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Manuel Moral Mozas: Exposición de obras inéditas en Torredelcampo (Jaén)
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Manuel Moral Mozas: Exposición de obras inéditas en Torredelcampo (Jaén)

  • 30 aniversario del pintor en el recuerdo
  • Por Manuel Moral Roca

viernes 03 de enero de 2020, 09:03h

02ENE20 – TORREDELCAMPO (JAEN).- En esta conmemoración de la ausencia carnal del pintor Manuel Moral Mozas (1908 – 1989), sacamos a la luz del presente una parte de su obra pictórica inédita. En dicha colección, al margen de sus ordenados campos de olivos, podemos sentir, de manera curiosa y en algún sentido enigmática, figuras que en sí mismas relatan sentimientos cotidianos, comunes en la memoria vital del autor, ya sean imaginados o impregnados por las costumbres que habitaban en las calles del pueblo, en este caso de Torredelcampo.

Incido en renombrar las figuras de los cuadros de esta colección porque ellas son, en muchos casos, el centro de la composición, siempre adornados por el paisaje con el que se compartió Manuel desde su infancia. Las leyendas que cada personaje nos dice son de temáticas muy diferentes, de sencilleces que por sí solas nos llevan directos a su esencia narrativa; por dar un ejemplo de éstas últimas, vemos a san José, con su cayado, cuidando de la Virgen y del niño Dios montados sobre un burro camino de alguna parte. De la misma temática bíblica vemos varias composiciones en esta colección aquí expuesta. En dichas composiciones la mirada del autor y la cercanía de su pincel nos cuentan justamente lo que tantas veces hemos oído o leído en el Nuevo Testamento. Hay otras pinturas más personales en las que las gentes viven en la memoria de Manuel, ya sean como recuerdos por los que la felicidad chorrea en colores, en los gestos de los personajes retratados. Fijémonos en el cuadro que nos regala al retratar a su amada mujer Soledad echada sobre su hijo Juan junto a él mismo en el Monasterio de Piedra. Es un conjunto de alegría en un momento determinado y quizá por ello Manuel lo pintó.

El viaje que propone esta colección que hoy tenemos la fortuna de ver, nos lleva a un tiempo que ya, para bien o para mal, muy pocas personas conocen; la siembra, la siega del fruto en campos agostados, la trilla, el saludo de un vecino que pasa por el camino de otras vidas, la conversaciones entre amigos a la vera de los arriates secos, el baño de una mujer en el río, casi seguro que imaginado, mientras el hombre trabaja en la lejanía, el paseo en moto de un joven por la carretera que lleva al castillo, quizá una metáfora sobre el vivir que toca a cada cual, pero sin olvidar el origen. Otro conjunto sería el retrato de una familia al abrigo de un árbol, quizá otro mensaje de Manuel, y así escenas que evocan costumbres y rasgos del vivir de las gentes de su pueblo y de él mismo, pues al pintarlas las hace suyas y a la vez de todos aquellos que las quieran ver y a más sentir por haberlas vivido.

Sin embargo hay otras pinturas dentro de esta curiosa colección que llaman la atención porque la temática es, si se quiere, curiosa. En una podemos ver a una muchacha con el vestido rasgado, la cara hacia el suelo y con el lloro de vergüenza bañando su rictus. Tras ella va otra mujer siendo recriminada por un hombre. ¿Por qué esta escena tan diferente? ¿Quiso el pincel relatarnos una desobediencia? ¿Tal vez una traición? La imaginación no es tan libre como se dice. La vida es tan sencilla o tan complicada como uno quiera hacerla y aquí Manuel nos muestra otra cara de la vida necesaria para que averigüemos los otros desnudos de la existencia. En la composición todo parece estar en su sitio; los olivos, las casas, el cielo. Los únicos que no están en paz son los tres personajes que parecen salidos de una soleá de Antonio Mairena. No me digan que en esta pintura no hay algo de misterio.

En el campo a la espera de siembra

En otro lienzo vemos a un padre dando un beso a su hijo en mitad del campo. Están solos. Frente a ellos unos campos a la espera de la siembra, como alimentándose del tiempo. Tras ellos la casa y los campos eternos de olivos. ¿Los campos frente a ellos serán los futuros de ambos? ¿La casa y los terrones con olivos serán sus presentes? Este cuadro también me parece singular por los protagonistas, puestos en primer plano, dando y recibiendo cariño de familia. En otro cuadro vemos a un hombre andando por un camino y a su perro unos pasos delante de él. Los dos personajes están entre una casería y el pueblo. Al fondo la sierras se recortan, en el cielo, bastantes abruptas y afiladas ¿Por qué la escena? ¿Acaso estaban hartos de estar solos y deseaban abrazar al pueblo para ver a sus paisanos? ¿O los paisanos les aburrían y querían refugiarse en la soledad de la casa?

Y así podría estar narrando diversas escenas plasmadas en esta colección que ahora tenemos la oportunidad de disfrutar, si bien es inevitable decir que la impronta estética de Manuel broncea, como no podía ser de otra manera, cada mirada que echemos a sus cuadros, cuajándonos de esa vitalidad colorista que siempre supo transmitir desde sus simples campos de pan, desde sus ordenados olivos, desde sus sierras que agudizaron su vista desde sus más infantes experiencias vitales.

Luego de estas tres décadas vacías de su perfil bajo el sol, que no de su presencia, y de tantas palabras escritas a su obra pictórica, aún hoy podemos seguir recreándonos en su visión tan sencilla, y por eso tan de verdad, de sus paisajes y del paisanaje que pinceló sin complejo ni recato. Séneca le dice a Galión en el tratado De la vida bienaventurada: “Así lo primero que hay que determinar es qué deseamos y luego determinar en derredor por qué camino podemos ir allá con la mayor celeridad”. Manuel Moral Mozas, en su natural jubilación, así lo hizo y quería decir cosas que en sus antes no pudo o no quiso pronunciar. Cogió un pincel y hoy nos tiene aquí, mucho tiempo después, ante la manera que encontró de llegar a las demás personas con sencillez, con más fuerza y de forma breve; su pintura.

Disfruten de esta inédita colección de relatos pictóricos del pintor Manuel Moral Mozas y dejen la celeridad para los distintos amaneceres que ya tendrán oportunidad de frenar. Y ahora, ante estos cuadros, es uno de esos únicos momentos para apacentarse. A los amaneceres jamás se los detienen.

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