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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

El limite de la edad

  • A mi amigo Javier Fidalgo, con mi afecto.

Por Germán Ubillos Orsolich
jueves 20 de octubre de 2022, 23:49h

20OCT22 – MADRID.- Cada edad de la vida tiene sus limitaciones y es un error tremendo intentar llegar hasta donde no podemos llegar. Los nazis hicieron muchas experiencias sobre este asunto, incluso experimentaron sobre seres humanos la resistencia de estos al esfuerzo, a la tortura o al sacrificio.

Se suele dividir el tiempo humano en cuatro etapas: La infancia, la juventud, la madurez y la vejez.

En la infancia el ser humano se está construyendo y está simultáneamente conociendo lo que es la vida y su propio entorno, o lo que la vida puede llegar a ofrecerle.

La juventud es la edad de la plenitud física pero no mental o experiencial, generalmente suele decirse de “poco seso” por no saber rentabilizar esa edad.

La madurez es la edad ideal para realizar negocios y fundar una familia en la que tener hijos. Va desde los treinta años a los cincuenta y tantos. Se hacen negocios, se fundan empresas, es fundamentalmente rentable y esa rentabilidad y esa es la edad que se recodará y se revivirá en la vejez.

La vejez que suele ir de los sesenta años hasta el final de la vida.

Siempre sabemos, desde una edad temprana, que hemos de morir, y lo curioso es que la Parca está siempre amenazando nuestro progreso, pues puede sobrevenir a cualquiera de las cuatro edades del hombre que antes he mencionado.

Cada edad humana tiene su resistencia pues está calculada para ello por la naturaleza, aunque a veces nos sorprende tener más o menos resistencia de la calculada previamente.- La resistencia física es superior en la segunda de las edades. Es en la juventud que los futbolistas, gimnastas, boxeadores, etc se fraguan, desarrollan y triunfan en esas edades, sin embargo las grandes empresas, los negocios, la fundación de la familia y otras empresas se corresponden en la llamada madurez, esto es, entre los treinta y cinco y los cincuenta o cincuenta y cinco años.

Mi desarrollo personal y emocional fue un poco raro, hasta los treinta y dos años veía que la gente moría a mí alrededor, pero yo pensaba que jamás habría de morir. Fue a los treinta y dos años que tomé conciencia que también yo moriría algún día. Esta fue una experiencia hecatómbica, también llamada por lo general “la crisis de los cuarenta” o la “half past live”. Esta experiencia transformaría totalmente mi vida, mi forma de pensar, de valorar y de escribir.

Superada esta crisis personal me sumí de nuevo quizá en lo que yo llamaría una pre-vejez, pero que no era la vejez tal como se la define.

La resistencia humana, intelectualmente hablando, fue superior precisamente en esa etapa de madurez. No olvidemos que de niño sufrí una enfermedad tremenda, el “Mal de Pott” o tuberculosis ósea”, este mal marcó mi vida debilitando mis posibilidades físicas que yo intenté compensar o superar con un sobreesfuerzo intelectual que me propició premios y distinciones incomparables. Con esto me gusta decir siempre que a pesar de todo me consideré un ser afortunado, ya que la mayoría de las personas que sufren un mal no son compensadas con otro tipo de bienes. Por eso, en sentido contrario al suicidio, yo me consideré siempre un ser afortunado. Un ser feliz, y definí mi infancia como una infancia mágica de experiencias espirituales y placeres morales inconmensurables.

(Continuará)...

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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