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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Mi ultimo deseo

Por Germán Ubillos Orsolich
lunes 17 de agosto de 2020, 23:04h

17AGO20 – MADRID.- “Existe Dios”, es bueno pensarlo ahora que todo podría terminar. El pensamiento de Ortega y Marañón arrojaría luz con sus bellas palabas y su prosa diáfana y precisa, como el raso lleno de precioso colorido de “Las mil y una noches”, cuando Scheherezade, la princesa se me apareció haca la media noche en uno de esos hospitales de Madrid que tanto he frecuentado, Scheherezade bajo la gracia y la alegría de una enfermera de noche, mientras mi mujer me vigilaba en la sombra, el ángel de la guarda como la llaman mis amigos convencidos de que le pusieron mis padres a mi lado antes de morir.

Hasta ahora Dios era como un juguete, un juguete precioso capaz de hacernos construir las más bellas catedrales, de trepar hasta capillas insólitas, limpísimas, cuidadas por monjas de clausura. De contemplar los paisajes inmaculados de los Picos de Europa o en la soledad de la alcoba de soñar que un día ya lejano nos pudimos enamorar. Ahora que estamos a punto de perder para siempre nuestro pequeño, entrañable planeta azul, flotante y siempre lábil en la inmensidad de un universo ignoto.

Ahora que aún podemos, gritamos con grito desesperado, desposeídos de todo bien, de toda alternativa, cuando el Covid 19 tiene la batalla casi ganada y nos disponemos todos, niños y mayores, a abandonar para siempre este regalo gratuito, destacado siempre por Ortega y Marañón y de infinito valor: “¿Existe Dios?”.

Ahora que la Iglesia impávida e inane no da la solución alguna porque no tiene ese poder, que misérrimos políticos han dejado de engañarnos pues no tienen más que palabrería vana. Ahora que va a desaparecer Venecia de los ojos humanos, y la Torre Eiffel, y la Venus de Milo, me pregunto en un grito “¿Existe Dios?”.

Dios, gran Dios, refúlgeme y pequeño, Dios crucificado que has abrazado y mantenido el Cosmos segundo a segundo para que no perezca….

No somos nada, somos la nada.

Sin ti aquello que soñamos y que nos contaron ¿era verdad?,¿ era mentira?.

Dios mío, no nos abandones, no nos olvides, soy un elemento final o residual de una raza que tuviste a bien crear; que a la caída de la tarde en tu Jardín del Edén te paseabas cuando estábamos desnudos y nos hablabas y no sabíamos entonces lo que era tener que morir.

Restaura de nuevo aquel Jardín y mantennos desnudos, si así lo quieres, pero enséñanos a amar como tú nos amaste.

Hazte presente ahora, que podemos perecer; a la Virgen Santísima de La Paloma, reina de los ángeles, y todo tu poder, no queremos ahora “tu silencio” del que se quejaba con amargura el buen Papa Ratzinger cuando visitó los campos de exterminio. Sal ya de tu silencio aunque no lo merezcamos, sabemos quién es el Covid 19, pero también sabemos de tu poder y que tu misericordia y tu perdón son infinitos.

No nos dejes soñar. No nos engañes. Soy de tus últimos fieles, el menor, el peor, el juglar de destemplada voz.

Desde este rincón remoto te lo pido, con mi voz quebrada por la edad: ¡! Sálvanos Señor del Universo, existas o no existas, ya es lo mismo, pero sálvanos que perecemos ¡!.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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