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“La golondrina”, un duelo dialéctico de dolor entre un joven y una madre que ha perdido a su hijo
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“La golondrina”, un duelo dialéctico de dolor entre un joven y una madre que ha perdido a su hijo

Por Julia Sáez-Angulo
sábado 28 de noviembre de 2020, 02:06h

28NOV28 - MADRID.- La vuelta de Carmen Maura al teatro es siempre un aliciente. En este caso para un duelo dialéctico bravo entre ella y Dafnis Balduz, una profesora de canto y un alumno que aterriza en su estudio para preparar una canción en el funeral de su madre. Una obra bien trabada de afirmaciones y réplicas, que va descubriendo paulatinamente la relación entre ambos personajes, con una intensidad que refleja un in crescendo que se agradece.

La palabra da significado claro a las cosas, se deduce de la tensión dialéctica entre dos seres humanos que van poniendo de manifiesto su dolor y los deseos no siempre coincidentes entre ambos, así como la necesidad del tiempo para entender o asumir las cosas, incluso para no hacerlo en la misma medida y el necesario respeto que debe emanar de las diferentes posiciones.

El autor de La golondrina sabe dosificar bien la información para el espectador e ir soltando las verdades que laten tras la situación y posición de ambos. Hay drama con acentos de humor, pero sobre todo hay dolor en posiciones diferentes y eso se percibe muy bien. La dirección ha querido cierta contención en la expresividad de los personajes, por lo que se echa de menos quizás una máxima tensión en algunos momentos entre ambos.

El trasunto dramático de Las gololondrina” es la homosexualidad, tema continuamente repetido de una u otra manera en los escenarios de hoy, quiero decir con mayor o menor intensidad de presencia, pero siempre traída a escena. Esto fatiga o puede fatigar a los espectadores, que ven intereses creados en la frecuencia. El asunto puede tener efecto bumerán. En la obra que nos ocupa, el asunto es central y encarado de frente, con argumentaciones bien articuladas en una y otra posición, que son más bien temporales en la asunción, que de fondo. Las posturas maximalistas no existen o no debieran existir; cada cual lo asume con su sensibilidad y antecedentes, el back ground, y en la vida se deben aceptar los ritmos y los matices bien sostenidos por uno u otro personaje. No caben posturas maximalistas en la vida, aunque sirvan para el teatro.

En suma, una obra que emociona a los espectadores que acuden y se entregan, pese a las continuas llamadas de un móvil infernal que irritó a los asistentes y ralentizó el discurso de actores ante la repetición de la llamada intermitente que los acomodadores no acaban de localizar. Fue el domingo 22 de noviembre.

Quizás la voz de Carmen Maura se perdiera de vez en cuando -y no solo por el ring del celular. A veces el intercambio dialéctico se hace más recitado que sentido, porque hay mucho, demasiado que argumentar. Y finalmente, en plena tensión final de los descubrimientos afectivos y personales, la carta leída se hace demasiado larga y sostenida.

En suma, una obra que vale la pena ver, en la que la sensibilidad de cada espectador calibrará aciertos o bajadas, como en la posición misma de una madre y un amante ante el mismo hecho. No hay nada más hermoso en la sociedad que la tolerancia en grados y matices, sin que se quiera imponer el propio.

Se agradece una puesta en escena con salón amueblado y piano, en medio de tantos montajes minimalistas y/o paupérrimos.
Texto: Guillem Clua
Intérpretes: Carmen Maura y Dafnis Balduz
Dirección: Josep Maria Mestres
Ayudante de Dirección: David Blanco

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