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Opinión: “ Mi Pequeño Manhattan...”

El sueño

Por Germán Ubillos Orsolich
martes 06 de julio de 2021, 03:50h

05JUL21 – MADRID.- Sabía que estaba vivo y sin embargo no lo tenía muy claro, pues se habían marchado tanto amigos y amigas tan queridos que no tenía muy claro donde era el aquí y el allá, donde estabas en cada momento de la vida o de la muerte, lo que los demás definían cuando alguien dejaba de estar.

Los clásicos de la llamada Edad de Oro, Cervantes, Calderón, Lope de Vega, Quevedo, solían afirmar que “la vida era un sueño” y claro, los sueños, sueños son, y ante tanta porquería de la modernidad yo me posicionaba con ellos y pensaba que esto era provisional y lo definitivo no había llegado aún, que lo definitivo podría ser invisible, incluso lo llegaba a determinar en un libro, el “Mundo de los Invisible,” que no llegaba a salir, pues Satanás había arruinado a mi querido editor Carmelo, y así las cosas nada marchaba a derechas, todo estaba torcido y arruinado, como yo tan cansado y aburrido que me eché sobre la cama y así, sin darme apenas cuenta comencé soñar dentro del sueño y aconteció lectores lo que ahora os relato:

“Era un mundo gris, sin apenas color, para ponerme otro traje y estaba en los Nuevos Ministerios, en plena Castellana, en mi trabajo de siempre. Yo era joven, caminaba con soltura y mi pelo era aún castaño tirando a rubio.

Me acompañaba un compañero amable, bien parecido y educadísimo como todos entonces, del Cuerpo Técnico de Ingenieros, no sé si de minas o industriales, pero desde luego del Cuerpo A y de la Escala Técnica, esto es como mía.

Caminábamos tranquilos y en buena armonía, pero de pronto me di cuenta de una cola enorme de hombres y mujeres, todo ellos funcionarios, que daba la vuelta al majestuoso y gigantesco “edificio – monumento”, los llamados “NUEVOS MINISTERIOS”.

La impresionante y susodicha cola era para poder cobrar en la Sección de Caja nada menos que el Sueldo y la Paga Extraordinaria a un tiempo, esa maravilla que nos otorgaba el entonces Jefe del Estado , el de la gorra de plato, que no me dejan nombrar las “liberales autoridades actuales”.

Estábamos muy emocionados y deseando cobrar, en mi caso una fortuna, de más de 4000 euros, fíjense en pesetas que bravuconada.

Pero la cola kilométrica y grandiosa como la susodicha dictadura daba vueltas y más vueltas al mastodóntico edificio no como cruel culebrilla, sino boa - pitón de catorce cabezas y colas.

Mi amigo tan amable como tantos ingenieros me saltó el orden de la fila y así en palmitas me colocó en el primer lugar, junto la ventanilla.

Yo con el corazón en la garganta, aunque algo violento, me disponía a cobrar el sustancioso cheque o el pelotón inmenso de billetes cuando vi brillar detrás me mi un objeto punzante. Era un cuchillo de cocina recién afilado por algún afilador de corbata.

Mi amigo se interpuso oportunamente e impidió el sacrilegio de Juan Pablo II, en este caso que me hundiera el cacharro en la barriga. Esa era la venganza, la compensación por haberme saltado la cola. Pensé que de equivocarme de pie, me hubiese tocado esperar así tres o cuatro horas como mínimo.

Me acordé de Hans Küng, entonces, el teólogo alemán, el de “¿Existe Dios?”, pues hay unos momentos entre la vida y la muerte o lo no vida en que no sabes si sueñas o vives, es el único momento angustioso en el que en realidad te haces la pregunta de la portada del volumen inolvidable del teólogo alemán.

Bueno, el caso es que seguimos dando vueltas y más vueltas a los “Nuevo Ministerios”, yo con mi amigo el ingeniero a la espera de eso tan emocionante que era el sueldo más la paga extraordinaria. ¡ Feliz época la de los sueños, sí, cuando éramos más jóvenes y estábamos en activo, funcionarios en activo; y caminábamos ligeros sobre el asfalto o los pasillos majestuosos de aquel mastodonte construido parte en la República y parte en la Dictadura ¡….Pero así de pronto, de una forma repentina y terrible, como la cuchilla de la guillotina cayendo sobre tu cuello palpitante, terminé de soñar.

Me desperté de pronto, aterrado de pensar que aquello tan hermoso era solamente un sueño, dentro del otro…..Pero ¿sabéis lo que me salvó una vez más, antes de que la cuchilla plateada terminara de seccionar mi cuello palpitante?; Pues escribir.

Sabía que tenía que escribir todo esto para vosotros.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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