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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

El veraneo

Por Germán Ubillos Orsolich
sábado 09 de julio de 2022, 01:50h

08JUL22 – MADRID.- Cuando llegan los calores asfixiantes del mes de julio en Madrid se organiza lo que llamamos el veraneo. Son las vacaciones y la huida de la ciudad para evitar el achicharramiento. Cuando éramos pequeños íbamos al Escorial, donde pasábamos tres largos meses en aquella casa de alquiler de tejas rojas y de dos pisos, y con el jardincito rodeado de espesura y de una verja de hierro pintada de verde.

De niños trepábamos por las escaleras umbrías de pino colado y hacíamos esbozos de obras de teatro. A Carlos Zornoza le espolvoreábamos con polvos de talco sobre el cabello y le caracterizábamos como el faraón Ramsés II o como Julio César. De más mayores dábamos los guateques con baile, amenizados por el tocadiscos de los Zornoza.

Eran veranos interminables a la falda del monte Abantos, con ese extenso territorio en cuesta arriba limpia hasta llegar a las cercanías del cementerio. De vez en cuando pasaban entierros y nos deteníamos reverenciales en la danza con las chicas.

Más adelante comenzaron las escapadas al mar, a los hoteles el Bilbaíno y el Brisas en la playa de levante de Benidorm. Íbamos con nuestros padres cubiertos de dólares.

Llegó el turno a las bodas y a mi hija que acababa de nacer, y al hotel Vista Alegre de Benicassim. Hasta allí arrastramos a multitud de amigos, los de Barcelona, los de Bilbao, los de Teruel, Marta y Conchita. Eran veraneos paradisiacos en un hotel de dos estrellas que parecía de cuatro. Y ahora, al final, en la finca de San Rafael de alta montaña, a mil quinientos metros de altitud y con una temperatura nueve grados inferior a la de Madrid. Dormíamos o dormimos en sendas camas regias y amplias con una mantita. Por la noche me creo que vienen incendios pero es la luz de un chalet de enfrente, y nos sirven Catherine Denéuve y Jean Luis Trintignac.

El caso es que mientras hay vida hay alegría y esperanza, y aunque vaya ahora a mis cercanos ochenta años con una silla de ruedas y un andador mecánico, seguimos siendo felices con mi hija y con mi mujer.

Se trata de salir de los calores de la capital a respirar el aire puro de los pinos y contemplar la alta montaña de las nieves casi perpetuas.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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