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Opinión:

Afganistán II

Por Luis Méndez Viñolas

lunes 23 de agosto de 2021, 14:14h
23AGO21 -MADRID.- Voltaire decía que la civilización no acaba con la barbarie, sino que la perfecciona. Aun hoy la frase no parece exagerada. Lo sucedido en Afganistán la ratifica; y no sólo por la violencia desatada, sino por la perfidia con la que durante décadas se ha tratado el asunto en todo orden de cosas. Aquí, por ejemplo, se han silenciado los cuatro mil millones gastados inútilmente por España en el lugar; inútilmente si pensamos, aparte de los pobres resultados obtenidos, en que nuestro esfuerzo humano y económico debería haber tenido una correspondencia lógica reflejada en el apoyo a Marruecos de unos y otros.

Este país ha podido gastar en artillería modernísima made in USA lo que nosotros no hemos podido porque lo hemos destinado a compromisos externos. La correspondencia solidaria obliga a todos, incluidos los “aliados del mundo libre”.

Según los intereses del opinante de turno se barajarán, en una relación simplista, distintos ganadores y perdedores; así mismo se aplicará una moralina hipócrita que nada tiene que ver con la frialdad de la geopolítica desarrollada. En España desde hace tiempo no se nos ofrecen análisis orientadores, sino emociones tóxicas mal orientadas, y hoy desatadas repentinamente –y seguramente con fugacidad-- por el asunto. Decimos curiosamente, porque el drama afgano es muy antiguo. Por ejemplo, nunca nos han informado de que es el país con mayor mortandad infantil (104 por 1.000); que han muerto más de 150 mil personas en estimaciones bajas; que se ha desplazado de sus hogares a un millón doscientas mil personas; que un afgano gana 60 dólares al mes; que en el país se libra la tercera guerra del opio (las dos anteriores en China, a instancias de los británicas para equilibrar su balanza comercial), con todas sus dramáticas consecuencias y con unos ganadores económicos que sorprenderían a muchos; que en todo este tiempo no ha prosperado ni uno sólo de los derechos humanos voceados. En muchos medios de comunicación parece que lo de Afganistán ha quedado reducido al destino de los huidos. La verdad es que desde hace mucho tiempo ya no nos interesa qué pasa en el mundo, lo que es algo así como la táctica del avestruz. Quizás deberíamos mirar más hacia Alemania que hacia Inglaterra, y complementar a Mackinder con Hashofer.

Resumir cumplidamente lo sucedido en aquel país no es tarea fácil dadas las ventajas y desventajas que se cruzan y entrecruzan para todos los implicados, y porque sería material excesivo para un artículo. Una relación provisional --esta palabra es muy importante-- de naciones y organizaciones beneficiadas y perjudicadas podría ser la siguiente:

Perjudicadas: EE.UU., Gran Bretaña (primo valiente muy enfadado), Otan, India- Israel.

Beneficiadas: China, Rusia, Pakistán (sobre todo), Irán.

¿Por qué beneficiadas? En primer lugar porque se aleja de sus fronteras la irradiación de un poder como el norteamericano, hostil a ellas. En segundo lugar porque es un pésimo precedente para países que confían en su alianza con los EE.UU; podemos pensar en Taiwán, Hong Kong, Ucrania, entre otros. En tercer lugar porque consolida la alianza económica entre China y Pakistán y además asegura una de las Rutas de la Seda, mediante la cual China tiene asegurado, gracias al puerto pakistaní de Gwadar, el acceso al Mar Arábigo. Este puerto es el eslabón inicial de una cadena que pasando por Adén, Mar Rojo, Suez, desemboca en el Mediterráneo; esta ruta es más corta que la de Shangai, Singapur, Colombo, Suez.

Es evidente que en este juego macabro, todo lo que refuerza a unos debilita a otros; por ejemplo, todo lo que refuerza a China, debilita a India, y todo lo que debilita a India refuerza a Pakistán, lo cual lleva a alianzas antaño impensables, como la de India – Israel, o la mencionada de Pakistán - China. La de India – Israel es muy importante para este país, y de carácter estratégico. Piénsese que el mundo islámico suma más de mil ochocientos millones de habitantes y más de medio centenar de países, lo cual es tan peligroso para India como para Israel, por no mencionar a la propia China o a Rusia.

