Las gentes son como niños, tienen mucho miedo a lo desconocido, quieren sus vidas regladas y explicadas. Ya, antes de Cristo, el estoicismo y el filósofo Séneca a su cabeza – y esto lo ha contado bien mi párroco Francisco Pérez -, solían afirmar de la llamada Muerte, “que cuando está ella no estás tú, y cuando aún no ha llegado, tú estás”.
Yo no conocía tan genial sentencia, pero esto quita mi propio miedo. “Mientras estas vivo la muerte aún no ha llegado, y cuando ella llega tú ya no estás, te has marchado al otro mundo, al mundo de lo invisible”.
De cualquier forma lo que expliqué en mi artículo dedicado a la escatología, esto es a la teología implicada en el estudio de lo que ocurre después de la muerte y antes de la resurrección, esto es la “teoría del ánima separata”, y el fin de todos los tiempos.
Había un profesor de teología en la Universidad de Salamanca, que explicaba y daba clase precisamente de escatología y que cuando enfermó de gravedad con un pronóstico irreversible de fatal desenlace, se acercó a la clase y a sus queridos alumnos les dijo con el valor de Séneca y de Sócrates unidos: “Queridísimos alumnos, ahora voy a experimentar personalmente lo que os he estado enseñando y explicando durante toda mi vida”.
Esta frase emocionante, que me conmovió hasta las lágrimas, me reafirmó en la fe que tengo en los hombres y en las mujeres de este planeta mío que habito, que aunque sea fiero y temible el Putin de turno, siempre habrá un Volodímir Zelenski que le tendrá enfrente para ganarle la partida.