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Cristina Narbona
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Cristina Narbona

“De Directora General a Ministra”: “Cristina Narbona”: “Una Ministra para un Planeta”

  • A Marta Miguel, con cariño

Por Germán Ubillos Orsolich
martes 25 de mayo de 2021, 02:18h

25MAY21 – MADRID.- Estábamos en aquél edificio majestuoso y grandioso iniciado en la república y terminado en la dictadura. Reinaba la camaradería, la elegancia y la buena educación. Todos éramos juristas, economistas o ingenieros, y la Secretarias grandes señoras funcionarias del cuerpo auxiliar.

Lucía el sol del orden y el progreso, y en el restaurante charlábamos amigablemente mientras degustábamos los menús elaborados por “ARTURO”; y en la cafetería los electricistas, mecánicos, fontaneros y albañiles del Organismo bebían “Whisky Dick” con hielo, llenos de alegría bullanguera; mientras los Directores Generales degustaban “Johny Walker” o “Ballantines” con soda, con marcada seriedad y hastío.

Yo por aquel entonces tenía aún el pelo castaño, y había ideado escribir algo sobre una noticia que repetían machaconamente los teletipos de las Agencias de Noticias, compuesta de dos palabras cabalísticas: “CAMBIO CLIMATICO”

Por aquel entonces pertenecía al Cuerpo Técnico y ejercía mis funciones al servicio de la Administración Central del Estado, en el Gabinete del Ministro de Fomento, en pleno Paseo de la Castellana.

Era Asesor Técnico y por lo tanto me tuteaba no solo con los asesores, sino también con el ministro de turno; en este caso, Josep Borrell, el hombre más inteligente, dúctil y capaz que he conocido. Tres ruedas de Prensa al día, sí: “Carreteras”, “Transporte Marítimo” y “Medio Ambiente”.

Pero fue entonces cuando apareció una Directora General nombrada por él para descargarle un poco de tanto lío. Su nombre: Cristina Narbona.

Y fue así como la conocí.

De amplia sonrisa; suave, elegante, educada hasta el extremo; inalterable a los sobresaltos ministeriales; dominadora total de sus sentimientos personales, que se reservaba. De sus expresiones y del control de su Departamento; Cristina Narbona, saltó de la Mano de Josep Borrell a la Dirección General de Medio Ambiente, y de ahí al estrellato nacional, o sea al cargo de Ministra de Medio Ambiente.

Me propuse por aquel entonces hacer un sprint. Alternaba mis días entre mi trabajo en el Gabinete del Ministro de Fomento, y la biblioteca del Ministerio de Medio Ambiente, estudiando, memorizando y tomando apuntes sobre el inquietante fenómeno del llamado “CAMBIO CLIMATICO”.

Cuatro años después estaba terminada la Trilogía que llevaría ese nombre, y fue Cristina Narbona, en persona, quien me presentó el último y postrer volúmen. La primera trilogía en castellano con bibliografía en inglés, escrita para el mundo entero y editada por mi querido editor, Carmelo Segura, de “Entrelíneas Editores”.

Cuando escribo éstas líneas mis ojos se llenan de lágrimas, pues buena parte de mis compañeros de Ministerio de aquel entonces han muerto, así como autores y amigos de “Entrelíneas”; y políticos desaparecidos en el maremágnum del “paso del tiempo”, cuando la Parca con su guadaña va cercenando las vidas como espigas doradas en un campo de amapolas. Pero aún estamos vivos - como dice mi amigo Carlos Espinosa, que tanto lo valora -, Cristina Narbona hoy Presidenta Honorifica del Partido Socialista Obrero Español, y un servidor quien escribe estas líneas.

Y hay que destacar que ha sido esa mujer elegante, sencilla, prudente e inteligente, la que ha pilotado y gestionado las intervenciones de nuestro país en las Conferencias Mundiales del Clima, para la protección de la naturaleza, de nuestro pequeño y frágil planeta.

Con Cristina Narbona departí en numerosas ocasiones en su despacho del Ministerio de Medio Ambiente, y finalmente en el Salón de Actos de la Escuela de Ingenieros de Minas, en Madrid; donde se presentó el último volumen, sentados juntos ambos, ella aún en el poder.

Son recuerdos éstos, que nunca olvidaré.

Deseo a Cristina Narbona toda la felicidad del mundo y una larga vida en este planeta azul, La Tierra, por el que ella tanto ha luchado.

Para que siga flotando y girando, como un navío increíble, alrededor de esa estrella dorada que nosotros, los terrestres, llamamos, el Sol.

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