Respecto a Rusia (momentáneamente) porque aparte de que históricamente equilibra su derrota en 1989, refuerza su posición dirigente respecto a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC : Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Rusia). Si malo es el talibán próximo, peor podría ser el norteamericano en la actual actitud de Biden. No digamos el ISIS y sus intentos de crear un estado islámico con ramificaciones en Irak, Siria, Líbano, Kurdistán (no olvidar en todo esto a Turquía), y con el cual (el ISIS) los talibanes no se llevan nada bien. A su vez el tapón ahí que ya obstaculizaba el sueño de los zares de acercarse a los mares calientes de la zona, se va despejando. También cabría, en el aspecto negativo, que los perjuicios producidos a India y su necesidad de nuevos alineamientos, debilite la buena relación India -- Rusia. Lo que a su vez llevaría a consolidar el acuerdo China – Rusia, que de vez en cuando se resiente en la relación India – Rusia. Así de movediza es la cosa.

No hace falta decir que Irán, permanentemente señalado por el dedo acusador de los EE.UU. desde que cayó el “emperador milenario” Reza Pahleví –que donaba a Israel petróleo--, veía en el gobierno proamericano de Afganistán una plataforma de permanentes peligro.

Respecto a los perjudicados, se puede decir lo siguiente: Afganistán es un enclave de gran importancia estratégica –está situado en el centro de numerosos países ya de por sí estratégicos-- y con una riqueza mineral cuantiosa. No hay que olvidar que es riquísimo en tierras raras, muy disputadas en el mundo actual, y necesarias para fabricar productos tecnológicos y militares. Si hablamos de drogas todo el mundo sabe ya que estas les han reportado unos beneficios que superan los 3 billones (billones españoles, no anglosajones). Por otro lado las relaciones entre talibanes y Pakistán se desembarazan de impedimentos. Desde que India y Pakistán se separaron en 1947 (la típica maniobra inglesa de “divide y vencerás” y de “ahí te dejo una fuente de conflictos”) sus relaciones son malas, por lo que todo lo que refuerza a uno, ya se dijo, debilita o problematiza al otro. Binomio conflictivo que se agudiza si recordamos que las relaciones entre la India y China tampoco son buenas. Ni siquiera para Israel, que no en vano ha dirigido su política exterior hacia un país tan lejano porque sabe, al contrario que España, que cualquier cosa que se produzca en el mundo no es indiferente a sus intereses, sobre todo en un momento en que el mundo musulmán se cohesiona.

No obstante, lo dicho no tiene un carácter absoluto. La estrella principal del asunto, EE.UU., hace tiempo que tiene planificado no sólo abandonar Afganistán, sino también Irak. Es decir, que se trata de un repliegue para redirigir sus fuerzas hacia la región Indo Pacífica, en disputa directa con China. Hace poco salía por ahí una noticia sobre la reunión que en diciembre van a tener varios países del “mundo libre” para crear una organización destinada a defender los derechos humanos. No es difícil adivinar (y así lo hacen entrever los organizadores del evento) que los beneficiarios de esta preocupación humanitaria serán países como Rusia, Bielorusia, China.

Por otra parte, el abandono de Afganistán podría degenerar para Rusia en una bomba de efecto retardado. Sabemos que los talibanes de ahora no son los de antes, que se han vuelto más políticos y menos visionarios, pero de todas formas, si en su tiempo pudieron actuar como “luchadores por la libertad” nada impide pensar que el “mundo libre” les asigne cualquier otra imaginativa misión humanitaria.

Que EE.UU. haya vendido a Taiwán 750 millones en armas no es un buen presagio (tan malo como para España que le hayan vendido importantes cantidades a Marruecos). China no es Afganistán, y en Afganistán, a pesar de la movilidad de la geopolítica norteamericana, no se ha ganado. Para China, esto es jugar con fuego. Si se encienden fogatas en Taiwán, Ucrania, Bielorrusia, Rusia, etc. puede que todos salgamos quemados, o como mínimo chamuscados. Quizás más sensato sería propiciar una partida que busque el entretenimiento, más que esquilmar al contrincante. Esta debería ser una labor conjunta de todos los primos de EE.UU., más que pedirle que saque músculo mientras nos agarramos a sus piernas. Entre Alemania y Visegrado, España debería optar por la primera. La estrategia del caos es, en definitiva, caótica para el mundo entero. Habría que preguntarles a los políticos españoles si están en el asunto con criterio propio, o si están sólo “a la orden”. Después de los veinte años transcurridos, parece que habría que comenzar a pensar con la propia cabeza.

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