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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Aquella lejana época dorada: Rocío Durcal, Ornella Muti y yo

  • Para Victoria Mayoral, y para Mari Cruz Lorente, en mi cariño siempre.

Por Germán Ubillos Orsolich
domingo 05 de septiembre de 2021, 02:42h

04SEP21 – MADRID.- Era la prehistoria de la fama, de la mía, y era la adolescencia, la primera juventud. Las piscinas de los chalets de lujo tenían forma de riñón, sí, pueden reírse, no eran grandes, eran más bien pequeñas y de agua muy fría, pero tenían casi todas forma de riñón.. y eran una manifestación del lujo y del confort, allá por la dictadura.

Rocío Dúrcal, en una imagen de sus "verdes años"...
Rocío Dúrcal, en una imagen de sus "verdes años"...

El “Gran Hotel Felipe II” era la quintaesencia del lujo y del confort, allí se hospedaban princesas, jefes del Estado en vacaciones, deportistas de élite, políticos extranjeros, vedetes famosas y descocadas, y Alfonso Paso con sus habanos humeantes (entonces en aquella época casi prehistórica se podían fumar aromáticos habanos para envidia de nuestra vida actual, miserable y sectaria), también si entrabas podías ver a Alfonso Sastre y a Jaime Salom pasear por sus salones alfombrados.

Mi padre, conocido empresario, subía a bailar con mi enjoyada madre al hotel, generalmente acompañado de su amigo Valentín Zornoza y señora. Subía mi padre con su esmoquin negro con lazo y banda a la cintura de color burdeos, a escuchar y paladear y danzar al son de la música de la orquesta Ramalli, mientas fumaban en los intermedios Lucky Strike, Philips Morris o Chesterfield y bebían cocteles perfumados, o mi padre quizás ya un poco hastiado, bebía cerveza “Mahou” o “El Águila” de botellas empañadas por el frio.

Yo veía todo aquello de forma tan natural, ignorante aún de lo que me rodeaba y de lo que se me vendría encima con los años, en esa nube irreal que por otro lado daría origen décadas después a mi monstruosa depresión.

Bien; delgado como estaba me subían en los automóviles hasta piscina del hotel; piscina con forma de riñón umbría; rodeada de pinos y de abetos, con los vestuarios y el bar - chiringuito adjunto.

No sé por qué, en mi adolescencia e infancia he pasado un frío de perros en todas las piscinas, y el “hijo cuídate” de mi madre por “Mal de Pott” ya pasado, se iba a la porra en aquellos congeladores y elitistas lugares.

Al segundo o tercer día, tumbado como estaba en la mecedora verde botella, preso de brutal aburrimiento - otra característica que se ha reiterado también con frecuencia a lo largo de mi vida -, cuando avisté una chica morena de mi misma edad con bañador negro de una sola pieza, que acercándose a mí y me echó una amigable sonrisa entre infantil y maliciosa.

Sí, amigos, era Rocío Dúrcal en persona, os lo digo porque comenzaba a darse a conocer en fiestas y guateques de la sierra, donde veraneábamos, y donde llegaban nuestros padres, muchos de ellos en tren, del lejano Madrid.

Rocío Dúrcal me sonrió, pero con una sonrisa infantil, quizá le fascinaron mis ojos “azul-verde-gris”, muy parecidos a los de Frank Sinatra; “ojos bellos”, me llamaban entonces las chicas en los primeros guateques, y yo sabía que los tenía y los utilizaba aviesamente como dos punzantes estiletes para engatusar a las jóvenes de entonces, tal era la maldad de los adolescentes y del dolor agridulce e irresistible que propinábamos a las otras, las “diferentes de género”

Pero bueno, todo quedaba ahí. Rocío Dúrcal con sus dieciocho abriles se sentó a la orilla del agua sobre el borde del granito del Guadarrama de la piscina, y haciéndose la tonta, volvió a mirarme ésta vez a la cara; yo la miré entonces sin pestañear y ella mantuvo su mirada durante unos segundos; después, bajando los parpados y sus preciosas pestañas, mojó la punta de su pie derecho tan solo unos segundos en el gua intensamente clorada.

Aquella chica pocos años después sería famosa a nivel mundial. Rocío Dúrcal y se casaría con Junior, miembro del inefable Dúo “Juan & Junior”. Y fue en aquellos tiempos inolvidables años para mí, que la relanzaría Manuel Pérez, productor ejecutivo del filme “Largo Retorno”, sobre mi novela del mismo título.

Simultáneamente Manuel Pérez de “Star Films” descubriría y haría famosa a otro sex simbol, Ornella Muti. Mientras Merck Burns y Lynne Frederick protagonizarían mi filme, para años después Lynne, casada ya y viuda millonaria del actor Peter Sellers, moriría de sobredosis de droga.

Todo esto ocurría mientras yo flotaba en la fama.

Pero eso fue otra cosa entre tantas que se podrían contar, y que no cabrían en cientos de libros como dicen el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Jamás podré olvidar a aquella joven tan natural, tan sencilla, que se sentaba con su bañador negro de una sola pieza en el borde de la umbría piscina con forma de riñón del famoso y lujosísimo “Gran Hotel Felipe II”, de San Lorenzo del Escorial, y que se llamará siempre Rocío para mí, el apellido se lo dejo a ustedes.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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