“La joyería mallorquina es un cruce de las distintas culturas que han pasado o influido en la isla”, declara Letizia Arbeteta. Colgantes, collares, sortijas, cruces, condecoraciones, botonaduras, medallones, cálices, coronas, rosarios, custodias... conforman las piezas de una orfebrería que se desarrolla al ritmo de la isla, con un “excelente sentir estético”. La exposición de estas joyas ha tenido lugar en el Casal Agiló, familia de origen chueta.
Letizia Arbeteta Mira (Madrid, 1950) es conservadora de museos del Ministerio de Cultura, fue número uno en su promoción y ha escrito numerosos libros entre ellos los relativos a las joyas de la catedral-basílica de El Pilar y de la Casa Ansorena. Fue directora del Museo Lázaro Galdiano, que cuenta con unas colecciones valiosas de joyas en sus fondos, y que fueron instaladas de modo singular en el último montaje. Su tesis doctoral versó sobre las joyas del Tesoro del Delfín, que se encuentra en el Museo del Prado.
“La maestría chueta en la joyería mallorquina” es el texto de Elvira González Gonzalo. “Las joyas mallorquinas son testimonio de la extraordinaria variedad de formas estandarizadas a lo largo de los siglos, creadas ex novo o aplicadas a la moda por los artistas de metales ricos, descendientes de aquellos que reivindican con razón su carácter chueta”, dice la autora.
Apellidos de origen judío según la tradición
El libro aporta un catálogo ricamente ilustrado en color con piezas que se conservan y que son elocuentes sobre la orfebrería y joyería de los judíos mallorquines, aquellos que hasta la llegada del general O´Donnell en el siglo XIX debían abandonar la ciudad, fuera de sus murallas a toque de campanillo porque cerraban las puertas y ningún judío podía permanecer dentro de ellas.
Conversos al cristianismo, los chuetas mallorquines han conservado la conciencia de su origen judío, por ser portadores de apellidos, de linaje converso, afectados por las condenas de la Inquisición o por estar estrechamente emparentados con ellos. Históricamente fueron marginados por lo que practicaron la endogamia. Alrededor de veinte mil personas en la isla llevan apellidos chuetas como Fuster, Miró, Bonnin, Aguiló, Cortès, Fortesa/Forteza, Martí, Picó, Pinya/Piña, Pomar, Segura, Tarongí, Valentí, Valleriola, Valls y otros. Con el tiempo se habló de chuetas de orejas largas y cortas, según su promoción social y fortuna.