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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Una noche inolvidable

Por Germán Ubillos Orsolich
domingo 07 de agosto de 2022, 13:33h

07AGO22 – MADRID.- Érase una vez un chico de ojos claros, “inquieto, profundo y soñador”, de padre empresario adinerado y cariñoso que no sabía muy bien para qué había nacido, aunque conocía por experiencia la felicidad de una infancia mágica, en la que se sentía quizá muy cerca de Dios. Había estudiado empresariales, carrera por la que no sentía la menor afición, y vagaba como una boya sin rumbo fijo por la superficie del mar de la existencia.

Un buen día se le ocurrió escribir teatro, una obra tomada como pretexto del negocio de su padre, pero fue precisamente esa obra la que dio un nuevo rumbo a su vida.

Aquella noche el 23 de marzo de 1971 en el umbrío comedor de muebles de caoba, de la enorme casa familiar de la calle Alberto Aguilera, le sirvieron de cenar pescado rebozado y frito, filetes de merluza sabrosa y rebozada; lo recordaría toda su vida porque aquella misma noche a las once en punto de la misma las campanitas del Teatro Nacional María Guerrero, llamarían a una multitud de familiares, amigos y público desconocido a que ocuparan sus asientos. Breves momentos después se iluminó el escenario enorme y apareció el fantástico decorado de Pablo Gago, representando la enorme sala de una tienda de mercería de provincias.

Se hizo el silencio y comenzaron a oírse las frases que aquel joven muchacho escribiera en el umbrío comedor de la casa de sus padres. Mario Antolín comisario entonces del teatro le ofrecía entretanto una sabrosa copa de coñac en la cafetería del mismo, al poco rato el joven le pidió una segunda copa pero Mario dijo que no; le cogió suavemente del brazo y le condujo a través de los majestuosos pasillos hasta la embocadura del escenario. Allí el joven escuchó las últimas frases que escribiera en la casa de sus padres, en la vieja máquina Hispano Olivetti. Y acto seguido la estruendosa ovación de un público enfervorizado que abarrotaba la sala. Los tres actores entraron corriendo como balas para llevarle en volandas a saludar. Estaban como esponjas, empapados en sudor. ¿Qué era más duro escribir el texto de una obra de teatro o declamarla ante los espectadores?.

Sobraba aquella pregunta pues a los pocos instantes a la luz cegadora, que solo le permitía contemplar las tres primeras filas de espectadores, se sucedió un estruendo como de tambores africanos zarandeados, y el público invisible y puesto en pie aplaudiendo durante varios minutos.

Después vinieron las apreturas y las enhorabuenas, trasladado hasta uno de los pasillos laterales abarrotados de público. Y allá, a lo lejos, Antonio Buero Vallejo braceando para intentar llegar al destinatario, y Lula de Lara y Pilar Primo de Rivera, y Mario Antolín Paz y Vicente Amadeo. “ Ubillos, qué obra, qué obra, pero quizá un poco discursiva; venga a mi casa y hablaremos”. El muchacho jamás olvidaría las palabras de don Antonio Buero Vallejo, el de “En la ardiente Oscuridad”, “Irene o el tesoro” y “El concierto de San Ovidio”, “El tragaluz” e “Historia de una escalera”. Era austero y enjuto como un cuadro de El Greco, como “El entierro del Conde de Orgaz”; así era don Antonio.

Unos días después le visitaría éste autor en su domicilio de la calle de Hermanos Miralles, pero ya era otra persona, era ya famoso a nivel nacional, y los diarios se disputaban sus palabras, repitiendo las que él pronunciara como si se trata del Oráculo de Delfos. Porque aquel muchacho de ojos claros y 28 años recién cumplidos, era nada menos que Germán Ubillos, el autor. Conocido y famoso a nivel nacional, que se le disputaban las muchachas y los amigos, mientras él seguía mirando aparentemente tan despistado como siempre, pero con unos pensamientos que hubiesen hecho temblar al más recio; y comparado por Lorenzo López Sancho, y Alfredo Marqueríe, Pedro de Lorenzo y los más prestigiosos críticos con Shakespeare, con Calderón de la Barca y con Samuel Beckett.

Había nacido un nuevo autor novel, de mente prodigiosa; que lo mismo profetizaba el dolor que componía hermosas serenatas; con palabra fácil, mordaz y mesurada, pero capaz de sentir la belleza de una noche en Granada.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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