas publicaciones las editaba mi padre en la CIAP. Al hijo de Brígido, el chofe de mi padre, que tenía unos cinco años su padre le puso el nombre de uno de los héroes de aquellos tebeos infantiles y juveniles”, continua relatando.

“La CIAP publicó numerosos libros de célebres autores españoles e hispanoamericanos. Muchas de sus publicaciones se exportaron a distintos países del otro lado del Atlántico. En casa se conservaron largo tiempo numerosas cartas de autores como Valle Inclán o Juan Valera, aunque las de este último las hacía un escribiente, ya que Valera se quedó ciego y él se limitaba a firmarlas. Alguna de estas cartas las he regalado a algunos amigos. La de Juan Valera se la regalé al periodista de ABC Antonio María Campoy, buen amigo mío”, sigue contando el pintor.

“En cierta ocasión viajé con mi padre a visitar a la escritora Concha Espina en Mazcuerras (Cantabria). En este pueblo transcurre su novela La niña de Luzmela, aunque la autora haya velado el nombre”.

La CIAP publicaba también revistas como Cosmópolis o la infantil El Perro, El Ratón y El Gato. La empresa iba próspera y boyante, pero los negocios de Bauer en Francia quebraron y él reclamó el cheque de los quince millones de pesetas que había puesto en la CIAP. Mi padre no tuvo inconveniente en devolvérselo porque habían entrado nuevos accionistas españoles con capital suficiente. Pero el capital español fue muy cobarde, más bien miserable. Cuando los socios supieron que Bauer había perdido su dinero, les entró miedo y retiraron también el suyo. Todo se vino abajo como un castillo de naipes. Todos los escritores del momento firmaron un escrito para pedir que no se cerrase la editorial; todos menos José Ortega y Gasset que tenía una editorial propia en la que publicaba La Revista de Occidente”.

“Recuerdo una tarde en que estaba columpiándome en el jardín, siendo niño, vi pasar a unos operarios de mudanzas que sacaban el salón japonés de la casa. “¿Qué sucede?”, le pregunté a Lorenza, la criada que nos cuidó como una madre. “Es un embargo”, me explicó”.

 

“Un hombre liberal muy inteligente”

“Mi padre, era un hombre liberal muy inteligente. Prefería racionalmente la monarquía a la república para España porque pensaba que el poder representativo de un hombre en la jefatura del Estado evitaría el desgaste excesivo del guirigay en las luchas políticas para alcanzarlo, tal y como sucedía en aquel momento. En definitiva, creía que la república traía más inestabilidad a la sociedad y más disgustos a la ciudadanía. Su filosofía era la de que el hombre debe ser libre para trabajar, que tenía que tener vergüenza torera para actuar libremente sin leyes excesivamente protectoras por parte del Estado, que le llevaran a la irresponsabilidad o a la holganza”, relata el hijo Pintor.

“Supo desde el principio que el comunismo era lo contrario de la libertad y que el Frente Popular se había apoderado de la II República. Tenía muy claro que aquello no iba a funcionar. Él no tuvo que lamentarse como Ortega diciendo “No es eso. No es eso” porque las vio venir de modo meridiano antes de empezar todo el conflicto”.

“Lo pasamos muy mal durante la guerra, con los milicianos revisando varias veces la casa de los primos con los que nos refugiamos; hubo detenciones, fusilamientos de familiares, refugio en la embajada de Finlandia, donde nos sitiaron a todos los que estábamos allí. Hicimos un boquete para pasar a la colindante embajada inglesa, pero no sirvió de nada, nos entregaron como corderos a los que nos tenían cercados. Fue terrible. Mi padre fue a la cárcel y todos los días vivió el terror de la amenaza de fusilamiento. Mi madre murió en 1938 en Villajoyosa”.

“Mi padre viudo se volvió a casar de nuevo en 1940. Lo hizo con Mery del Olmo, una hija de militar que tendría unos 30 años, veinte menos que él. Vivió con nosotros en Claudio Coello, 43, hasta que mi padre falleció. Mi mujer, Carmina, y yo siempre mantuvimos una relación amistosa con ella”.

“Entre los proyectos de mi padre, después de la guerra, estuvo el de publicar una serie de libros que fueran la continuación de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Francisco Camba había sido el escritor elegido por mi padre para dar continuidad a esos nuevos Episodios; decía que su hermano Julio Camba estaba marcado por su sentido del humor y no procedía que hiciese los relatos históricos que habrían de ser serios y llevar a los españoles la comprensión de lo que había sido su historia más reciente. Sólo escribió un libro: Cuando las bodas del Rey, referido a Alfonso XIII, un libro que cuenta muy bien el atentado de la bomba de Mateo Morral con una bomba al regreso de la carroza real de la ceremonia de Los Jerónimos. Hoy es prácticamente un libro  inencontrable”.

El objetivo era llegar con los nuevos Episodios hasta la guerra civil de 1936-39 y explicar las claves del por qué surgió la contienda. Pero al fallecer mi padre en 1943, se truncó el proyecto”, concluye Manuel Ortega hijo.

 

Una biografía intensa

Ortega Pichardo, quien vivió algún tiempo en Tánger fundó el “Heraldo de Marruecos” (1925) y en Ceuta fue cofundador de ‘El Mediterráneo’. (1925-1932). El periódico diario en español, fundado en Tanger se trasladado Larache. Contaba con imprenta propia, alcanzando una tirada de 8.000 ejemplares de diez páginas. Entre los colaboradores de esta publicación se encuentran Manuel Álvarez Portal; Samuel Benderit; Joseph Benoliel; Jacobo Bentata, tangerinos de origen judío;  Alberto España; Santos Fernández; Messod; Santiago Otero,  etc.

También fundó otros periódicos como: “De España y Marruecos”
(Algeciras-Tetuán); “El Noticiero” (Jerez); “Diario del Puerto” (El Puerto de Santa María); “Diario de Sanlúcar” (Sanlúcar de Barrameda) o “Don Fastidio” (Jerez). Fue redactor-jefe de “Diario de Jerez” y director de las colecciones España Colonizadora y creador de la Biblioteca Hispano-Marroquí (Madrid), así como de la editorial C.I.A.P.  y la “Revista de la Raza”.

Escritor erudito en asuntos marroquíes, publicó también “Frivolidades”, Crítica de política y literatura, (Jerez, 1910); “Estudios sobre Administración Municipal” (1915); “La Vida que pasa, impresiones de Andalucía”, Madrid, 1916. “Guía del Norte de África y Sur de España” (1917); “El Riff Oriental”, (1919). “Los Hebreos en Marruecos” (1919). Historia de Santones, de Caídes, de Bandidos y de Guerrilleros.

En “El Amor y la Vicaría, Películas de Cine” (1911), Ortega Pichardo recopila artículos costumbristas y escribe en el prólogo «…ese libro no es otra cosa, que un cine de esos a perra gorda la entrada, en el que yo, como un saltimbanqui de la literatura, me he atrevido a enfocar varias vistas del encantado país del Amor’.

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