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La vida de la princesa vikinga Cristina de Noruega en España, narrada por Espido Freire

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
La vida de la princesa vikinga Cristina de Noruega en España, narrada por Espido Freire

Es un personaje medieval nostálgico y perdido en la bruma de la historia, Una princesa vikinga, Cristina de Noruega, que viajó a España para casarse con un príncipe y tuvo una vida corta e intensa entre su país natal y las ciudades de Valladolid, Sevilla y Covarrubias (Burgos) donde permanece enterrada, en el sepulcro de un claustro donde ondea de manera permanente la bandera de su país de origen.

La escritora Espido Freire (Bilbao, 1974) narra con pluma maestra esta vida de Cristina de Noruega (1234 – 1262), mujer que paso del frío intenso del norte a un país meridional de Europa, que se casó con el Infante don Felipe, hermano del rey don Alfonso X el Sabio. La Corte de Castilla iba a ser dura y difícil para ella, con un marido ausente y de cacería continua.

Su viaje desde las costas de Nouega hasta Castilla, donde llegaría a ser Infanta fue narrado en una hermosa saga medieval, cien años más tarde y esa obra figura como clave medieval de la literatura noruega. Una historia que fue llevada igualmente a unos tapices hermosos art nouveau en los años 20 del siglo pasado y que fueron destruidos por un bombardeo de la segunda guerra mundial.

Casada con el Infante Felipe de Castilla

Nacida en Bergen, Cristina era hija de los reyes Haakon IV de Noruega y de Margarita Skules datter, quienes, dentro de las alianzas del Sacro Imperio Romano Germánico, concertaron el matrimonio de la princesa con Felipe, hermano del rey de Castilla para ampliar sus horizontes comerciales. Después de casarse en Valladolid, el matrimonio se estableció en Sevilla, donde la princesa murió porque no pudo adaptarse al clima de la ciudad.

Felipe de Casilla (1231-1274) quiso enterrar a su esposa en la colegiata de Covarrubias, de la que había sido abad,  no sin antes prometerle que construiría una capilla a san Olav, patrón de Noruega, promesa que no pudo cumplir y que hoy se está en ello por voluntad de la Fundación Christina de Noruega, la embajada del citado país, la localidad de Covarrubias y la comunidad castellano-leonesa.

Todos los años se celebra en Covarrubias un festival de hermandad entre noruegos y españoles, con actividades culturales y mercado medieval de salmón noruego. En 1978 se abrió su sepulcro y todavía se mantenía su cabello rubio, sus uñas rosadas y sus dientes blancos.

Espido Freire ha escrito una buena novela histórica de esta vida tan pronto truncada, en la que refiere todos los personajes familiares de la princesa Cristina, entre ellos los hermanos Cecilia y Sirgud, así como la abuela Inga y el abuelo Haakon III.

Resulta curioso como la idea de flor se repite en los títulos de otros autores que ha escrito sobre el personaje: “Cristina de Noruega, la flor partida”, una breve obra de teatro del dramaturgo Manuel Muñoz Hidalgo (editorial Ñaque) y “Kristina, la flor de Noruega”, de Juan Arroyo Alcalde.

 

La escritora Espido Freire (Bilbao, 1974) narra con pluma maestra esta vida de Cristina de Noruega (1234 – 1262), mujer que paso del frío intenso del norte a un país meridional de Europa, que se casó con el Infante don Felipe, hermano del rey don Alfonso X el Sabio. La Corte de Castilla iba a ser dura y difícil para ella, con un marido ausente y de cacería continua.

Su viaje desde las costas de Nouega hasta Castilla, donde llegaría a ser Infanta fue narrado en una hermosa saga medieval, cien años más tarde y esa obra figura como clave medieval de la literatura noruega. Una historia que fue llevada igualmente a unos tapices hermosos art nouveau en los años 20 del siglo pasado y que fueron destruidos por un bombardeo de la segunda guerra mundial.

Casada con el Infante Felipe de Castilla

Nacida en Bergen, Cristina era hija de los reyes Haakon IV de Noruega y de Margarita Skules datter, quienes, dentro de las alianzas del Sacro Imperio Romano Germánico, concertaron el matrimonio de la princesa con Felipe, hermano del rey de Castilla para ampliar sus horizontes comerciales. Después de casarse en Valladolid, el matrimonio se estableció en Sevilla, donde la princesa murió porque no pudo adaptarse al clima de la ciudad.

Felipe de Casilla (1231-1274) quiso enterrar a su esposa en la colegiata de Covarrubias, de la que había sido abad,  no sin antes prometerle que construiría una capilla a san Olav, patrón de Noruega, promesa que no pudo cumplir y que hoy se está en ello por voluntad de la Fundación Christina de Noruega, la embajada del citado país, la localidad de Covarrubias y la comunidad castellano-leonesa.

Todos los años se celebra en Covarrubias un festival de hermandad entre noruegos y españoles, con actividades culturales y mercado medieval de salmón noruego. En 1978 se abrió su sepulcro y todavía se mantenía su cabello rubio, sus uñas rosadas y sus dientes blancos.

Espido Freire ha escrito una buena novela histórica de esta vida tan pronto truncada, en la que refiere todos los personajes familiares de la princesa Cristina, entre ellos los hermanos Cecilia y Sirgud, así como la abuela Inga y el abuelo Haakon III.

Resulta curioso como la idea de flor se repite en los títulos de otros autores que ha escrito sobre el personaje: “Cristina de Noruega, la flor partida”, una breve obra de teatro del dramaturgo Manuel Muñoz Hidalgo (editorial Ñaque) y “Kristina, la flor de Noruega”, de Juan Arroyo Alcalde.

 

 

 

 

 

 

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