A partir del siglo XI, se creó una gran civilización de puertos y de alianzas entre ellos. En estas ciudades, la burguesía se instaló con rapidez en el poder y se fundaron gremios para comerciar con las poblaciones más alejadas y menos desarrolladas del Báltico. Para asegurar las rutas comerciales y proteger las inversiones de los mercaderes, se entrenaron pilotos, se construyeron faros y se creó una red de mercenarios.
En el Báltico, los inviernos pueden ser tan severos que se puede congelar todo el Mar incluso los estrechos daneses. En el otoño después de varios días de navegación hacia el interior del mar las aguas en el golfo de Götnia, están libres de hielo, pero en las proximidades de la costa se ven indicios de una próxima congelación, que es más acusada en algunos recodos de las orillas. Esta comienza en el extremo norte del golfo a mediado de noviembre, y en las aguas abiertas de la bahía a principios de enero, y a finales de febrero todo ese mar está helado. Los golfos de Suomi y de Rija, lo hacen a finales de enero
Los mercaderes y los pilotos eran los auténticos protagonistas. Lo importante para ellos era navegar y comerciar. Auténticos lobos de mar. Era la ley que los regía, era el sueño de unos hombres que querían ser libres y que acudían a las ciudades del Báltico. Una oportunidad para no volver a ser siervos nunca más, y adquirir la libertad. Todo el mundo se contagiaba de un espíritu de lucha por sus derechos y privilegios como ciudadanos y llenos de confianza por la nueva vida.
Unos tramperos querían ir hasta la isla de Visby y después subir hasta el golfo de Götnia. Gente llena de ilusión que quería iniciar un negocio de comercio de pieles y que competiría con los tramperos de otras regiones para llegar a las zonas más recónditas, e iniciar nuevas rutas comerciales. Si lo conseguían, se convertirán en hombres libres con derechos.
En Kalingrado, por ejemplo, la proximidad del invierno se hace notar con dureza. Los días son muy cortos, tan solo seis o siete horas de luz, viento helado, nevadas copiosas. La actividad en los puertos disminuía de forma importante.
Lo importante era navegar y comerciar, había que llevar las cargas a sus destinos. Eran importantes para otros mercaderes. Una ley sagrada en el Mar Báltico Son los años previos a la Liga Hanseatica, que tuvo su inicio en los años centrales del siglo XII.
Los mercados cubiertos, o no, tenían numerosos puestos de artesanía de hueso, de madera, de arenques salados, de hierro y colgantes y pedrería de ámbar realizada por vikingos. El ámbar es una resina de árboles que desaparecieron de la tierra hace miles de años y que se quebraron debido a vientos huracanados y a fuertes tormentas. La resina fluyó por los troncos en forma de grandes bolas que cayó al suelo y se fosilizó.
Con la ciudad de Lübeck como punto de referencia, a la que fue después la Liga Hanseatica, los gremios (Hansas) fomentaron el comercio de productos como la madera, la cera, el ámbar o cereales, arenques, con otras zonas del Báltico, que poseían un menor desarrollo económico y social. Las ciudades crearon alianzas y ligas para defender sus intereses comunes y protegerse de los ataques de otros estados y de incursiones piratas. A mediados del siglo XIII, Lübeck y Hamburgo se unieron y poco después lo hicieron Brujas, Rostock y Wismar, como ciudades de mercaderes que operaban con otras ciudades de Europa como Londres
La cooperación entre ciudades y colonias de mercaderes fue creciendo y consolidándose hasta alcanzar una forma de Confederación.
* Ángel Villazón Trabanco es Ingeniero Industrial y Doctor en Dirección y Administración de Empresas
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